La dimensión del desafío

Ante una catástrofe natural, la diferencia entre primer y tercer mundo no está en la cantidad de agua caída o en la intensidad que haya alcanzado en la escala un terremoto. Está en la respuesta dada por el Estado (que es la administración central y la autonómica, por eso los presidentes de comunidades tienen la consideración de máximos representantes del Estado en sus territorios) al suceso. Los ciudadanos pagan impuestos y ceden voluntariamente espacios de libertad individual para que existan mecanismos de prevención, antes, y de auxilio, después, que les protejan razonablemente de desastres que no se pueden evitar, pero sí paliar. Esa es la distancia que separa a los que hemos tenido la fortuna de vivir en países avanzados de los que sufren la desgracia de haber nacido en estados fallidos y países desestructurados: la de la fortaleza con la que se hace frente colectivamente a los desafíos.

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