Nueva victoria del Liverpool ante el Aston Villa (2-0) que hace a los ‘reds’ todavía más líderes de la Premier League tras el nuevo ‘batacazo’ del Manchester City, principal competidor al título, en casa del Brighton (2-1). Dos contraataques convertidos por Darwin Núñez y Salah fueron suficientes para tumbar el entramado defensivo de Unai Emery, que cae momentáneamente a la 8a posición en la tabla.
El Liverpool volvió a demostrar porque es uno de los equipos más letales al contraataque del continente a los 20 minutos de partido. El Villa, una escuadra peligrosa a balón parado, sacó un córner, perdió la pelota y acto seguido los ‘reds’ salieron con todo, liderados por un Salah eléctrico que, con un toque de suerte, se la dejó a Darwin Núñez dentro del área. El charrúa, siempre criticado cuando encara la portería rival, superó al Dibu en carrera y la envió al fondo de las mallas para enloquecer a la parroquia local (1-0). El equipo de Arne Slot no perdona ningún error y así se lo hacía saber a Unai Emery.
Kelleher salva los muebles
Abrir la lata en el marcador le sentó como anillo al dedo a los locales. Tras unos primeros compases de partido dubitativos con el balón en su posesión, el Liverpool se tranquilizó y se instaló en zona de tres cuartos. Todo eso sin uno de sus cerebros, Alexander Arnold, que tuvo que retirarse lesionado a los 24 minutos. Ingresó el canterano Conor Bradley a su lugar. Núñez tuvo otra clarísima en el ecuador de la primera parte, pero esta vez la envió a las nubes.
Este chico parece que falla las más fáciles y mete las más difíciles. Los de Birmingham pusieron en aprietos al Liverpool antes del descanso, pero la suerte y los reflejos de Kelleher le salvaron los muebles a Slot. La entrada de John McGinn al césped para sustituir al lesionado Jacob Ramsey fue lo más destacado hasta que David Coote señaló el camino a los vestuarios. Los visitantes salían con vida.
Salah vuelve a ser el faraón
La reanudación pilló al Liverpool dormido en los laureles y Morgan Rogers se quedó a unos pocos centímetros de igualar la contienda. El inglés le robó la cartera a Konaté en una jugada de ‘pillo’, pero los nervios se apoderaron de él cuando cargó su pierna para el disparo. El Villa era ahora quien tomaba las riendas del partido, subiendo su línea defensiva hasta el centro del campo en busca del gol y con un Leon Bailey cada vez más ‘juguetón’. Quien no aparecía era Ollie Watkins, neutralizado por la zaga de los ‘reds’ y con muchos problemas para encontrar espacios.
A falta de veinte minutos en el luminoso el partido entró en terreno pantanoso. La falta de energía empezaba a hacer mella en las piernas de los futbolistas y el ritmo cayó en picado. Todas las señales apuntaban en la misma dirección: tan solo una genialidad individual iba a mover el marcador. El partido se convirtió en un correcalles en el tramo final, una bendición para el espectador neutral y un castigo para los aficionados ‘reds’ y ‘villanos’, que veían como pasaban de marcar gol a encajar uno en cuestión de segundos. Era un momento para los grandes jugadores, y ahí no podía aparecer otro que no fuese el ‘faraón’, un Mohammed Salah que tiró del «yo me lo guiso, yo me lo como» para recorrerse medio campo y picarla sobre un Emi Martínez que nada pudo hacer. Gol y jaque mate del Liverpool al Aston Villa (2-0). El partido no dio de más hasta el silbato final del colegiado. El cuadro de Merseyside pone la directa al título.