Faltaban pocos minutos para las seis y media de la tarde del martes 29 de octubre cuando los pequeños Rubén e Izan, dos hermanos de tres y cinco años, se asustaron al quedarse a oscuras en casa, una casa de campo situada junto a un barranco de la localidad valenciana de Torrent. Su padre, que estaba preparándoles la cena para que no se fueran a dormir tarde, mientras la madre finalizaba su jornada laboral en el supermercado del pueblo donde trabaja como cajera, trató de tranquilizarlos sentándose con ellos en el salón. Sin luz, con la fuerte lluvia cayendo, y el barranco a rebosar de agua, sentían que dentro de su casa estaban a salvo. Nadie les informó de lo contrario. «Tenían que haberlos desalojado a todos, ahora mis sobrinos estarían vivos«, confiesa roto un tío de los menores.

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