La apabullante victoria de Donald Trump da por finalizada la etapa demócrata y cambia las inquilinas de la Casa Blanca. Adiós a Jill Biden, vuelve Melania Trump, la antiprimera dama de Estados Unidos. No le interesa la política, apenas se deja ver en los actos de campaña, su participación en actividades sociales o benéficas son cuidadosamente seleccionadas y ni siquiera está de acuerdo con su marido en cuestiones de calado, como ha manifestado públicamente.

Mantiene un perfil bajo en cuanto a exposición mediática, aunque haga lo que haga es noticia. Y cuando no ha tenido más remedio que ejercer de primera dama junto a Trump ha protagonizado gestos polémicos, como retirarle la mano cuando él busca la suya en público, como sucedió en 2017 en Israel, durante un viaje a Italia o en plena campaña electoral.

Además, sus gestos de desagrado en algunas apariciones públicas, su seriedad y el hecho de que muchas veces se parapete tras unas gafas de sol parece evidenciar que no se siente a gusto en ese papel impuesto de primera dama. Y no le importa que las cámaras estén presentes, no disimula.

Puede que las cosas no cambien demasiado en esta nueva era Trump: Melania le acompañó a votar, sin quitarse las gafas, aunque luciendo uno de esos impecables looks que regresan a Washington. No en vano, su estilo es otra de las cosas que más dan que hablar. 

Para la cita electoral eligió un vestido muy estilo trad wife, ese movimiento de mujeres que vuelven al rol tradicional femenino de quedarse en casa para cuidar de su familia y que adora los estilismos de aire retro como este. Tacones altísimos, como es su costumbre, y una actitud corporal de cercanía con Trump.


Melania fue a votar con un vestido de Dior.

Efe

Para su primera aparición, ya confirmado el triunfo de los republicanos, Melania se dio un baño de masas junto al presidente electo y volvió a demostrar que a estilo no hay quien le gane. Lució un dos piezas en gris de chaqueta entallada y falda lápiz con unos Christian Louboutin negros. Clásica, como siempre, para escenificar su nueva etapa de la Casa Blanca.

Según explica Patrycia Centeno, experta en el estudio del lenguaje no verbal como herramienta de comunicación política y corporativa, «la de Melania Trump es una de las imágenes que Donald Trump busca y proyecta de la mujer. Si nos fijamos en la mayoría de mujeres que rodean al presidente electo, todas tienen un perfil estético muy similar (esposa, hijas, nueras, asesoras, abogadas, portavoces…)».

Lo que la hace diferente

Es una de las primeras cosas que marca la diferencia: «La imagen de superlujo que transmite ella y que en la mayoría de primeras damas sería criticada por ostentosa, en este caso se premia. Primero porque todas las excepciones a la regla en términos de comunicación e imagen política encuentran refugio en la figura de Trump. Segundo, porque también es una manera de decirle a la clase media que ellos también pueden soñar o aspirar a ser una mujer como Melania si la economía mejora. Aunque sorprenda, es un mensaje y una imagen muy utilizada por Eva Perón y que le funcionó».

Nacida en Eslovenia, pero nacionalizada estadounidense, empezó a trabajar en el mundo de la moda a los 16 años y de su formación académica solo se sabe que comenzó a estudiar arquitectura, pero no terminó la carrera. Ella asegura que habla cinco idiomas: esloveno, serbocroata, italiano, francés, alemán, inglés y español. 

Una modelo en la Casa Blanca ya supone un elemento diferencial por sí mismo. Sus antecesoras como primera dama tenían un perfil profesional completamente distinto. Michelle Obama es abogada; Jill Biden, docente; Hillary Clinton, antes de ser secretaria de Estado, era abogada y diplomática, y Laura Bush, profesora, bibliotecaria y escritora. Con Melania el glamour y la alta costura entró de lleno en el panorama político.

Melanija Knavs (su verdadero nombre) conoció a Trump en 1998 en una fiesta y se casaron en 2005. En 2016, con la victoria del magnate, llegó a la White House. Quien esperara de ella lo mismo que ofrecieron sus predecesoras en el puesto se equivocaba. Michelle estuvo muy implicada en el mandato de Barack Obama, durante sus años al frente del país, con un activismo político muy marcado. Activismo que ha continuado ejerciendo en primera fila durante los últimos meses apoyando la candidatura de Kamala Harris.

