Madrid, 20 horas del jueves 31 de octubre. Las calles del centro, que son por las que paseo tras salir de la redacción de El Independiente, están llenas de gente. Hace una temperatura agradable, quizás 18º. Las terrazas, a rebosar. Por las aceras, padres y madres con sus hijos de la mano, todos disfrazados. ¡Es la noche de Halloween! Y el Ayuntamiento de la ciudad ha puesto en marcha un operativo especial para que no se produzcan incidentes en las innumerables fiestas que se celebrarán por la noche y en la madrugada del Día de los Difuntos.

A esa misma hora, todas las cadenas de televisión, públicas y privadas, compiten en sus especiales por ver cuál retrata mejor, de una forma más dramática, lo que está sucediendo en la Comunidad Valenciana y en zonas de Castilla-La Mancha, Andalucía o Aragón.

Son dos realidades paralelas: el sufrimiento y el jolgorio al mismo tiempo. Seguro que muchos de los que salieron a divertirse por la noche vieron las imágenes del desastre unos minutos antes y se sintieron condolidos. Pero, ¡qué se le va a hacer! Al fin y al cabo es lo que hicieron los diputados que aprobaron la reforma del sistema de elección de RTVE un día antes: «No estamos para achicar agua».

Esta sociedad ha logrado lo que parecía imposible: disociar el dolor colectivo y la empatía. La solidaridad se reduce a un «pobrecillos». Y ya está.

Mientras, los políticos no se han dado ni unas horas de tregua para señalar al culpable de la desgracia. Feijóo acusó al presidente de que no le ha informado de nada; Marlaska, por su parte, señaló con el dedo a Carlos Mazón por no haber activado a tiempo los mecanismos de Protección Civil.

Si estuviéramos en un país normal (cuando lo pienso, me doy cuenta de que cada vez quedan menos países en esa categoría), lo lógico sería que los partidos acordaran crear una comisión de investigación independiente para que elaborase un informe proponiendo al Congreso medidas para evitar que lo sucedido a partir de la noche del martes no se vuelva a repetir. Si para algo deberían ser útiles las comisiones de investigación, es justamente para eso. Pero como en España todo es política y confrontación, ¿qué se juegan ustedes a que acabamos sin saber qué es lo que ha fallado para que mueran más de 200 personas como consecuencia de una DANA -o gota fría- que ya estaba prevista?

Hasta el martes por la tarde no había sensación de que estábamos sufriendo la mayor catástrofe natural del siglo

Si nos acercamos a los hechos sin prejuicios, vemos que no ha habido sólo un error o un sólo responsable, sino que ha habido una cadena de desaciertos que han contribuido a provocar la mayor catástrofe natural del siglo en España.

1º No es cierto se supiera lo que iba a pasar.

La sensación que había en España el martes 29 de octubre no era de alarma. Ni mucho menos. Un ejemplo de ello es cómo dieron la noticia los medios de comunicación. Escojo de ejemplo El País (aunque la inmensa mayoría de los medios hicimos algo parecido). A las 17,25 horas del martes, la primera noticia de su web, la apertura, como decimos los periodistas, era: «El juez imputa otros dos delitos a Begoña Gómez y la cita a declarar el 18 de noviembre». A su derecha, había una gran fotografía con imágenes de la guerra: «Israel intensifica sus ataques sobre Gaza y Líbano y causa más de 150 muertos». Para saber algo de lo que ocurría en Levante había que bajar hasta la noticia número 12: «Las lluvias provocan inundaciones y desalojos en Andalucía y Comunidad Valenciana».

No fue hasta la actualización de las 00.25 (es decir, ya en la madrugada del día 30) cuando El País abrió su portada con las inundaciones: «Al menos siete desaparecidos en Albacete y Valencia por las inundaciones y las crecidas de los ríos».

En general, hasta la noche del martes, la mayoría del país no era consciente de la dimensión de la tragedia. Es decir, cuando ya poblaciones como Utiel, Requena o Paiporta estaban inundadas y había decenas de desaparecidos.

Cuando se prevé una catástrofe, los medios cumplen una función esencial. Véase el ejemplo de lo que sucedió en Estados Unidos el pasado 5 de octubre con el huracán Milton, que se preveía como el más devastador registrado en el Golfo de México y que causó tan sólo 33 víctimas. Los medios, y los políticos, desde Joe Biden al gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, advirtieron desde días antes del peligro, y así se logró salvar no cientos, sino miles de vidas.

