Este martes, en una de las entrevistas radiofónicas que dio mientras los ciudadanos de Estados Unidos llenaban los colegios electorales y apuntaban a un elevado índice de participación en las elecciones presidenciales, la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, se mostró convencida de que el país se encuentra en «un punto de inflexión«. Su rival, el expresidente y candidato republicano Donald Trump, no se quedaba atrás. En un mensaje en Truth Social antes de ir a votar en West Palm Beach definía la jornada como «el día más importante de la historia de EEUU».
Son palabras que podrían leerse con el sano escepticismo con que casi siempre se debe analizar el lenguaje electoral, muestras de un último intento este martes de los dos candidatos de seguir animando hasta el último momento a votantes para que fueran a las urnas, tratando cada uno de inclinar a su favor una balanza inusualmente igualada, especialmente en los siete estados bisagra determinantes. Pero lo cierto es que sea quien sea el ganador, una decisión que no se conocía a la hora de escribir estas líneas, EEUU emprende el camino poselectoral en un momento de reconfiguración.
La división y la polarización marcan a la nación como no se recuerda en décadas, obligando a buscar referentes incluso en la guerra civil. Los continuados asaltos a la integridad del proceso democrático de Trump, que se negó a aceptar la derrota de 2020, alimentó fantasmas de fraude que latieron en el asalto de sus seguidores al Capitolio y ha seguido cuestionando la justicia de las elecciones si no le son favorables, hace difícil encontrar hoy a republicanos que no señalen con sospecha al proceso. Y el potencial de un segundo mandato que le asoma al poder absoluto representaría una mutación profunda del sistema de poder en el país.
Tranquilidad y miedo
El miedo a la violencia política se ha instalado entre unos y otros no solo tras lo sucedido hace cuatro años sino tras una campaña intensa y turbulenta en la que se han vivido dos intentos de asesinato de Trump. Y este martes todo transcurría en las primeras horas de votación sin incidentes serios, con relativa normalidad, aunque se registraban algunas amenazas en centros electorales en varios estados que las autoridades descartaron como «no creíbles».
Ese temor se asocia sobre todo a los seguidores de Trump, que este martes afeaba que se le preguntara si les pediría que no sean violentos si no quedan satisfechos con el resultado. «No tengo que pedírselo, por supuesto que no habrá violencia, no son gente violenta, son gente maravillosa», decía Trump, el candidato que ha prometido perdones para los condenados por el asalto al Capitolio y ha hablado de lo sucedido como «un día de amor».
Aseguraba también este martes que él mismo reconocería los resultados si pierde «si es una elección justa», un escenario hipotético con el que mantenía la puerta abierta a señalar a supuestas irregularidades, aunque por la mañana decía que de momento todo parecía haber sido justo, quejándose, eso sí, de «un proceso demasiado complicado».
Hito de género
Una victoria de Harris representaría para EEUU un hito de raza y género, con la primera presidenta mujer e hija de inmigrantes de Jamaica e India. Para algunas de sus votantes, como Rebecca Timne, una mujer de 53 años que votaba este martes en un suburbio a las afueras de Filadelfia, eso sería «un punto de inflexión en el buen sentido».
Tras ese potencial triunfo, no obstante, latiría también la gran brecha de género que se ha abierto en el electorado, marcada en buena parte por la lucha para tratar de contener la regresión en derechos reproductivos en EEUU. Esta la puso en marcha un Tribunal Supremo dominado desde el mandato de Trump por una supermayoría conservadora, una de las instituciones cuya credibilidad y valoración se han degenerado entre la ciudadanía que siente que la politización lo contamina todo.
Es una ciudadanía entre la que también crece el descrédito del Congreso, cuya composición y control estaban en juego este martes, cuando se votaba toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Y la polarización que sacude también al legislativo hace que ideas clásicas como el «compromiso» se hayan hecho cada vez más aparentemente inasequibles en la vida política de EEUU.
Incertidumbre sobre el futuro
Algunos electores consultados este martes por EL PERIÓDICO reconocían sentir incertidumbre sobre el futuro de su país. Votantes de Trump repetían su idea de una nación en «declive político, económico y moral» salvo que el republicano tome las riendas de nuevo. Otros que apoyaban a Harris señalaban a que algo se ha roto de forma profunda cuando «muchos republicanos no creen en los datos y en los hechos».
«No sé si podremos sanar en los próximos cuatro años, si llevará más tiempo», reflexionaba John, un votante de la demócrata en Filadelfia. «Quiero tener esperanza», decía por su parte Timne, la votante de Harris en un suburbio de Pensilvania. «Si quieres encontrar polarización y división lo harás pero si quieres encontrar progreso y avances también lo harás».