La falta de datos oficiales hace que las estadísticas bailen. Unos aseguran que los diagnosticados podrían estar entre el 3 o 4% de la población, otros que entre el 4 y 6%. Pero la mayoría de los psicólogos alerta de que estos porcentajes son solo la punta del iceberg y que estamos ante una enfermedad que va creciendo año a año y en la que los pacientes, a menudo hombres, llegan a sus clínicas cuando ya no tienen a qué agarrarse.

La adicción al sexo ha ocupado portadas esta semana tras la confesión de Íñigo Errejón de que llevaba meses acudiendo a un psicólogo por esta enfermedad. Desde El Independiente hablamos con varios especialistas en esta materia que han visto cómo en sus consultas ya no quedan huecos libres. Que ven en internet al peor enemigo de los adictos y que comparten opinión, casi siempre, sobre las causas y las consecuencias.

«El adicto al sexo tiene una conducta sexual que no puede controlar y que acaba afectado a todas las facetas de su vida, esta adicción se ha visto incrementada por Internet»

Uno de ellos, Fernando Botana, director de Impasse Adicciones, lleva treinta años tratando la adicción al sexo en su consulta y es uno de los que asegura que un 6% de la población es tirar muy por lo bajo. Él la define como una conducta sexual que no se puede controlar y que acaba afectando a todas las facetas de tu vida. Y asegura que se ha visto incrementada con los años y con la «accesibilidad». «Hace 40 años un hombre estaba con ansiedad en su oficina, cargado de estrés, y lo resolvía como podía. Ahora, tienen a su alcance una cantidad de elementos que antes no existían y los tienen en el teléfono móvil y al instante».

Se refiere a la pornografía, a las webs de citas y a la prostitución. Algo en lo que está de acuerdo María Padilla, psicóloga y directora de la clínica Capital Psicólogos, que asegura que esta adicción funciona como una especie de analgésico «para sobrellevar momentos difíciles» y que los adictos no son capaces de reprimirla. «Muchos luego sienten vergüenza de su comportamiento y se arrepienten, pero otros ni se plantean lo que están haciendo. Muchos no asumen el problema y no es que se lo nieguen, es que no lo ven«, añade sobre por qué tienen la certeza de que está infradiagnosticado.

«Comparte ciertas características con otras conductas adictivas porque se activan los mismo circuitos cerebrales, sobre todo el de la dopamina, por lo que se refuerza ese comportamiento»

Y ambos también coinciden en las causas. «Está claro que hay gente más propensa a las adicciones, eso se puede ver en una capa de las neuronas que en ellos es más finita pero también que hay un trauma, no hablo de un abuso sexual, sino de una falta de apego o unos padres muy estrictos con este tema», asegura Padilla. Y Botana enfatiza que también está relacionado con la falta de autoestima y «con una serie de condiciones previas que han generado una conducta compensatoria de una vida real que no les satisface».

Por su parte, Mariela Martínez Ramos, psicóloga, sexóloga y experta en terapia de pareja de la Clínica de salud mental Nozaleda&Lafora, explica que «no hay una causa concreta sino que es más multifactorial». Para ella se combinan distintos factores de tipo biológico, social y psicológico; como que el sistema de recompensa esté hiperactivo y que la persona tenga cierta compulsividad en el compartimento sexual para buscar esa recompensa». Además, añade que «comparte ciertas características con otras conductas adictivas porque se activan los mismo circuitos cerebrales, sobre todo el de la dopamina, por lo que se refuerza ese comportamiento y esto acaba generando un ciclo constante que te lleva a seguir buscando esa gratificación constantemente».

Hombre, adulto y con acceso «rápido»

Y, aunque hay casos en mujeres, el prototipo de paciente es sobre todo hombres, que como explica Padilla, se vuelven conscientes de este problema «ya siendo adultos». «Sabemos que se empieza a desarrollar un poquito más allá de la adolescencia y se manifiesta de los 30 en adelante, porque tu ya no tienes tanta facilidad para acceder al otro sexo y la gente empieza a tener vidas más individuales y es cuando los síntomas explotan».

Botana, en cambio, habla de adolescentes completamente adictos al sexo a través de la pornografía. «En casos extremos hablamos de un chico que puede llegar a masturbarse diez veces al día, que no sale de su cuarto y que la madre te viene desesperada porque no sabe que hacer», asegura y añade que estos comportamientos en adolescentes si no se tratan a tiempo acabaran por generar un adulto con una adicción al sexo más difícil de tratar.

«El acceso gracias a Internet es rapidísimo, cuando el sujeto siente la necesidad no tarda en conseguirlo, la gratificación es instantánea y la percepción del riesgo es mínima, por lo que esto favorece ese círculo de recompensa»

En la misma línea se manifiesta Martínez Ramos, que asegura que «Internet, sin duda, ha incrementado este tipo de adicciones». «Permite un acceso muy fácil desde el anonimato, a edades muy tempranas y a contenidos fuertes. Además, el acceso es rapidísimo, cuando el sujeto siente la necesidad no tarda en conseguirlo, la gratificación es instantánea y la percepción del riesgo es mínima por lo que esto favorece ese círculo de recompensa», sostiene.

