El peligro real de que Trump vuelva a la presidencia de los Estados Unidos de América, es una hipótesis que puede convertirse en realidad. Las elecciones están tan reñidas según indican todas las encuestas, que tantas probabilidades existen tanto de una victoria de los demócratas de la mano de Kamala Harris como de los republicanos liderado por el ultra ex presidente. Nadie, absolutamente nadie, puede predecir quien ocupará el despacho oval de la Casablanca tras los comicios del próximo 5 de noviembre.
Todo está abierto y cualquier resultado se puede dar. Desde el Gobierno de Joe Biden se preparan para una reacción violenta, tanto en el caso de que gane Donald Trump por la euforia desmedida que generaría en sus simpatizantes y fanáticos seguidores, como en el caso de que si los republicanos perdiesen, el ex presidente ultra pusiera en duda los resultados electorales, deslegitimase la victoria de Harris y provocara alborotos, protestas y actuaciones violentas similares al intento de golpe de estado del 6 de enero de 2021 con el asalto al Capitolio. Por tanto, no es un escenario irreal, ya tiene sus antecedentes en esos gravísimos disturbios.
La campaña electoral está siendo muy crispada, ofensiva y desliz mucho odio por la estrategia diseñada por Trump y los mensajes que envía. Desde advertir que los resultados electorales pueden ser alterados, inventarse posibles fraudes en el recuento hasta anunciar que si ganan los republicanos, es posible que ya no haya que volver a ir a las urnas en el futuro. Esto último, aviso muy peligroso de sus planes de futuro, fue expresado por el candidato del Partido Republicano en un acto a finales de julio ante un grupo religioso: Si gano “lo arreglaremos tan bien que no tendréis que votar”.
Con esta declaración de principios más todo lo dicho en campaña contra migrantes, minorías, medios de comunicación y contra los políticos demócratas, lo que ocurra tras abrir las urnas en la noche del 5 de noviembre, es susceptible de generar miedo e inquietud, sea cual sea el resultado.
Pero la prueba más notoria de las amenazas de que Trump pueda intentar subvertir el orden democrático, es simple y llanamente de que “llueve sobre mojado”, pues ya lo intentó con el asalto al Capitolio. Efectivamente, este asalto del 6 de enero de 2021 a la sede del Congreso de los Estados Unidos donde se residencia el poder legislativo del Gobierno federal, fue, sin paliativos algunos, un intento de autogolpe de Estado. Ese día de vergüenza para la democracia estadounidense, un enorme grupo de partidarios ultras y de extrema derecha del entonces presidente saliente de los Estados Unidos, Donald Trump, dos meses después de su derrota en las elecciones presidenciales de 2020, irrumpió en la sede del Congreso de los Estados Unidos interrumpiendo una sesión conjunta del poder legislativo para contabilizar el voto del Colegio Electoral y certificar la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020. Lo que Trump buscó animando a esa turba peligrosa, era que no se ratificara la victoria limpia en las urnas de los demócratas y que se anularan las elecciones. Eso es, simple y categóricamente, un intento de golpe de estado.
Ya, antes de la marcha y de la posterior toma del Capitolio, Trump había intentado anular los resultados de las elecciones bajo la falsedad de fraude electoral. Los hechos sucedieron ante de la finalización de los discursos. Se organizaron perfectamente siguiendo directrices claras. Un parte de la manada ultra se dirigió hacia el Capitolio mientras otro grupo marchó hacia el Congreso. Finalmente, lograron su objetivo de asaltar la sede del Congreso de los Estados Unidos.
No lo hicieron de forma amable, sino violenta, arrollando la seguridad de entrada al edificio y obligando a los guardias a desenfundar sus armas. Varios edificios del Capitolio fueron evacuados y todos los despachos y salas del complejo fueron posteriormente bloqueados. Arrasaron con despachos y destruyeron lo que encontraban a su paso. La prueba de la acción violenta la dio el registro posterior al hallarse tres artefactos explosivos improvisados.
Tras fracasar el autogolpe y luego de que Trump denunciara a su vicepresidente Mike Pence, por “no haber hecho lo que debería haberse hecho para proteger a nuestro país y nuestra Constitución”, a las 4,22 horas de la tarde, mediante un vídeo en Twitter, Trump pidió a sus seguidores que se fueran a su casa, eso sí, calificándolos como “patriotas muy especiales” e indicándoles que los “amaba”. Al mismo tiempo, en ese vídeo, Trump se reiteraba en sus acusaciones de fraude electoral.
Varios servicios de inteligencia de la OTAN informaron a sus gobiernos de que los incidentes formaban parte de un intento de golpe de Estado perpetrado por el presidente Trump con posible apoyo de miembros de los organismos de seguridad federales.
¿Podrá repetirse el asalto al Capitolio si el día 5 de noviembre las urnas son contrarias a Trump? Es posible, y en esta ocasión, la turba reaccionaria y el propio candidato están más radicalizados. Trump sabe que ya no habrá otra candidatura encabezada por él dentro de cuatro años. Además, ya conocen, por experiencia, los errores que cometieron en la infausta noche del 6 de enero de 2021. La administración Biden se está preparando para esa hipótesis, lamentablemente probable.