- Un problema creciente y poco tratado
- Chemsex y Slamsex: una nueva cara de la adicción
- El impacto del consumo temprano de pornografía en adolescentes
- Factores predisponentes: trauma, trastornos de personalidad…
- La tecnología y el sexo 24/7: el acceso a contenido constante y sus riesgos
- Consecuencias en la vida personal y salud mental
- Tratamiento: hacia una sexualidad saludable
El perfil de las personas con adicción al sexo ha ido cambiando en España en los últimos años. El consumo de pornografía, antes una de las prácticas más vinculadas a este comportamiento, ha empezado a mezclarse con el uso de sustancias como el GHB, la mefedrona y el éxtasis, introduciendo un nuevo componente de riesgo a esta problemática.
Alejandro Villena Moya, psicólogo y sexólogo, describe este fenómeno desde su experiencia en consulta y como coordinador del proyecto «Hablemos de Sexualidad» del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Villena, también director del proyecto de salud mental Piénsatelo Psicología, explica cómo la adicción al sexo se ha convertido en una problemática de control de impulsos, reconocida oficialmente en 2019 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según Villena, el trastorno por comportamiento sexual compulsivo —nueva denominación clínica del conocido como “adicción al sexo”— afecta al 5% de la población global y, en España, se estima que afecta al 3%. Entre los hombres, este porcentaje puede llegar hasta el 8%, mientras que en las mujeres se sitúa alrededor del 2%. Este nuevo enfoque ha permitido un consenso clínico para diferenciar este problema de otras patologías, como las adicciones químicas, al tiempo que abre el debate sobre las similitudes de sus efectos en el cerebro.
Un problema creciente y poco tratado
Villena señala que, a pesar de los avances, muchas personas siguen sin reconocer el comportamiento compulsivo sexual como un problema. Un reciente estudio a nivel mundial (Trastorno de conducta sexual compulsiva en 42 países: Conclusiones de la Encuesta Internacional sobre Sexo e introducción de herramientas de evaluación estandarizadas, publicado en AKJournals) revela que solo el 14% de quienes podrían estar experimentando este trastorno han acudido a tratamiento.
El 33% de las personas afectadas se ve frenada por cuestiones económicas, mientras que el resto no busca ayuda por desconocimiento o porque consideran que su conducta es simplemente una manifestación de su sexualidad, y no un descontrol.
Este desconocimiento dificulta que se perciba este trastorno como una adicción. «Se ha visto como algo moralizante, como si tratáramos de censurar la sexualidad o controlar los deseos de las personas», comenta Villena. Sin embargo, el reconocimiento del trastorno por parte de la OMS ayuda a desestigmatizar y abordar esta problemática desde una perspectiva clínica y científica.
Chemsex y Slamsex: una nueva cara de la adicción
La inclusión de prácticas como el chemsex, –término de origen británico, que surge de la fusión de las palabras chems (derivada de chemicals, como alusión a las drogas) y sex (sexo)– y slamsex, –que es una combinación de las palabras slam (que en este contexto se refiere a “inyectar”) y sex (sexo)– en el ámbito de la adicción al sexo ha hecho evidente que esta problemática va más allá del consumo de pornografía.
Estas prácticas, que consisten en el uso de sustancias químicas para intensificar las experiencias sexuales, son especialmente peligrosas. Mientras que el chemsex suele implicar el consumo oral de drogas como GHB, mefedrona o éxtasis, el slamsex se caracteriza por la administración intravenosa de estas sustancias, lo cual incrementa los riesgos de salud.
Estas conductas representan una preocupación creciente entre los expertos en salud mental, dado que quienes las practican suelen experimentar una falta de control total. Además, la adicción al sexo compulsivo incluye a personas que frecuentan prostíbulos de forma descontrolada, que recurren a webcams y cibersexo, o que pasan largos periodos consumiendo contenido en plataformas como OnlyFans.
La adicción a la pornografía, en particular, se ha consolidado como una de las formas más comunes de este trastorno, representando entre el 80% y el 87% de los casos tratados.
El impacto del consumo temprano de pornografía en adolescentes
Aunque existen pocos estudios específicos sobre adolescentes, los expertos han detectado que una exposición temprana a la pornografía puede aumentar las probabilidades de desarrollar comportamientos compulsivos.
