Es el éxodo de decenas de familias camino de Valencia. Enma y Kevin vivían desde hace siete años en Paiporta, pero ahora que lo han perdido todo se marchan con su hijo. Atrás dejan una ciudad arrasada donde la gente deambula por las calles y busca la manera de encontrar comida y artículos de primera necesidad. Los vecinos han entrado en los supermercados, pero ya están casi vacíos. El agua apta para el consumo es un lujo y se forman largas colas para conseguir al menos agua no potable con la que poder asearse. Las calles son un lodazal donde se amontonan centenares de coches y muchas viviendas siguen impracticables. Al menos han fallecido 62 vecinos, pero las historias de quienes se han salvado les dan aliento para enfrentarse a una realidad que encoge el corazón. Este mediodía les llegaba una alerta a los móviles para evitar los deplazamientos y facilitar así el trabajo de los equipos de rescate, pero muchos ni siquiera lo han recibido porque perdieron sus telefónos y porque no tienen luz.