Un agente de la Guardia Civil corta el acceso a mitad de la cuesta de Letur: «A partir de aquí, no se puede acceder en coche. Y a partir de allí (señala un punto a unos 30 metros) ya no se puede entrar ni caminando». Este municipio albaceteño de la Sierra del Segura acaba de sufrir la mayor catástrofe natural de la historia del pueblo. Desde el precinto de la Guardia Civil se pueden apreciar coches amontonados y construcciones destrozadas.
El desborde del arroyo, alimentado por siete rieras que confluyen en la parte más alta de la localidad, se llevó por delante el martes casas, coches y vidas humanas. Por el momento hay confirmada una sola víctima mortal y cinco desaparecidos que siguen sin ser localizados. Pero la tragedia podía haber sido mucho peor.
La particular orografía de Letur, uno de los pueblos más turísticos de La Mancha, hizo inevitable el desastre. «Letur es una cuesta y el casco antiguo está abajo del todo», ilustraba a este diario uno de los vecinos que participa en las labores de rescate. Ese núcleo histórico es el que cuenta con casi toda la oferta de ocio de la localidad. Y los sábados, los domingos y los veranos, se llena de visitantes foráneos.
Bares abiertos
«Lo que ha pasado es una tragedia; aquí nos conocemos todos. pero si hubiera sucedido el fin de semana, podríamos estar hablando de cientos de muertos», añade otro letureño desde el colegio municipal. Las clases han sido suspendidas y el centro educativo se ha convertido en un improvisado puesto de mando, desde el que operan Guardia Civil, Bomberos, Protección Civil, periodistas y vecinos que han acudido allí a prestar ayuda.
«Si esto hubiera pasado el domingo, no me quiero ni imaginar cómo estaríamos», apostilla Paco, otro de los vecinos que lleva ayudando a retirar barro desde la misma noche de la catástrofe. Se refiere a la alta ocupación que registra el pueblo en festivos: «Viene gente de todos lados. En los últimos tiempos vienen muchos turistas. Demasiados a veces. Por el ambiente que hay en el pueblo, por las actividades que se organizan, como piragüismo o excursiones».
Esa proliferación del turismo en Letur ha hecho que la mayor parte de los locales recreativos y de hostelería del Casco antiguo (hasta la fecha el mejor conservado de la provincia de Albacete) tengan en los fines de semana su ‘agosto’ particular. «Hay bares que estaban cerrados cuando se desbordó el arroyo y por eso se salvaron. Los sábados y domingos, las puertas están abiertas y los locales llenos de gente. Hubiera sido una tragedia».
Gente de Terrassa
No solamente los locales: la afluencia de visitantes en Letur es tal los fines de semana «que el Casco antiguo se llena de gente paseando. También se los hubiera llevado el agua», barrunta Miguel, otro vecino de la zona alta del municipio. Son los menos afectados por la riada. Curiosamente se trata de la zona que más residentes de Letur alberga. La zona histórica, siguiendo con la fiebre del turismo, pertenece a ‘veraneantes’.
Gran parte de ellos residen en Terrassa (Barcelona). Manchegos que emigraron a Cataluña en las décadas de los 60 y los 70 y que construyeron una numerosa comunidad de letureños en la ciudad vallesana. Algunos regresaron a Letur a principios de este siglo. Otros siguen viniendo habitualmente, pero solamente en verano y vacaciones. Y casi todos ellos tienen su casa en la zona más golpeada por la catástrofe.
«En el Casco antiguo también vive gente del pueblo, como varios de los desaparecidos o la persona que ha fallecido. Pero serán 40 o 50 como mucho», prosigue Miguel. La mayor parte de los vecinos viven en los barrios de la entrada del pueblo. «Las casas de la zona histórica pertenecen principalmente a gente de Terrassa que solamente viene en verano y por eso estaban vacías. También hay alojamientos turísticos que estaban desocupados cuando se desbordó el río».
Sin agua
Dicha zona está cortada incluso a los propios residentes. No hay seguridad y los suministros básicos no funcionan. La corporación municipal ha conseguido dotar de agua a los barrios de la entrada, «pero el Casco antiguo no, y creemos que tardará bastante en volver a tener agua corriente», apunta uno de los agentes de la Guardia Civil.
La solidaridad de los vecinos y habitantes de pueblos aledaños ha sido total: «Estamos completos. Si vas a escribir algo, di por favor que no venga más gente. Que estamos llenos. De comida, de bebida y de manos para ayudar», pide Aina, una de las residentes en la entrada del pueblo que ha bajado hasta el colegio a echar una mano. Anota los números del resto de vecinos para tenerlos ubicados, por si necesitan algo o si han de ser requeridos para echar un cable. Botellas de agua, bocadillos y otros alimentos se apilan en unos pupitres, dispuestos para ser repartidos.
En Letur esperan otra noche dura. De los cinco desparecidos, se ha hallado el coche en el que viajaban Juan y Manolo, los dos operarios municipales arrastrados por la riada. Sus cuerpos no han aparecido, al igual que los de Jonathan, Mónica y Antonia, los otros tres vecinos que ahora buscan con ahinco los equipos de rescate.