AMM concedió el pasado año una medalla de honor a SM el Rey, ya entonces percibimos en su figura un mediador de Estado.
Ahora, ante una catástrofe que nos mantiene en vilo, hemos visto quienes “se bajan al barro” y miran a los ojos, y agarran para decir que están ahí, y lloran con los demás, y reconocen los errores si los hay. Ahora hemos percibido un mediador real: verdadero, tangible, auténtico, efectivo.
Al final esto es una catástrofe humanitaria, que parte, quizás, de la deshumanización y el desprecio de nuestra naturaleza: el cambio climático y calentamiento global que se conoce, pero no se combate como se precisa.
Después un sentimiento de desolación y soledad, pues quienes padecen daños así, necesitan sentirse parte de un grupo, ver ayudas, conexión, sentimientos, que dentro de todo el mal reconforten.
Cuando mediamos no juzgamos, no criticamos, solo miramos a los ojos, reconocemos lo que el otro nos quiere decir, le valoramos y después intentamos cambiar su narrativa, que viene incrustada, polarizada, que no deja avanzar.
El esfuerzo por dialogar, empatizar y ser asertivos, escuchar y que nos escuchen, es para eso, para romper las narrativas, porque a veces las historias son más persuasivas que los argumentos. Y la única realidad es quien ha perdido sus seres queridos o sus casas necesita respuestas.
Romper la zona de confort es duro para todos. El abrazo de quien te gritó es la más gratificante respuesta.
Esta Junta directiva no puede por menos que ratificar su decisión del pasado año, de reconocer a SM el Rey con nuestra medalla de honor, y hoy no ya por ser un real mediador, sino por ser un mediador real.