Algunas investigaciones sugieren que hasta el 10% de los adolescentes están en riesgo de adicción al porno, y que este porcentaje es más elevado entre los chicos. Villena advierte que esta exposición temprana puede distorsionar la relación de los jóvenes con la sexualidad, convirtiendo lo que debería ser placentero en una experiencia compulsiva y dolorosa.
La falta de estudios sobre este grupo etario, y sobre mujeres en particular, limita la comprensión de esta problemática. Sin embargo, se sabe que ellas enfrentan mayores barreras para buscar ayuda debido al estigma añadido que enfrentan.
Aunque la frecuencia de adicción es menor en comparación con los hombres, cuando se presenta, la adicción en mujeres tiende a ser más difícil de tratar por las dificultades emocionales y sociales que experimentan.
Factores predisponentes: trauma, trastornos de personalidad…
El origen de la adicción al sexo puede encontrarse en múltiples factores predisponentes. Entre ellos, el abuso sexual y el trauma son de los más destacados. Según Villena, las personas que han sufrido violencia en la infancia o la adolescencia pueden desarrollar una vivencia de la sexualidad basada en la vergüenza, el dolor y el descontrol.
Esta disociación traumática y la incapacidad de regular emociones pueden llevar a algunos individuos a usar la sexualidad como un mecanismo de compensación.
Villena también destaca que los trastornos de personalidad, como el narcisismo o el trastorno límite, tienden a predisponer a las personas hacia un comportamiento sexual impulsivo. La impulsividad y la búsqueda constante de novedades, características comunes en personas con TDAH, también son factores que influyen en el desarrollo de la adicción al sexo.
De esta forma, el sexo se convierte en un refugio o en una vía de escape para quienes carecen de las herramientas emocionales necesarias para enfrentar la soledad, la ansiedad o la depresión.
La tecnología y el sexo 24/7: el acceso a contenido constante y sus riesgos
Nunca antes había sido tan fácil acceder a contenido sexual como en la actualidad. Las plataformas digitales ofrecen un menú inagotable de opciones que permiten consumir pornografía y otras formas de contenido erótico a cualquier hora del día, lo que facilita la compulsividad. Esta accesibilidad, unida a la posibilidad de explorar experiencias novedosas constantemente, incrementa la capacidad de generar adicción. Los algoritmos de redes y plataformas alimentan este ciclo con contenido adaptado a los intereses del usuario, propiciando el consumo constante.
Villena describe cómo los síntomas de esta adicción incluyen la falta de control, la tolerancia (necesidad de ir cada vez más lejos) y el síndrome de abstinencia. Las personas que intentan reducir su consumo enfrentan problemas como dificultades para dormir y estados de ánimo inestables, síntomas similares a los de quienes padecen dependencia a sustancias químicas.
Consecuencias en la vida personal y salud mental
La adicción al sexo tiene graves implicaciones para la vida diaria de quienes la sufren. Las personas pierden tiempo, calidad de vida y llegan a experimentar problemas en sus relaciones personales y laborales. La dependencia de estas conductas afecta incluso a sus relaciones sexuales convencionales, al punto de que muchos presentan disfunciones y dificultad para excitarse en situaciones reales, consensuadas y afectuosas.
Esta adicción también influye en las habilidades sociales, especialmente entre quienes sufren de baja autoestima y tienden al aislamiento. Villena subraya que las consecuencias pueden ser incluso legales, especialmente en casos extremos de consumo de pornografía ilícita.
Tratamiento: hacia una sexualidad saludable
El enfoque cognitivo-conductual es el método terapéutico más reconocido para tratar el trastorno de comportamiento sexual compulsivo. Estas terapias, tanto en formato individual como grupal, han demostrado eficacia clínica y ofrecen herramientas a los pacientes para identificar sus patrones y reducir sus impulsos. Villena menciona también el uso de mindfulness y la aceptación y compromiso como opciones válidas en algunos casos.
El proyecto comodejarlo.org se ha establecido como un recurso de autoayuda para quienes desean reducir su consumo de pornografía. Basado en técnicas de terapia cognitivo-conductual, este programa ofrece apoyo en línea y guía a los pacientes para trabajar su autoestima, manejar eventos traumáticos y desarrollar habilidades de relación.
A pesar de estos avances, Villena afirma que sigue habiendo un vacío en la investigación, especialmente en mujeres y homosexuales. Para él, comprender y visibilizar esta problemática desde un enfoque científico es fundamental para reducir el estigma y ayudar a que más personas reciban el apoyo necesario para vivir una sexualidad plena y saludable.