2º La Aemet advirtió, pero no lo hizo con la suficiente contundencia.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, lanzó un Aviso Especial el domingo 27 de octubre. En él se decía: «Una DANA producirá precipitaciones generalizadas en la Península y Baleares, al menos hasta el jueves 31. En el área mediterránea los chubascos serán muy fuertes e, incluso, torrenciales. ¡Mucha precaución!».

No es hasta el martes 29 de octubre a las 7,36 de la mañana cuando la Agencia activa el Nivel máximo Rojo.

A las 8,04 de la mañana del martes, la Aemet actualiza el Aviso Rojo para el litoral sur de Valencia y advierte de lluvias de «intensidad torrencial». «Acumulación de más de 90 litros por metro cuadrado en una hora pueden ocasionar crecidas e inundaciones».

A las 9 de la mañana, la Aemet vuelve a advertir: «Peligro importante, incluso extremo. Aléjate de cauces, ramblas y zonas inundables».

No es que la Aemet no advirtiera, que lo hizo, sino que no valoró en su medida exacta la alarma (de hecho, hubo zonas en las que la lluvia superó los 400 litros por metro cuadrado), ni tampoco la exacta localización del lugar donde eran más probables las consecuencias desastrosas de la DANA.

Tal vez la Aemet no tiene medios suficientes para hacer una previsión más exacta. Pero eso deberíamos saberlo y no contentarnos con decir que ya se avisó.

3º El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, no actuó con la urgencia y contundencia que las circunstancias requerían.

Tal vez porque le faltara información, Mazón lanzó un tuit (luego borrado) en X a las 12 horas del martes en el que afirmaba: «La previsión es que el episodio acabará a las seis de la tarde».

Sin embargo, a las 16,57 el Servicio de Emergencias 112 ofreció las primeras imágenes de las inundaciones de Utiel, en las que se podía calibrar la dimensión de la tragedia. Una hora después, el 112 advertía de la posibilidad de desbordamientos generalizados por el aumento del caudal del río Magro.

A las 17,54, la Aemet prolongó el Aviso Rojo hasta las ocho de la tarde.

Por fin, a las 20,03 Protección Civil, que depende de la Generalitat, activó la alerta en los móviles en la que instaba a los ciudadanos a permanecer en sus casas. Pero, a esa hora, ya había muchas carreteras colapsadas y pueblos enteros inundados. Probablemente, ya había decenas de muertos.

4º Interior no puede lavarse las manos.

Fue muy rápido Grande Marlaska a la hora de descargar todas las responsabilidades sobre los hombros del presidente de la Generalitat Valenciana, por su tardanza en el envío de la alerta.

Sin embargo, a media tarde, con la información que ya se tenía, Interior podía haber elevado la alerta de su nivel 2 (en el que la responsabilidad recae sobre el gobierno autonómico), al nivel 3 (en el que Interior asume esas responsabilidades). Pero no lo hizo. ¿Por qué?

No se trata de ver quién tuvo más culpa, sino de analizar cómo se podía haber paliado la tragedia.

5º Las Fuerzas Armadas han cumplido su misión.

Tanto los miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), como los efectivos enviados por Defensa para hacer labores de auxilio a las zonas afectadas, han estado a la altura de los acontecimientos. De hecho, los 500 efectivos de los tres ejércitos que han llegado a Valencia en la mañana del viernes se han convertido en el mejor referente de lo que hay que hacer en estos casos: hablar menos y hacer más.

6º García Page se salva de la quema y demuestra su olfato político.

El presidente socialista de Castilla-La Mancha está fuera de toda polémica. Recibió al líder de la oposición, Núñez Feijóo, al día siguiente de que se produjeran las mayores inundaciones, se limitó a dar mensajes de esperanza a la población y no echó las culpas a nadie. Por supuesto, el PP de Castilla-La Mancha no ha le ha puesto un pero. El Gobierno, tampoco.

A lo mejor, algunos aprenden. En ocasiones así, lo mejor es buscar apoyos, no polémicas.

Por cierto, los coches han sido una trampa mortal para muchos. Es un error pensar en salvar el coche cuando lo que corre peligro es la vida.

Seguro que hay cosas que desconocemos. Como, por ejemplo, si funcionaban o no todos los radares de la zona; o si fue una buena idea no concretar la creación de una UME en Valencia. También habría que ver si la Aemet necesita de mejores y más precisos medios, o si habría que poner fin de una vez a las construcciones en los barrancos y torrenteras.

Creo que la dimensión del desastre es una buena ocasión para que los expertos (y no los políticos) nos digan qué hay que hacer para evitar que esto se repita.

Pero, insisto: ¿están nuestro líderes políticos preparados para ese rasgo de responsabilidad y humildad? Lo dudo.

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