Aunque ella también va más allá y habla de su uso por parte de los adictos adultos. «Aquí tienes acceso a webs de contactos, de citas, a saber en qué lugares hay otras personas que andan en lo mismo… Cuando una persona es vulnerable a esta adicción, Internet le da todo lo que necesita», denuncia. A la pregunta de cómo acceden al sexo de forma diaria, aseguran que a través de estos mecanismos y Botana añade que en algunos casos también es «una cuestión económica». «Hay gente que puede llegar a tener sexo todos los días varias veces», sentencia.

Todos saben que esta adicción ha llegado a los medios de comunicación por el caso Errejón y, al preguntarles si el poder es un factor, aseguran que no es que la persona con poder sea más propensa a padecerla, pero sí que es capaz de llevarla a cabo de manera más fácil. «Si tienes poder, tienes contactos y más facilidad para poder tener sexo constantemente». Y salen a relucir nombres como el del actor Michael Douglas, el del expresidente del FMI Strauss-Kahn, el golfista Tiger Woods y de otros tantos hombres (y alguna mujer) poderosos.

Eso sí, quieren dejar claro que nada tiene que ver la adicción al sexo con comportamientos ilegales ni amorales aunque sí que hay casos en los que un adicto también es un acosador sexual, pero «no es ni mucho menos una consecuencia directa». «Mira, cuando salió lo de Errejón tuve una consulta con un señor que me dijo que se le había removido el estómago. Que había visto en sus comportamientos actitudes que en algún momento él estuvo a punto de hacer», confiesa Botana.

Familias rotas, aislamiento y vergüenza

Y llegamos a las consecuencias. «Todo esto deriva siempre en conflictos, ya sean de pareja, laborales o de aislamiento», asegura el psicólogo. Greta Pisano, psicoterapeuta con orientación relacional integradora, argumenta en un artículo que «el sexo se convierte en algo más importante que la familia, la amistad y el trabajo y, al igual que ocurre con los efectos de las drogas, llega a alterar el estado de ánimo y a afectar la vida cotidiana de estas personas».

«Al final, todo gira en torno al sexo porque cuando tenemos una adicción, marca el sistema nervioso autónomo y secuestra nuestra vida. Marca bastante las relaciones afectivas, de pareja si la tienen, de encontrarla si es lo que buscan, laborales… Las consecuencias son catastróficas», añade Padilla. Algo en lo que están de acuerdo tanto Botana como Martínez Ramos, y la segunda hace hincapié en que «si la cosa se agrava tiene consecuencias en el rendimiento físico, laboral, familiar… Podemos llegar a extremos en los que los sujetos se salten ciertas normas y pongan en riesgo su integridad física con enfermedades de transmisión sexual».

«La persona difícilmente va a poder salir de esta adicción sin ayuda de un profesional, seguramente tengamos que combinar terapia psicológica con farmacológica»

Por lo que para poder salir de esta adicción siempre es necesario un tratamiento y más cuando, como nos cuentan, la mayoría de los casos llegan siendo graves. «La persona difícilmente va a poder salir de esta adicción sin ayuda de un profesional, seguramente tengamos que combinar terapia psicológica con farmacológica y el objetivo siempre es que recupere el control y trabajar en la causa, porque si no trabajas en la causa una vez que dejes de recibir ayuda, seguramente vuelvas a caer», explica Botana.

Y Padilla afirma que el fármaco que se les suministra es, normalmente, Bupropion, «un inhibidor de la recaptación de la serotonina». También que los pacientes adictos al sexo son los que más pudor sienten, los que menos quieren que se sepa sobre su tratamiento. «Lo suelen llevar muy discretamente», apunta. Y Botana confirma que al final «que la gente lo sepa para ellos es un estigma difícil de quitarse de encima», aunque recuerda que antes se encontraba «con muchos pacientes casados que cuando su mujer se enteraba les dejaba y ahora es la mujer la que los trae de las orejas porque hay una mayor sensibilidad a las enfermedades de este tipo, hay más información y ya saben que no es que no las quiera o no quiera a la familia, sino que tiene un problema».

También que existen grupos de «sexólicos anónimos», donde acude gente que está sola «y no puede parar su conducta sexual y allí se sienten entendidos». «Da más vergüenza decir que eres adicto al sexo que a la cocaína y además es algo que está en la intimidad de cada uno, así que se ve menos», explica Martínez Ramos. Y todos coinciden en que las consultas cada vez están más llenas y alertan a las generaciones futuras, o más bien a los padres, de que un control mayor durante la adolescencia es clave para evitarlo.

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