España cerró 2023 con 167.000 procesos por incapacidad temporal en vigor con más de un año de duración, una cifra que duplica la registrada a finales de 2018 (83.000). Son algunas de las conclusiones de la cuarta nota breve del estudio sobre los determinantes del absentismo laboral que están realizando Umivale Activa y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). El documento destaca que el 56,1% del total de estos procesos en vigor de larga duración a finales de 2023 corresponden a diagnósticos relacionados con algún tipo de algia (lumbalgias, cervicalgias, dorsalgias, etc.) o problemas de salud mental.
En relación con la población protegida, esos datos significan que 9,3 personas trabajadoras de cada 1.000 estaban afectadas por una baja laboral de larga duración, frente a las 5,2 registradas cinco años antes. El peso de diagnósticos relacionados con algún tipo de algia o trastornos de salud mental ha aumentado ocho puntos porcentuales en cinco años, ya que en 2018 concentraban el 48,3% de las bajas de larga duración.
Las bajas, disparadas
En concreto, las algias causaban el 35,2% de las bajas de larga duración en 2018 y ahora representan el 38%. Más importante ha sido el crecimiento de la incapacidad temporal por problemas de salud mental, porque han pasado a representar el 18,1% del total de procesos en vigor de larga duración, frente al 13,1% que suponían en 2018, algo de los que los expertos vienen alertando desde hace años.
Así lo explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el doctor Víctor Pérez Sola, presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Es la segunda causa de baja laboral permanente o baja laboral, dice sobre la depresión. Y, sobre el informe del Ivie, destaca el crecimiento de los datos relativos a bajas por salud mental.
Si te duele la espalda normalmente te compran una silla nueva o te cambian de puesto de trabajo. Si estás baja por depresión, cuando se acaba te ponen en el mismo sitio donde estabas
«La cuestión es: ¿qué hacemos para que la gente pueda volver a trabajar después de una baja laboral larga?. Eso es una asignatura que estamos discutiendo con el ministerio que está, lógicamente, muy interesado en ese tema», señala el doctor Pérez Sola. La respuesta pasa «por hacer una adaptación del puesto laboral para que una persona con una incapacidad de larga evolución pudiera incorporarse. Si te duele la espalda normalmente te compran una silla nueva o te cambian de puesto de trabajo. Si estás baja por depresión, cuando se acaba te ponen en el mismo sitio donde estabas sin cambiarte alrededor. Eso condena a que la gente esté más tiempo de baja».
Además, el psiquiatra señala que ya hace tiempo que el Ministerio de Trabajo viene alertando sobre el aumento de bajas por esta cuestión algo que, apunta, sucede a nivel europeo. «Nos pasamos muchas horas trabajando y eso afecta a nuestra salud mental, está claro. Cuando cogen la baja, claro, se hace en una situación en la cual el ambiente laboral ya está muy sobrecargado, porque llevan semanas o meses mal y eso muchas veces implica que haya desajustes o desavenencias con los compañeros de trabajo, con los jefes».
La vuelta
La vuelta al entorno laboral no es fácil, señala el psiquiatra. «Los profesionales que salen de una situación así tienen que volver a enfrentarse con la misma situación que dejaron y eso hace que a mucha gente le cueste mucho volver a trabajar«, apunta el psiquiatra que, además, indica que la duración de una baja depende de cada paciente.
«El tiempo es muy variable, normalmente la gente cuando tiene un cuadro depresivo y responde de estar 4 o 6 meses de baja no más, cuando la enfermedad depresiva no responde al tratamiento o cuando hay situaciones personales o familiares que dificultan el retorno al puesto de trabajo, esas bajas se alargan y acaban siendo una incapacidad laboral persistente. Por eso, todo lo que es invertir en salud mental acaba siendo muy rentable», añade.
Precariedad e inseguridad
Desde Salud Mental España no tienen «constancia fehaciente de cuáles pueden ser las causas de estas bajas prolongadas, pero siempre alertamos de algunos factores de riesgo como: la precariedad e inseguridad laboral, el estrés y sobrecarga en el trabajo, la dificultad para conciliar, el acoso laboral o sexual en el ámbito laboral, la falta de autonomía o la brecha salarial», indican sobre el informe del Ivie.
La entidad reivindica a este diario que empresas e instituciones públicas «cuenten con un plan de reincorporación de las personas que han estado de baja por un problema de salud mental. Un plan de reincorporación elaborado junto con la persona, que incluya, si es necesario, una adaptación al entorno de trabajo, flexibilidad o ajuste de horarios, respetando siempre los tiempos de la persona y su privacidad, y transmitiendo confianza en sus capacidades».
El estigma
El estigma y los prejuicios están todavía muy enraizados en el ámbito laboral, denuncia esta entidad. De hecho, el 37,9% de las personas con diagnóstico ha experimentado discriminación en el trabajo y solo el 12,9% comparte con compañeros y compañeras de trabajo su problema de salud mental, por miedo a ser etiquetado/a.
