Hubo quien suspiró un aliviado y quien apretó los dientes. La victoria de Donald Trump auguraba un futuro más despejado para unos y algo incierto para otros. Lo saben bien en el sector energético. En él conviven dos almas, dos corrientes, que no siempre van de la mano ni en sintonía. En una dirección avanzan las grandes compañías de energías renovables, limpias y verdes y en otra las operadoras de las energías fósiles, llamadas a reducirse en Europa, no tanto ni al mismo ritmo en otros continentes. El futuro 47º presidente de los Estados Unidos no abraza ni arropa del mismo modo a unas y otras. Lo demostró cuando ejerció como el 45º presidente de EEUU entre 2016 y 2020 y todo apunta que podría profundizar en esa senda en los próximos cuatro años.
En la batalla por la Casa Blanca Trump ha tenido en las grandes compañías petroleras y gasísticas a uno de sus grandes aliados. Han ocupado un lugar relevante en la mesa de los grandes donantes del Partido Republicano, rebautizado por el propio ya presidente electo como MAGA (Make America Great Again) -en lo que esconde un mensaje nítido de sus planes de proteccionismo-. Negacionista del cambio climático reconocido, Trump nunca ha mostrado gran urgencia por acelerar la lucha contra el deterioro medioambiental. No es el único. Otras grandes potencias como China o India también se sitúan en ese lado de la no excesiva urgencia por minimizar los efectos de las energías fósiles y potenciar las renovables en la que continentes como Europa sí están inmersos.
La mayoría de grandes operadoras energéticas españolas evitaban ayer valorar el resultado de las elecciones estadounidenses. En sectores como el fotovoltaico sí lo hicieron. La energía solar no es la apuesta prioritaria de políticas como las que anuncia Trump pero son hoy una realidad innegable en los EEUU. Desde la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) aseguran que no esperan “un cambio radical” sino más bien una “línea continuista” con lo que venía haciendo la administración Biden: “Hablamos de una energía que va más allá del cambio climático, es una energía competitiva, una realidad irreversible e innegable en términos económicos en Estados Unidos”. Tampoco temen que se vaya a revertir la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) que fomenta las inversiones en el país, muchas de ellas en materia climática y energética.
En cambio, el doctor en Economía y dirección de empresa por la Universidad de Deusto, Massimo Cermelli alerta de que el regreso de Trump sí puede suponer “volver al petróleo y el gas” y afectar negativamente a la energía verde: “Habrá ralentización en medidas de descarbonización como las recogidas en el acuerdo de París”. Cermelli recuerda cómo durante el mandato anterior de Trump “se avanzó mucho en técnicas cuestionadas en Europa como el ‘fracking’ para la extracción de gas: “En los próximos años veremos cómo eso regresa. Por eso creo que tras la victoria de Trump, entre las energéticas hoy unas estarán brindando y otras preocupadas por lo que pueda venir. Todo depende del lugar que ocupen en la cadena de suministro o producción energética”.
«La alegría irá por barrios»
Repasar la campaña electoral de Trump da motivos para preocuparse si se pertenece al ámbito de las energías renovables y para felicitarse si se está en el de las fósiles. Lo subraya Gonzalo Escribano, investigador principal y director del Programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano. Recuerda que mientras Trump ha afirmado que “va a frenar el desarrollo de la energía eólica marina y reducir el despliegue del coche eléctrico” también ha prometido en campaña que promoverá las perforaciones en busca de gas y petróleo para contribuir a aumentar la producción en EEUU y con ello reducir el precio de la energía: “Para las empresas españolas no creo que vaya a suponer un gran shock, aunque la alegría irá por barrio. Las más petroleras tendrán más oportunidades de negocio y las renovables quizá afronten una situación más complicada”, asegura.
Este experto considera que es difícil que Trump pueda iniciar ahora una campaña de políticas en contra de las energías renovables, que ya están muy asentadas en EEUU, en muchos casos en estados gobernados por republicanos: “En general, la relación bilateral España-EEUU en el plano energético es bastante equilibrada. Nosotros tenemos déficit con ellos, les importamos más de lo que les exportamos. Es por tanto una relación bastante favorable para ellos”. Por eso Escribano señala que en los planes básicos en materia energética de la próxima administración Trump “no creo que veamos cambios drásticos”.
El exdecano del Deusto Bussines School, Guillermo Dorronsoro, recuerda que EEUU es hoy una potencia en producción y exportación de gas natural licuado, en gran medida gracias a su apuesta por energías fósiles. Dorronsoro señala que con el regreso de Trump se pueden ver reforzados los mensajes que cuestionan los tiempos y la celeridad que en continentes como el europeo se quiere imprimir al final de la energía fósil en favor de la renovable: “Puede dar argumentos a las compañías de combustibles fósiles para asegurar que está bien luchar contra el cambio climático pero no a costa de ser los ‘primos del mundo’, de ponernos palos en las ruedas viendo cómo las grandes potencias del mundo aplican otra filosofía”.
Despliegue ‘verde’ más lento
Dorronsoro augura que lo más probable es que no se produzca una ruptura plena con las políticas en favor de las renovables, pero sí una ralentización en el desarrollo e implantación de las mismas: “El despliegue irá más lento que si hubiera ganado Kamala Harris, eso está claro”.
Los especialistas en inversiones del gestor J.Safra Sarasin, Daniel Lurch y Lena Jacquelin, consideran que la victoria de Trump tampoco supondrá un riesgo para la transición ecológica en su conjunto, “es demasiado global como para que pueda descarrilar”, señalan. En un análisis publicado por ambos, apuntan a que hoy esa transformación está promovida más por el mercado que por la política, pese a que las políticas de Trump sí podrían influir en su “evolución”. Destacan que si bien ha apoyado aumentar la producción de energía fósil, en EEUU tanto la energía eólica terrestre –no así la eólica marina- y la solar gozan del apoyo de los dos principales partidos: “Siete de los diez estados donde los empleos de energía limpia están creciendo más rápido están representados por senadores republicanos”, apuntan.
Ante la posibilidad de una política de aranceles que castigue las importaciones energéticas del exterior para favorecer las propias, ambos analistas apuntan que eso beneficiará a toda la cadena de suministro y beneficiará a los fabricantes de equipos solares y de almacenamiento. En su diagnóstico concluyen que es “poco probable que el panorama general de la inversión verde sufra alteraciones significativas. Las principales tendencias de la inversión verde son globales, resistentes y probablemente superen cualquier distracción política”, aseguran Lurch y Jacquelin.