Quizás uno de los momentos más determinantes a la postre de la campaña en Estados Unidos surgió de uno de sus instantes más inofensivos. Durante una entrevista en ABC News, una televisión amiga, se le preguntó a Kamala Harris en qué se distinguiría su presidencia de la de Joe Biden. “No se me ocurre nada”, dijo titubeando la candidata demócrata. Aquella respuesta acabó figurando en millones de anuncios republicanos como testamento de sus intenciones de dar continuidad al legado de un presidente impopular, particularmente cuestionado por su gestión económica. Los estadounidenses querían cambio y en Harris solo encontraron la defensa del estatus quo. El mismo error que vienen cometiendo los demócratas desde el final de la era Obama, por más que les funcionara por los pelos hace cuatro años.

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