Este estigma, que genera aún más sufrimiento a la persona, «se puede traducir en falta de confianza, falta de comprensión de la situación, discriminación o paternalismo, lo cual dificulta la recuperación», añaden. Las personas que se reincorporan al trabajo tras una baja por cuestión de salud mental pueden tener miedo a no ser capaces de afrontar el día a día, a no gestionar situaciones de estrés como antes, a que la relación con los compañeros y las compañeras cambie y a perder su puesto de trabajo. Prestar los apoyos adecuados, tanto por parte de las empresas como del entorno laboral, facilita la recuperación de la persona, señala Salud Mental España.
Traumatología y oncología
En el estudio sobre los determinantes del absentismo laboral que están realizando Umivale Activa y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, se indica, por otro lado, que tras los diagnósticos relacionados con algún tipo de algia o trastornos de salud mental, otros más objetivables como la traumatología y la oncología han reducido su peso (-3 y -1,9 puntos porcentuales, respectivamente) y, aunque también han descendido, todavía un 3,2% de procesos de larga duración carece de diagnóstico concreto.
Por regiones, este documento indica que el análisis de las bajas en vigor de más de 12 meses muestra una mayor prevalencia (procesos sobre población protegida) en Canarias, Galicia y Cataluña, con valores que superan los 11 procesos de incapacidad temporal por cada mil personas trabajadoras protegidas a finales de 2023, frente a los 9,3 casos de media para el conjunto del país. Destaca el aumento en Galicia, que en 2018 se encontraba entre las regiones con menos casos, con solo 4,8 por cada mil trabajadores.
Jornadas perdidas
Tanto Galicia como Canarias y País Vasco han duplicado con creces el indicador de prevalencia de las bajas de larga duración en los últimos cinco años. Por el contrario, en Baleares y Madrid, junto a La Rioja, registran la menor prevalencia por cada mil personas trabajadoras (en torno a 7 casos por cada mil). En cualquier caso, el aumento de las bajas en vigor de larga duración entre 2018 y 2023 es generalizado en todas las regiones. Este incremento se traduce en un mayor número de jornadas perdidas, con un impacto cada vez más significativo en el absentismo laboral.
El 70% de los procesos de incapacidad temporal finalizados en 2023 se concentran en el tramo de las bajas de 1 a 15 días
Pese al incremento registrado en los procesos de larga duración, el informe remarca que son más abundantes los procesos más cortos. El 70% de los procesos de incapacidad temporal finalizados en 2023 se concentran en el tramo de las bajas de 1 a 15 días, seguidos a distancia de los procesos entre 16 y 90 días, que suponen otro 20%. Los tramos siguientes, que cubren periodos cada vez más extensos, hasta los que superan el año de duración, se integran en el 10% restante, pero comprenden más días acumulados de baja.
Aumento generalizado
El aumento de los procesos es generalizado en todos los tramos de duración, pero mucho más acentuado en el caso de los procesos de más de 12 meses. La incidencia de las bajas finalizadas de 1 a 15 días ha crecido un 50%. Mientras en 2018 se registraron 3,5 millones de bajas de este tramo más corto, en 2023 se han registrado 5’8 millones, lo que supone 25 millones de jornadas de trabajo perdidas.
Por su parte, los procesos de larga duración, pese a suponer solo un 2,4% en el total de los procesos finalizados en 2023, representan el 34% de las jornadas perdidas totales. Los 200.000 procesos de más de un año de duración finalizados en 2023 supusieron 110 millones de jornadas perdidas, un 87% más que en 2018. Estos procesos finalizados, aunque mucho menos frecuentes, cuadruplican las jornadas perdidas correspondientes a los procesos de 1 a 15 días de duración. Por ello, especifica el documento, este avance de las bajas de larga duración explica la mitad del crecimiento registrado en las jornadas perdidas totales.
Duración media
Por lo que respecta a la duración media de los procesos finalizados, en 2023 se situó en 38 días, aunque existe una gran heterogeneidad por regiones. Extremadura y Galicia encabezan el ranking de comunidades autónomas con una duración media de procesos finalizados en 2023 por encima de los 60 días. Por el contrario, en Baleares, Madrid, Cataluña y Navarra la duración media ronda los 30 días, remarca el informe del instituto valenciano.
A la vista de estos resultados, los autores del informe insisten en la necesidad de plantear actuaciones que contribuyan a mejorar la salud de las personas trabajadoras y también a una gestión más eficaz y eficiente de los procesos de incapacidad temporal por parte de los servicios de salud. Piden especial atención la evolución de los procesos de larga duración, ya que sus incrementos tienen un impacto significativo sobre el total de las jornadas perdidas.