La leche española carece de competitividad, según la patronal de la industria láctea nacional (Fenil), y las importaciones están disparadas: en el primer semestre se han «pulverizado», afirma, «todos los registros existentes hasta el momento».
La Federación Nacional de Industrias Lácteas (Fenil) sostiene, con datos de la Interprofesional Láctea (Inlac) –integrada por ganaderos, cooperativas e industrias–, que «los ganaderos españoles vienen recibiendo» desde hace 18 meses «precios por la materia prima situados por encima de la media de la UE» de acuerdo con su contenido de componente sólidos (grasas y proteínas) y agrega que «en general, la leche española contiene menos sólidos que en el resto de Europa», lo que «no afecta en absoluto a la calidad de la leche» –precisa–, pero que «sí repercute» –añade– «en la menor producción de alimentos lácteos que se pueden elaborar con el mismo litro de leche», lo que repercute en la competitividad. Este menor componente se atribuye a razones de clima y alimentación del ganado, factores que determinan una composición diferente en cada zona de Europa.
Esto, sumado a la carestía –los precios en origen, aunque se ajustaron ligeramente a la baja en 2023, se mantienen el 10% por encima del promedio de la UE, según el grupo de investigación Ecoagrasoc–, está favoreciendo la entrada de leche de otros países, no tanto como leche líquida, tanto envasada como a granel –que incluso se han reducido respecto al primer semestre de 2023–, sino transformada en yogur, leche en polvo y sobre todo en forma de queso, un producto que –salvo frescos y refrigerados– «viaja» más fácilmente.
Según la industria láctea, «esta falta de competitividad» está afectando sobre todo a los quesos de vaca y de mezcla de leches, «que están siendo desplazados de los lineales» de las tiendas y «sustituidos por quesos importados de bajo valor».
En quesos, que es la categoría que más se importa y cuya entrada más está creciendo, la penetración de producto procedente del exterior aumentó el 19% en cuatro años –entre 2020 y 2023, ambos inclusive–, al pasar de 305.000 toneladas a 363.000. Y en la primera mitad de 2024 ha vuelto a dispararse, con un aumento adicional del 14,37% respecto al mismo semestre del año anterior, que ya había registrado un récord de entradas.
Los datos de la Agencia Tributaria también constatan la importación de volúmenes importantes de ingredientes lácteos, como la leche en polvo, que utilizan otras industrias alimentarias, caso de las de pastelería, galletas, helados y otras.
Se trata de aumentos de doble dígito cuando el consumo total de lácteos en España, aunque está creciendo –en buena medida, por el incremento de población y la mayor utilización de productos lácteos en la industria alimentaria–, lo hace a tasas de un dígito: 6,3% en los dos últimos años, según Ecoagrasoc.
Frente a las importaciones (casi 900.000 toneladas en 2023), las exportaciones lácteas apenas superaron el año pasado las 500.000.
El director general de Fenil, Luis Calabozo, dijo que «los altos costes que nos supone la materia prima y la guerra de precios de los supermercados, causan en la industria láctea española un ‘efecto sándwich’ que erosiona los márgenes de las compañías, sobre todo de las pymes, y pone en riesgo su rentabilidad a medio plazo». Fenil dice que la situación es «muy complicada» y acusa a la distribución de abaratar el precio de venta de la leche líquida de larga duración (UHT), que usa –dice– como producto reclamo.
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