Poco más de doscientas páginas sirven para condensar la obra poética de Gata Cattana (Córdoba, 1991 -Madrid, 2017), una artista marcada por la tragedia de una muerte prematura a los 25 años, cuya obra parece ganar vida con cada año que pasa. Desde que Ana Isabel García Llorente, nombre con el que vino al mundo la rapera cordobesa, murió en 2017, su leyenda no ha hecho más que crecer, desafiando con éxito ese ineludible filtro artístico que es el tiempo.
Porque la irresistible atracción humana por la muerte es un hecho, pero más fascinante que la Parca sigue siendo la inmortalidad, y es entre los héroes y los dioses, los oráculos y los profetas, donde la voz de Gata Cattana aún vive. Rap de alta cultura o poesía callejera, el viaje a través de su obra es una especie de camino hacia la lucidez atrevida y combativa de la juventud. Leer sus textos no es pasar por las páginas de un muerto, sino recitar las palabras de alguien que está muy vivo, porque, como bien se empeña en recordar Cattana, «vivir no es solo respirar».
Con la intención de dar forma a este breve pero fructífero corpus literario, la colección ‘Verso y Cuento’ de Aguilar publica por primera vez la Poesía completa de Gata Cattana. Un volumen que incluye los textos de su primer libro, La escala de Mohs, autoeditado en 2016, publicado posteriormente por Arscesis en 2017 y ampliado en 2019 por Aguilar, y los de No vine a ser carne (Aguilar, 2020), más dos poemas inéditos encontrados por su editora Mónica Adán Frutos. Como rapera, se le atribuyen las maquetas Los siete contra Tebas (2012), Anclas (2015) e Inéditos 2015 (2016), y el álbum póstumo Banzai (2017).
«Era flamenca y mitológica y oral y culta y popular, anfíbica entre la biblioteca y la calle», escribe Lorena G. Maldonado en el prólogo de Poesía completa, dando cuenta de esa polifacética indefinición que se dibuja en el retrato de la artista cordobesa. Fugaz en vida, la muerte de Gata Catana fue tan repentina que no hubo tiempo para asumirla, y por eso siete años después seguimos buscando la manera de encajarla.
Que te crees Don Quijota / y vas por ahí combatiendo gigantes / cuando aquí fuera sólo quedan / las ruinas de Bankia
Gata Cattana, ‘Todo lo demás, no’
La culpa de su fatal destino se atribuye a un shock anafiláctico, producido muy probablemente por alguna de las alergias alimentarias que hacían de su aspecto delgado y anguloso una condición física inevitablemente frágil. Inevitable fue también su comparación felina, gracias a esos enigmáticos ojos verdes y afilados por los que se rebautizó a sí misma como Gata Cattana.
Antes de eso, Ana había tomado prestado el apellido de Catalina de Sforza, la amazona que desafió la autoridad del Papa en pleno Renacimiento. Como Ana Sforza había iniciado su carrera como artista en Granada, ese terreno eminentemente fértil para el arte y la poesía desde los tiempos de Al-Andalús, a donde se trasladó desde su Adamuz natal para estudiar Ciencias Políticas. Fue ahí donde empezó a organizarse políticamente a través de diversas protestas estudiantiles contra el Plan Bolonia, y en 2011, como la mayoría de los jóvenes que salieron a la calle por un cambio real, participó activamente en el 15-M.
Ni PP ni PSOE ni ná, / no os enteráis de qué va: / somos los desheredaos / de un nuevo orden mundial, / estamos cansaos ya de tanto veneno / y de un futuro que nos han robao / con sus leyes del mercao.
Gata Cattana, ‘¿Quién da más?’
De ese espíritu trasgresor y combativo del 15-M muchas cosas han envejecido mal, empezando por los políticos que se abanderaron con sus ideales, pero la poesía de Gata Cattana no es una de ellas. Su mensaje se ha mantenido incorruptible e irredento, al igual que su recuerdo.
En sus versos hay fuego y rabia, pero también esperanza y ansias de reconstrucción. Una artista como Gata Cattana se convierte en tiempos de duda y crisis en la mejor versión de lo que la cultura de la decadencia de fin de siglo podía haber dado. Su actitud sublima el espíritu combativo del punk y el hip hop, combinado con una erudita base cultural política y filosófica, desahoga una conciencia social como la que pudo dar el 15-M.
A través de sus escritos, se ve esa evolución de la poeta adolescente, con inquietudes de filósofa, que escribe sobre el amor, la política, sobre el mundo que le rodea, con un yo marcado que se difumina entre referencias mitológicas clásicas, literarias y también mundanas. Pasando por relatos de infancia en los que recuerda el día que entendió que todos íbamos a morir, y micro ensayos sobre feminismo como Acerca del hembrismo y otros delirios, hasta los poemas finales, de madurez (si es que se puede llamar así a los veintitantos), donde su voz obtiene un poso como de oráculo cantando a los poetas del mundo en Después del Big Bang:
Ha llegado la hora de engendrar / el más alegre de los cantos / para combatir la retaguardia. / Hay que acabar con el derrotismo / y el lamento estéril, / con el ombliguismo y el cinismo / despiadado. / Camaradas, hay que acabar con la poesía triste definitivamente. / Aunque para ello tengáis que matarme.
Gata Cattana ‘Después del Big Bang’.
Escribía con referencias a figuras clásicas, de los Laoconte, Fídias o Hipatía, pero también sobre las Cospedales, los Gallardones y los Roucos Varelas. Juana de Arco y «la Mónica Lewinsky» caben en el mismo verso. Entre los inéditos, cita a Baltasar Gracián en Acerca de los riesgos de la equidistancia y su frase: «Quien no tiene enemigos, tampoco suele tener amigos», mientras apunta directamente al hombre occidental posmoderno, «el que opina mucho y arriesga poco», el que «renegó de la filosofía y de la armonía clásica».
Junto a esta conciencia política, o más bien como consecuencia de ella, sus textos y canciones están llenos de referencias feministas como Rosa Luxemburgo, Clara Campoamor o Silvia Federici. «Yo hubiera sido Atenea, por los ojos garzos y la prepotencia; por la beligerancia», dice en uno de sus poemas. Gata Cattana no deja de ser un referente femenino y feminista paradigmático en sí mismo, que irrumpe en un entorno históricamente masculino y testosterónico como es el rap, desde el que es capaz de conectar con la intimidad de las personas desde la suya propia, transmitiendo una perspectiva profunda y femenina como mujer autónoma y empoderada.
Todo ello desde una admiración basada en su inteligencia erudita, la calidad de sus letras y la coherencia de sus ideas. En ningún momento necesitó sexualizarse ni usar su cuerpo como reclamo, como sí ha ocurrido con otro tipo de referentes que se intentan vender desde posiciones de poder dentro de la industria musical.
Algunos todavía no han desertado. / Algunos todavía creen en una idea. / (Todo lo demás es estar muerto)
Gata Cattana ‘Todo lo demás, no’
Es por todo esto por lo que siete años después de su muerte, una artista como Gata Cattana continúa manteniendo su actualidad, siendo ese reflejo de una juventud que creyó ser capaz de cambiar las cosas. En sus versos, escritos y canciones se conserva algo de esa juventud en la que todo es potencia y esperanza, una heroína trágica en cuya poesía seguimos recreándonos, como si fuera el recuerdo o la profecía de que, después de todo lo que nos ha tocado vivir, seguimos mereciendo un futuro mejor.