La DANA que asoló la provincia de Valencia el pasado martes ha tenido consecuencias imprevistas y menos visibles para las personas con movilidad reducida. Muchas de ellas, pasada una semana, todavía no pueden salir de sus casas porque no tienen ascensor o rampas para hacerlo, o porque los elementos con lo que se movían, como sillas de ruedas, han quedado dañados. Para personas como Teresa, de Benetússer, y su hija Amparo, o Montse, de Picanya, la casa, ahora mismo, es una jaula. No cruzado el umbral de su vivienda desde hace una semana pero agradecen, al menos, estar vivas.
Teresa vive con su hija Amparo, que tiene parálisis cerebral y reconocida una dependencia del 80%. Teresa no puede dejar sola a Amparo mucho rato, y por eso, desde el pasado 29 de octubre, no ha salido de casa. Ella podría hacerlo, pero su hija no: el ascensor que, normalmente, las lleva hasta el tercer piso en el que viven dejó de funcionar por los efectos del agua. Además, en el caso de que pudieran llegar a la calle, no podrían ir a ningún sitio, porque la furgoneta adaptada en la que Amparo habitualmente iba a su centro ocupacional, ha quedado completamente inservible.
“El ascensor no va y no he salido de casa desde entonces: al principio sí que iba pero se paraba, y ahora ya directamente no va”, destaca. “Estamos bien, pero es una tragedia”, reconoce. Ahora, sobreviven gracias a los voluntarios. “Nos traen comida, y mi hijo también, cuando puede, pero muchos días no le han dejado pasar”, explica Teresa. Además, los vecinos también les echan una mano y se ocupan cuando pueden de ir al punto de recogida de agua y comida y se la traen.
Amparo tiene parálisis cerebral y relativamente poca autonomía. “Habla correctamente, pero tiene muy reducida la movilidad, tengo que ducharla y ayudarla a comer, por ejemplo”, relata.
27.000 euros de furgoneta
El agua no llegó al tercer piso donde viven, pero sí casi hasta el techo de la furgoneta Volkswagen adaptada en la que se mueven madre e hija. “Ahora venía un autobús a recogerla del centro ocupacional pero yo la usaba para llevarla a cenar, o a salir con las amigas”, destaca. Ahora, no arranca.
La furgoneta le costó a Teresa un millón y medio de pesetas hace veinte años. “No podría volver a asumir el coste, no solo de comprar una furgoneta sino de adaptarla, porque solo bajar el suelo vale 10.000 euros”, detalla. Calcula que el coste total de la furgoneta adaptada rondaría los 27.000 euros.
Así que, de momento, están en un limbo. “Del ascensor no se ha hablado aún en la comunidad de propietarios, porque quien más y quien menos, también lo han perdido todo”. Quizá, dice, cuando se retire el barro y se quiten todos los enseres de las calles.
Confinada en la cama
Montse vive en Picanya y tampoco ha salido de casa desde el martes pasado. En su caso, no puede hacerlo porque su silla de ruedas eléctrica ha dejado de funcionar después de que el bajo donde vive se inundara hace una semana. “No sabemos qué le pasa, pero es del agua”, explica. Montse tiene la suerte, dice, de estar acompañada de su pareja y el hijo de esta y sus propios hijos. “Tengo muchas manos”, asegura.
El pasado martes, esas manos le salvaron la vida. “Cuando sonó la alarma yo ya llevaba media hora recogiendo agua de mi casa”, lamenta. Sus hijos decidieron intentar bloquear la entrada de agua con un tablón de madera. “El agua me llegaba por la ventana y entraba como una catarata por la puerta”, recuerda. Ella se quedó en la cama, que es donde pasa la mayor parte del tiempo ahora. Pidió a los hijos que subieran a un piso alto para salvarse y la dejarán allí, pero se negaron.
“Yo no salgo de aquí”, dice Montse. No es porque no lo haya intentado. Aunque tiene la movilidad reducida, normalmente, en casa, se apaña. Por eso, hizo el intento de salir con un andador, pero lo juzgó imposible al ver el estado de la calle, repleta de barro y agua. Ahora, las máquinas han comenzado a limpiar su calle pero sigue impracticable.
La silla de ruedas eléctrica con la que se mueve Montse le costó, en su día, 2.200 euros. “Van a venir de Cocemfe a recogerla a ver si la pueden arreglar, porque están haciendo una campaña para ayudar a las personas que hemos perdido elementos de movilidad”, explica. Si no se puede arreglar, podría usar una silla convencional pero perdería la autonomía que le da la eléctrica. “Alguien tendría que llevarme, porque yo no tengo la fuerza en los brazos como para hacerla rodar”, asegura. Han perdido también el coche y los muebles de la casa, como el sofá. “Pero es todo material, y dentro de lo que cabe, eso es lo menos importante”, reconoce.
Procedimiento extraordinario
Desde Cocemfe son conscientes de que, a raíz de los daños sufridos en los hogares de los residentes en las poblaciones afectadas por los efectos de la DANA, algunos pacientes han visto como su material ortoprotésico externo ha desaparecido o ha sufrido daños irreparables. Por ello, han habilitado un procedimiento extraordinario de prescripción, adaptación y entrega directa exclusivamente de los productos que se hayan visto afectados.
Por medio de este procedimiento, los trabajadores sociales de los centros de salud de las poblaciones afectadas deben remitir un listado de pacientes afectados y su necesidad de
renovación de este material ortoprotésico a la t. Igualmente, las asociaciones o entidades de personas afectadas, centralizadas a través del CERMI Comunitat Valenciana, pueden remitir también dichos listados.
Desde la Conselleria de Sanidad se realizarán las prescripciones de estos productos y se coordinará la entrega directa del material al paciente a través de los cauces establecidos a con las asociaciones o colegios de establecimientos sanitarios adaptadores, es decir, farmacias, ópticas, ortopedias y establecimientos de audioprótesis. Si no, se hará a través del CERMI CV.