Corría febrero cuando Javier Milei viajó a Washington para participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) como excentricidad sudamericana. Al ver a Donald Trump se abalanzó como un fan. «¡President!«, gritó en un inglés escolar. El magnate devolvió atenciones. «Es un gran señor. Es uno de los pocos que puede hacer a Argentina grande de nuevo». La escena es valorada por el anarco capitalista como algo más que un momento de identificación política: una fantasía anticipatoria. El Gobierno de ultraderecha cree el candidato republicano ganará las elecciones de Estados Unidos y aquel saludo de febrero, al grito «¡president!», no solo se convertirá en una profecía autocumplida, sino que tendrá para Milei su compensación: el extertuliano televisivo está convencido de que con la vuelta de Trump a la Casa Blanca se convertirá en el principal interlocutor regional de Washington.
En 10 meses de gestión, Milei ha cultivado sus relaciones con Israel y el trumpismo con detallado esmero. A los efectos de sintonizar con lo que, intuye, será una nueva era, acaba de echar a su ministra de Exteriores, Diana Mondino, por haber sumado a Argentina al voto de 187 países que volvieron a condenar en la ONU el embargo comercial norteamericano contra Cuba. La destitución, con argumentos de los días más calientes de la Guerra Fría, dio paso a una medida más audaz: el inicio de una verdadera caza de brujas en el servicio diplomático para depurarlo comunistas imaginarios. La paranoia ideológica, que ha provocado estupor en Buenos Aires, solo se entiende como el primer gesto de alineamiento con el probable vencedor de los comicios norteamericanos.
Milei, quien en todos estos meses también ha intentado cultivar un vínculo con Elon Musk, de un fuerte protagonismo en la campaña electoral norteamericana, cree que una eventual victoria de Trump lo coloca en una situación inmejorable porque podría contrarrestar la influencia en América Latina del brasileño Luiz Inacio Lula da Silva y la mexicana Claudia Sheinbaum. Durante la crisis venezolana derivada de la controvertida reelección de Nicolás Maduro, Argentina puso en escena el primer ensayo de este papel que desea representar con los republicanos en el poder al expresar las posiciones más extremas de enfrentamiento con el Palacio de Miraflores.
Cuestiones de dinero
La llegada de Trump, supone la ultraderecha argentina, ubicará a este país y a su liderazgo, en un tablero diferente del ajedrez internacional. Los sueños y la realidad se confunden en un punto que es contable: el Gobierno de La Libertad Avanza espera como moneda de cambio de una lealtad sobreactuada que el republicano facilite mejores relaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Durante su primera administración, el papel de Trump fue clave para que su amigo Mauricio Macri recibiera un préstamo inédito de 45.000 millones de dólares. La suma debía contribuir a su reelección, algo que no sucedió, entre otras razones debido a que ese dinero participó del circuito de la fuga de capitales. Entonces, Luis Caputo estaba al frente del Banco Central. En la actualidad es el ministro de Economía de Milei, adalid del ajuste y uno de los que esperan de nuevos buenos oficios de Trump para que Argentina no solo refinancie una vez más ese pasivo, sino que pueda acceder a nuevos créditos necesarios para profundizar el modelo económico y terminar con los controles cambiarios. En el primer semestre de 2025 se deben abonar unos 13.000 millones de dólares a acreedores privados y al FMI.
Argentina no es prioridad
El entusiasmo de la ultraderecha argentina parece pasar por alto las principales urgencias que tendría el republicano en caso de volver a sentarse en el Salón Oval: Ucrania y Oriente Próximo. «Si la lógica de Trump se impone y Milei se convierte en su principal aliado y vocero en la región, lo más lógico sería que el libertario tenga que tomar una posición de equidistancia en el conflicto ucraniano ante la posibilidad de un acercamiento de Trump con (Vladímir) Putin. El alineamiento automático con el magnate republicano podría suponer un cambio de tono en algunos temas que Milei ha decidido levantar la voz», señaló el portal ´La Política Online`.
Si hay un país latinoamericano que aparece en la agenda de Trump es México, por la cuestión migratoria. Milei puede resultarle a Trump un experimento curioso que podría exhibir como parte de su linaje, como ocurrió en su momento con el brasileño Jair Bolsonaro. Sin embargo, los analistas no encuentran razones de un interés más profundo en Argentina, ni siquiera por su giro radical en el tema venezolano.
El factor China
Al anarco capitalista se le presentaría otro desafío y es China. Pekín irrumpe en la mirada del trumpismo como el principal punto de confrontación global, justo cuando Milei ha dado una sorprendente pirueta retórica en relación con el gigante asiático. «Yo no haría negocios con China. Yo no vendo mi moral ni hago pactos con comunistas», decía Milei antes de ganar las elecciones. El Gobierno de Xi Jinping tuvo un papel crucial al extender el préstamo de 5000 millones de dólares que le permitieron a Buenos Aires pasar zozobras financieras. Milei se olvidó de sus insultos y no solo prometió viajar en enero a conocer la Gran Muralla. «China es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada. Lo único que piden es que no los molesten», dijo meses atrás.
Por lo pronto, y en caso de que las expectativas de Milei no se cumplan y se imponga Kamala Harris, Argentina intentará adecuarse a lo imprevisto. El nuevo ministro de Exteriores, el empresario Gerardo Werthein, tiene también sus contactos con los Demócratas.
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