Sin embargo, a la exmodelo eslovena no parece interesarle demasiado la política, tampoco cuando se trata de su marido. Apenas ha estado presente en esta última carrera hacia la presidencia de Donald, con contadas apariciones. Todo lo contrario a Jill Biden, siempre al lado del actual presidente, especialmente en sus peores momentos, y con una actividad frenética durante los años que su marido ha dirigido las riendas de Estados Unidos. 

La pareja presidencial celebrando su victoria.


La pareja presidencial celebrando su victoria.

Reuters

En cambio, la señora Trump elige bien los momentos de apoyo público a su marido, como la férrea defensa que hizo de su figura el pasado mes de octubre. «Él no es Hitler, y todos sus partidarios lo respaldan porque quieren que el país tenga éxito», dijo saliendo al paso de unas declaraciones realizadas por John Kelly, exjefe de gabinete de la Casa Blanca, que aseguraba que el mandatario consideraba que el dictador alemán era casi un ejemplo a seguir en algunas cosas. 

La corrección impuesta no va con ella, ni siquiera atendiendo a la posición que tiene como esposa de uno de los hombres más poderosos del mundo. «Melania hace lo que quiere«, dijo Mary Jordan, periodista del Washington Post y autora de una biografía sobre la exprimera dama. Según la escritora, ella siempre fue una primera dama con un estilo diferente al de sus predecesoras y no creía que este rol le impusiera ningún tipo de obligación, ya que no era la elegida en las urnas.

Por eso no tiene problemas, incluso, en mostrar su desacuerdo con algunos de los ejes centrales de la política de Trump, como el aborto. Lo deja claro y meridiano en sus memorias que acaban de salir a la venta y que se han convertido en un auténtico fenómeno.

En esa autobiografía se puede leer: «Restringir el derecho de una mujer a decidir si interrumpe un embarazo no deseado equivale a negarle el control sobre su propio cuerpo. He llevado conmigo esta creencia durante toda mi vida adulta. ¿Por qué alguien que no sea la propia mujer debería tener el poder de determinar lo que hace con su propio cuerpo? El derecho fundamental de la mujer a la libertad individual, a su propia vida, le otorga la autoridad de interrumpir su embarazo si lo desea».

En cambio, la postura de Trump en este tema es totalmente opuesta, pues considera el aborto es un asesinato. Aun así, su esposa cree que ni siquiera él tiene que decidir: «Resulta imperativo garantizar que las mujeres tengan autonomía para decidir su preferencia acerca de tener hijos, basándose en sus propias convicciones, libres de cualquier intervención o presión por parte del Gobierno«.

Tampoco sigue otra de las máximas del nuevo presidente, que es apostar por el producto nacional y gravar con impuestos las importaciones. «Es la mayor contradicción en la estética de Melania Trump, obsesionada con las firmas de lujo europeas mientras su marido supuestamente defiende el producto estadounidense», dice Patrycia Centeno. 

Pese a todo, para el propio presidente su esposa es un valor añadido. «Tengo a la mejor best seller del mundo», ha dicho en su primer discurso tras ganar las elecciones y antes de darle un beso, no en los labios, en la cara.

Así pues, su vuelta a la Casa Blanca como primera dama, recuperando su título en redes sociales FLOTUS (first lady of the United States), marcará de nuevo la diferencia. Incluso puede que su presencia en la residencial presidencial no sea permanente, ya que prefiere pasar tiempo en su mansión de Palm Beach. Lo que sí sigue siendo una prioridad para ella es su hijo, Barron, del que se siente muy orgullosa. Este 2024 ha podido votar por primera vez, pues el pasado mes de marzo alcanzó la mayoría de edad, y lo ha hecho por su padre, lógicamente. Así lo ha mostrado Melania en sus redes sociales.

Tras la victoria de Trump, esperaremos a la toma de posesión para volver a ver a su esposa convertida en primera dama. Las maletas y baúles de Vuitton, sus preferidos, ya estarán preparados para volver a dar color a los vestidores. ¿Cambiará Melania en este segundo mandato su forma de ejercer el cargo?



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