Mazón, déjate ir. / Elisa Martínez

Hay una persona que sigue intentando ponerse a salvo de la inundación de Valencia y no lo conseguirá. Es el presidente de la Generalitat, la autoridad que tuvo en su mano avisar y no avisó. No hay vuelta atrás. Vaya por delante que me da cierta angustia pensar en Carlos Mazón, levantándose cada mañana desde hace una semana y mirándose al espejo: 211 muertos. Docenas de desaparecidos. No sé cómo puede soportarse una responsabilidad así, ese caudal de almas perdidas que te arrastra cada vez que te quedas solo. Lidiar con esa culpa abrumadora, pues la tragedia será tu legado. Ni con una legión de psicólogos y coach, ni con todos los asesores de estómago agradecido buscando subterfugios que apuntalen su inoperante gobierno, ni con la solidaridad del país entero, y la valentía de sus propios conciudadanos. A los que ha fallado estrepitosamente. Hasta ahora se aguanta Mazón con la magnitud del trabajo inmediato de salvamento que tiene por delante, pero ha empezado a malgastar energías en echar la culpa a otros. Error. Debería rematar la faena urgente y dejarse ir con dignidad. No hay salvavidas posible, ni palmera a la que agarrarse, su carrera está amortizada. Ni su jefe, el narcisista Feijóo que se personó en el desastre el primer día para reclamar foco, le va a tirar un cabo; a río revuelto busca su propia ganancia. Mirando por su supervivencia política en medio de la hecatombe, este líder autonómico desnortado es, de nuevo, un riesgo para su comunidad.

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