El obispo de Mondoñedo-Ferrol, monseñor Fernando García Cadiñanos, ha publicado una carta con ocasión de la celebración de este domingo del Día de la Iglesia Diocesana.

La Iglesia desempeña muchas tareas. Algunas son muy visibles y valoradas en nuestra sociedad. Me refiero, por ejemplo, al mantenimiento del patrimonio y de las tradiciones, a la acción social e integradora con colectivos más desfavorecidos, a la lucha por la justicia y la defensa de los derechos humanos. Otras tareas también son bien conocidas por el conjunto de la sociedad como son las referidas al ámbito litúrgico, educativo o catequético…

Sin embargo, hay otra misión que la Iglesia realiza y que permanece más difusa y desconocida, aun siendo fundamental en nuestra sociedad. Es lo que tiene que ver con el horizonte de sentido de la vida y con el acompañamiento a las personas en la búsqueda de descubrir su lugar en este mundo. Todos necesitamos conocer cuál es la misión que tenemos; en sentido creyente, cuál es el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros y que nos permitirá alcanzar la plenitud, el desarrollo pleno y la felicidad en este mundo.

En ese sentido, la Iglesia realiza una tarea de acompañamiento vocacional, especialmente a los niños y jóvenes que buscan en sentido amplio. En un mundo que se vuelca al exterior, la Iglesia cuida y cultiva la interioridad y ayuda a buscar y mirar en el interior. La escucha al interior nos da respuestas que siempre nos sorprenden y nos apasionan. Ese difícil ejercicio contribuye a fomentar personas sanas, equilibradas, con razones para vivir, con propuestas solventes ante las dudas, miedos y dificultades de la vida.

La vida siempre es misión, nos recuerda el papa Francisco. Descubrirse llamado a una tarea y a un lugar es reconocerse en actitud de escucha, de acogida, de búsqueda. Precisamente durante este curso nuestra Iglesia diocesana quiere animar esta cultura vocacional en nuestra pastoral para despertar vocaciones a la vida consagrada, a la vida sacerdotal, a la vida laical, al matrimonio… Estamos faltos de vidas sentidas como respuesta a una llamada primera.

El Día de la Iglesia Diocesana que nos disponemos a celebrar nos puede ayudar a esta tarea. Reconocer cómo la Iglesia contribuye al desarrollo y al crecimiento personal en el horizonte amplio del amor. En un mundo ensimismado, la Iglesia nos abre perspectivas y nos ayuda a descubrirnos con vocación, mirando a nuestro interior. Además, el Día de la Iglesia Diocesana nos plantea siempre si estamos ocupando el sitio al que estamos llamados en esta gran familia que configuramos: nuestra ausencia se siente y se echa en falta. Ocupemos nuestro lugar corresponsablemente. Por último, el Día de la Iglesia Diocesana nos ayuda a reflexionar sobre nuestro sentido de pertenencia a ella que conlleva también su contribución económica para la financiación de lo que realiza. Y eso se consigue cuando conocemos lo que hacemos, queremos lo que hacemos, valoramos lo realizado y nos identificamos con su causa.

Vuestro hermano y amigo

Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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