Nacido en 1971 en la localidad canaria de Telde, Juan Verde fue subsecretario adjunto para Europa y Eurasia en el Departamento de Comercio del Gobierno de Estados Unidos durante el mandato de Barack Obama, entre 2009 y 2011. En la actualidad aconseja al presidente Joe Biden y a Kamala Harris, que compite por el cargo con Donald Trump.

Las encuestas en EEUU sobre las presidenciales están muy reñidas. ¿Qué consecuencias para la economía internacional tendría el triunfo de Donald Trump?

Las encuestas muestran un empate técnico absoluto. Jamás antes había habido unas elecciones tan reñidas. Si gana Trump, como europeos deberíamos estar muy preocupados. La mejor forma de predecir cómo va a actuar un político es analizar lo que ha hecho en el pasado. En su primer mandato, incrementó los aranceles a los productos europeos y, sobre todo, a los españoles. Ha dicho que volverá a hacerlo. Les pondrá aranceles que en algunos sectores pueden llegar al 30%. La relación transatlántica se va a ver afectada por el proteccionismo. En segundo lugar, habrá un mayor aislacionismo internacional de EEUU. En su primer mandato sacó al país del Acuerdo de París e incluso de Unicef. Y va a seguir por esa línea. Lo dice él mismo. Afectará a temas de cambio climático y de proliferación nuclear. Por último, el mayor periodo de paz y prosperidad en Europa fue entre 1945 y 2022, hasta Ucrania. Ese cambio se produjo después de que Trump dijera que la defensa de Europa no estaba garantizada y eso dio carta libre a Vladímir Putin. Ahora ha dicho que la guerra de Ucrania durará 24 horas, porque si gana le dirá a Putin que haga lo que quiera. Eso es muy peligroso para los europeos, porque podría seguir expandiéndose por el continente.

Se avecina una guerra comercial entre China y la UE a raíz de la expansión del coche eléctrico chino, entre otros factores. El gigante asiático ya no es aquel país que hace tres décadas se dedicaba a copiar y Europa parece haber entrado en cierta decadencia. ¿Cómo lo ve?

Sin lugar a dudas, nos acercamos a un nuevo orden mundial basado en dos bloques: por un lado, China, Rusia y sus aliados, y por el otro EEUU, la UE y sus aliados, donde los países van a tener que elegir su bando. Esa pugna tendrá ramificaciones comerciales, porque podemos esperar más proteccionismo por parte de cada bando, y tecnológicas, porque los países van a tener que decidir qué tipo de tecnología utilizan, si la china o la norteamericana, en inteligencia artificial, en computación cuántica y en el 5G. China ha demostrado que no cree en la reciprocidad, no juega con las mismas reglas que nosotros. El resto del mundo está convencido de que hay que hacerle frente a China si queremos ser competitivos. Tenemos una absoluta dependencia en sectores estratégicos como, por ejemplo, los semiconductores, los minerales críticos y las tierras raras, sin los cuales no hay desarrollo tecnológico, ni algo tan básico como los antibióticos. El 92% de los que se consumen en EEUU se fabrican en China.

La casi permanente guerra en Oriente Próximo está viviendo uno de sus peores episodios. Sin embargo, y a pesar de que es la zona petrolera por antonomasia, no está afectando a la economía internacional, a diferencia de lo que sucedió con la invasión de Ucrania. ¿Por qué?

Creo que va a haber incidencia. La guerra ha puesto de manifiesto otra vez la dependencia energética de los países occidentales y China. Esto lo que va a hacer es acelerar la transición energética. No hay seguridad energética sin transición que nos haga menos dependientes. Es una consecuencia positiva. Sí hay consecuencias negativas, porque esa transición será a medio plazo y mientras tanto se va a sufrir. Cuando ocurre la invasión de Ucrania, la producción del país se ve afectada de inmediato y eso tuvo impacto en el precio de los cereales y causó inflación. Europa le puso trabas económicas a Rusia y aumentaron los precios. En Oriente Próximo, el impacto se ha centrado en los civiles de Gaza, sobre todo, pero todo hace pensar en una mayor regionalización donde sí va a impactar a los productores de petróleo, como Irán, y a partir de ese momento empezarán las consecuencia negativas en el mercado del petróleo y el gas. 

La economía española va muy bien. No obstante, el clima político en el país es irrespirable. ¿Está utilizando la derecha española los métodos comunicativos del trumpismo para socavar a un Gobierno que presenta buenos números económicos, a la postre lo que más le interesa al ciudadano? 

No me meto en esa valoración. Vivo en EEUU desde hace 38 años y no me atrevo a hacer un análisis sobre la situación interna de España.

¿Cuál es, en su opinión, el gran riesgo que aqueja en estos momentos a la economía internacional y que no está siendo destacado en la agenda pública?

Hay varios factores geopolíticos. La polarización es el primero. Vamos a un orden mundial con dos polos, que tendrá como consecuencia mayor proteccionismo por un lado y mayor cooperación entre los aliados. La globalización como la conocíamos ha dejado de existir. Ya no vas a poder comprar en China a los precios de antes, por los aranceles, y eso va influir en la gestión del negocio de las empresas. En ese sentido, también habrá cambios en la cadena de suministros. Otro factor es la sostenibilidad: los países seguirán acelerando la transición energética. El mayor inversor en energías limpias es China, el segundo es EEUU y el tercero es Europa. No es una coincidencia. En tercer lugar mencionaría que otro factor es el de los resultados de las elecciones en EEUU, que pueden cambiar el rol de ese país en la política exterior.

¿Y la desigualdad, que no para de crecer?

Es una grave preocupación porque tenemos que apostar por un modelo económico más justo y equitativo para más personas. Si no es así crecerá el populismo que tiende a ser nacionalista, euroescéptico y no cree en la cooperación. Cuando pensamos en el éxito de la UE en 70 años es porque se ha basado en el concepto de cooperación, unidad y solidaridad. Esos conceptos están reñidos porque el populismo nos lleva a un auge de las visiones extremas de la derecha e izquierda que son nacionalista e insolidarias.

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