A Laura (nombre ficticio) le diagnosticaron una anorexia nerviosa el año pasado, con 41 años. A finales de la década de los 30, disconforme con su imagen física, fue «cerrándose». «Dejé de cenar fuera porque me sentía más cómoda comiendo en casa y así yo controlaba. Lo vivía como una normalidad. Hasta que llegué a comer y cenar cada día lo mismo: por la mañana no desayunaba -solo tomaba un café con leche-, comía una ensalada con cherrys y fruta y cenaba pan tostado con queso, un poco de mermelada y fruta. Y no merendaba nada», relata.
La gran paradoja es que Laura, que prefiere mantenerse en el anonimato, había trabajado toda su vida con adolescentes que sufren un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Ella conocía de cerca los riesgos que suponía ir poco a poco restringiendo la alimentación. Conocía los síntomas. Y, aun así, acabó cayendo ella también: llegó a pesar 36 kilos midiendo un metro con 64 centímetros. Estuvo ocho meses ingresada en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona). Ahora está recuperada, pero ya no trabaja con adolescentes con TCA.
«Cada vez vemos más mujeres de 35 para arriba que debutan con un TCA. Esta era una franja de edad en la que no solía haber inicios»
Los trastornos de la conducta alimentaria no afectan solo a las adolescentes o mujeres jóvenes, sino también a mujeres adultas e, incluso (y cada vez más), a niñas prepúberes. La obsesión con las «figuras ‘fit'» y las «dietas ‘healthy'» están detrás de esta realidad. «En los últimos cinco años, se han triplicado los TCA. La mayoría son mujeres de 18 años para arriba, pero cada vez vemos más mujeres de 35 para arriba que debutan con un TCA. Esta última antes era una franja en la que no solía haber inicios», explica la psiquiatra Mar Carceller, coordinadora de la unidad de TCA de Sant Pau.
«Está muy de moda tener una figura ‘fit’: hay que estar delgado, pero tener pecho y glúteos. Las dietas sanas y el deporte llevados al extremo generan estos trastornos»
«Nos sorprende la cantidad de adultas [la mayoría son mujeres] que hay en estas unidades. En su caso, el más frecuente es el trastorno por atracones -algunas de estas mujeres compensan el exceso de ingesta con laxantes-, pero también vemos anorexia nerviosa atípica o bulimia nerviosa», cuenta. Acaba de darle el alta a una mujer de 74 años, y en su unidad hay en estos momentos una paciente de 68. La mayoría tienen entre 18 y 35 o 40 años.
Una drástica pérdida de peso
La principal causa de debut de un TCA a estas edades es la «pérdida de peso», ya sea por una cirugía bariátrica o por una dieta. «Hay pacientes que no tenían ningún trastorno pero pierden peso con rapidez y eso les lleva a debutar con un TCA», explica esta psiquiatra. ¿Tienen las mujeres adultas que debutan con un TCA más riesgo de que este se cronifique? «No tiene por qué. Este riesgo se relaciona mucho más con el número de tratamientos previos que fracasaron», responde Carceller.
Estas mujeres adultas que debutan con un trastorno de este tipo, igual que las adolescentes, tienen «mucho control del peso y de la figura». «Ahora está muy de moda tener una figura más ‘fit’: hay que estar delgado, pero tener pecho y glúteos. Las dietas sanas y el deporte llevados al extremo generan estos trastornos. La imagen del ‘fitness’, de lo ‘healthy’…», añade la psiquiatra de Sant Pau.
Detrás de estos comportamientos, advierte Carceller, hay un concepto de la salud basado en un peso y un tipo de ingesta determinado: la «demonización del azúcar y las grasas». «La gente, buscando este ideal de la salud, se desnutre y debuta con un TCA». También influye la «obsesión» de la sociedad por la imagen.
Pacientes «de inicio tardío»
El Hospital de Bellvitge (L’Hospitalet) y el Sagrat Cor de Germanes Hospitalàries (Martorell) gestionan una unidad para personas adultas con un TCA cronificado. La unidad está ubicada en Martorell. Las pacientes tienen de media entre 40 y 45 años, y o bien sufren un inicio tardío del TCA o bien han fracasado con tratamientos previos. Son personas, además, con una evolución de larga duración.
«Indefectiblemente este fenómeno va en aumento. Un 60% del total de pacientes con TCA se recuperan completamente, pero un 40% se recupera parcialmente o no se recupera. Eso significa que hay un ‘pool’ de pacientes cuya evolución es de larga duración y que tienen una mayor edad», explica el psicólogo clínico Fernando Fernández Aranda, coordinador de esta unidad de alta complejidad y larga duración de Bellvitge y el Sagrat Cor. A este grupo, añade, se suman las pacientes de «inicio tardío», que suelen tener entre 35 y 40 años. «Estos han aumentado un 35% a raíz del covid-19 no solo en España, sino también a nivel internacional», dice.
El tratamiento de esta unidad, dirigido a pacientes crónicas que no experimentan una mejora ante las terapias habituales, es diferente al de otros. «La alimentación y el peso no son el eje principal, sino recuperar la calidad de vida y funcionalidad familiar y laboral. Muchas de estas pacientes están bastante aislados a nivel social», explica Fernández Aranda. Otros factores que empujan a estas mujeres a sufrir un TCA son las separaciones o las pérdidas de trabajo. «Una serie de factores externos relacionados con el estado emocional», añade este psicólogo.
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