”Que los árboles no dejan ver el bosque” es un conocido aforismo que explica la espesura de problemas y acontecimientos que hoy rodean a la sociedad actual y que impiden a veces ahondar en las causas u origen que los motivan. El mundo envejece y está triste: Las guerras y el hambre  desplazan a millones de familias que huyen de sus hogares derruidos por el ruido atroz y mortífero de las bombas y las armas; causan tristeza las miradas de niños ensangrentados y asustados por el odio de quienes desprecian su vida y su inocencia; asombran los cuerpos temblorosos de quienes alcanzan con sufrimiento, atravesando mares y alambradas, el incierto dorado de su destino y para colmo de males, nuestra querida España se desmorona entre el caos de un gobierno moralmente decadente y políticamente esquizofrénico.

Por otra parte, el relato escabroso de las relaciones de la ultrajada doña Inés Mouliaá con el “feminista” don Juan Errejón,víctima de “una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica”(sic), ha dejado al descubierto las vergüenzas de unos ciudadanos que aprovechándose del “movimiento de los indignados” conocido también como el 15M y que organizaron acampadas en el centro de varias ciudades de España, reclamando una democracia más participativa, una mayor división de poderes y una batalla contra la “corrupción política”, se encumbraron en la vida pública para hacer lo contrario. Pablo Iglesias, Monedero, Errejón, Irene Montero etc descubrieron el “gran dorado” en estas movidas y como jóvenes rebeldes asamblearios de la Universidad, irrumpieron en la política dispuestos con un partido llamado “Podemos” a ilusionar a los millones de indignados y acampados para “ revolucionar” a una España abatida por una descomunal crisis económica.

¿Dónde quedó toda esa indignación? Nada más llegar al poder de la mano de sus socios Zapatero y Sánchez, Pablo Iglesias e Irene Montero hicieron su particular interpretación de la “austeridad” que iban a imponer a la sociedad española, y plantaron su nido de amor libre en un “casoplón” de las mejores zonas de Madrid, con vigilancia diaria de la Guardia Civil pagada con el bolsillo de los españoles, y a partir de ahí se inició una larga marcha hacia las dos Españas que ya todos conocemos: “una España que muere y otra que bosteza”, como cantaba el galardonado Joan Manuel Serrat desde el poema de Antonio Machado. Errejón es un claro ejemplo de la esquizofrenia que hoy inunda la vida política española: decir una cosa y hacer la contraria. Mentir sin recato ni pudor alguno y despreciar la verdad, denunciar la corrupción ajena y ocultar la propia en encendidos y vergonzantes discursos. 

El “españolito machadiano” debe despertar ya para erradicar de la vida  pública española a esta plaga de indeseables abanderada por el mayor corrupto moral y político de nuestra maltrecha democracia que no es otro que Pedro Sánchez.  La sociedad debe reflexionar imperiosamente sobre el riesgo que corre con semejantes personajes. No puedo más que hacer mías las extraordinarias palabras que la premiada poetisa Ana Blandiana pronunció en el discurso de la entrega de los Premios Princesa de Asturias 2024 y que son expresivas del sentimiento que hoy nos embarga a millones de españoles:

“Me alegra poder afirmar, ante una sala llena de españoles, la importancia que en mi formación intelectual y espiritual ha tenido la exclamación de Miguel de Unamuno «¡Me duele España!» ha tenido en mi formación intelectual y espiritual. He utilizado la angustia del filósofo español ante el destrozo de su país como un punto de apoyo en el universo actual, en el que las naciones se difuminan ante las ideologías, como un ancla en la profundidad del tiempo, en cuya superficie se estrellan las olas siempre cambiantes de la posmodernidad, a las que me resisto porque me duele España, me duele Rumanía, me duele el mundo.”

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