Escucho al president Mazón entrevistado en la Cope intentando, con el agua al cuello, salir a flote después de los errores cometidos, no ya en la prevención de la gota fría que nos asoló hace seis días, sino en la gestión de la catástrofe una vez consumada. Recuerdo la comparecencia del presidente Sánchez desde La Moncloa tratando a Valencia (“lo que Mazón pida”) como si no fuera una parte de España, sino un “país amigo” al que vamos a ayudar en la desgracia. Veo la composición, supongo que él pensará que ingeniosa, subida por el exconseller y eurodiputado de Compromís Vicent Marzà, que ha colgado boca abajo la imagen del Rey, Sánchez y Mazón en Paiporta, qué fácil es ser “maulet” desde Bruselas. Recibo sin parar mensajes de la extrema derecha envenenando a los ciudadanos, esos mismos ciudadanos que no han visto a Santiago Abascal en una semana; ese Santiago Abascal cuyo partido, Vox, ha estado desviando a chiringuitos, mientras ha formado parte con el PP de los Ejecutivos autonómicos, dinero público que estaba destinado a luchar contra los efectos del cambio climático. Me pregunto dónde está Podemos y, lo que es peor, dónde está Sumar; dónde Pablo Iglesias y, sobre todo, dónde la vicepresidenta Yolanda Díaz. Pero no doy con ellos.
Estremece ver la mediocridad y el sectarismo puesto en evidencia por este drama, en el que por horas se tiene la sensación de que el mando está en los asesores de imagen, y no en los políticos, ni mucho menos en los técnicos. ¿Dónde hay más barro? ¿En las calles, en el Palau, en La Moncloa, o en las sedes de los partidos? ¿La máquina del fango está en los pseudomedios o en los gabinetes de Comunicación de las instituciones?
No estoy impugnando la política. Al contrario, la reivindico. Es posible que algunos políticos hayan fallado, pero sólo la política, en su acepción más noble de servicio público, puede arreglarlo
No estoy impugnando la política. Al contrario, la reivindico. Es posible que algunos políticos hayan fallado, pero sólo la política, en su acepción más noble de servicio público, puede arreglarlo. Es el Estado, del que como ya he escrito forman parte el Gobierno central y el autonómico, el que auxiliará a los damnificados. Es Europa, de la que España es parte fundamental, la que al final permitirá la reconstrucción. Olvídense: ninguna red social, ningún descerebrado, va a prestarles una ayuda decisiva. Puede que la estructura que entre todos hemos ido construyendo tenga goteras. Pero es la única que a la postre va a rescatarnos. Vienen momentos muy duros, imágenes aún más impactantes que las que ya hemos visto. Nada será igual después de los funerales que deberán celebrarse. Aunque haya algunos políticos que, encerrados en la burbuja del relato, sigan por lo que se ve sin ser conscientes. Se los llevará la riada.