Todos conocen cuáles son las particularidades de la Segunda División. Es una categoría exigente, dura, larga y, en ocasiones, pesada. Tiene momentos donde parece que el trayecto está cargado de facilidades, y otros, en los que el camino parece tan empinado que da la sensación de que avanzar es imposible. El Levante no es perfecto, al igual que no es inmune a los peajes que se pagan a lo largo de las temporadas en el segundo escalón del fútbol español. Viene, es más, de sufrir una racha de dos derrotas y un empate que alteró las esperanzas de disfrutar de mejores épocas, cortada, con el sufrimiento que tanto le caracteriza, mediante una victoria ante el Deportivo de La Coruña sobre la que volvió a salir el sol.
Sin embargo, su triunfo en casa del Granada con goles de Kochorashvili y Pablo Martínez, pese a las ausencias y a la falta de descanso, y a los pies de La Alhambra, es tan grande como un equipo que no entiende de adversidades. Que sabe como nadie lo que cuestan los puntos, pero que nunca pondrá excusas más allá de lo que dure su viaje. Siempre dará la cara. Y se dejará la piel cueste lo que cueste. Su victoria, de hecho, lo aúpa hasta la segunda plaza de la clasificación, y quién sabe si vencer a un recién descendido, y en su casa, marcará un antes y un después tras ahuyentar los males contra el Dépor. No obstante, este triunfo es de los que nunca se olvidan. Y ojalá se recuerde cuando se termine el viaje.
El escenario dio a entender que, para sumar tres puntos en el casillero, había que sudar. Hacer un esfuerzo titánico independientemente de las circunstancias en clave levantinista. El combinado de Fran Escribà aterrizó en el encuentro sacando músculo y en el mejor momento del curso, luciendo cuatro victorias consecutivas y ocho duelos sin perder. No obstante, los de Julián Calero arrancaron enseñando las garras y trasladando el mensaje de que iban a ser un hueso duro de roer. Mientras, el Granada apretó. Sobre todo desde las bandas, donde imprimió un alto porcentaje de sus internadas, y provocando su primera ocasión del choque: centro desde la derecha, repelido por la defensa, y con Lucas Boyé recogiendo el esférico para ejecutar un disparo venenoso, pero parado con una estirada felina de Andrés Fernández.
Pese al aviso nazarí, el Levante respondió rápido y sin complicaciones para abrir la lata en el luminoso de Los Cármenes. Giorgi Kochorashvili, pasado un cuarto de hora, fue el más inteligente en medio de una acción a balón parado desde la esquina, donde el georgiano entendió la picardía de Carlos Álvarez al darle el esférico mientras los locales reordenaban su línea para defender. El ‘6’ controló, se deshizo de Gonzalo Villar y, con la zurda, superó a Diego Mariño con un lanzamiento fuerte y raso. Un gol que dejó aturdido a los de Fran Escribá y que aumentó las esperanzas de un Levante que, a la media hora de partido, dobló su renta en el marcador. Un pase de Morales entre líneas sirvió para encontrar a un Pablo Martínez que marcó con un disparo cruzado.
Todo salió a pedir de boca para los granotas. Incluso, su estado de confianza subió después del paso por vestuarios. Apenas transcurrieron unos minutos desde la reanudación cuando el Levante intentó batir nuevamente a Mariño con un cabezazo de Carlos Álvarez. El ‘24’, sin un marcaje consistente, remató con el infortunio de que el meta del Granada detuvo la acción, pero, pese al buen arranque tras el descanso, los locales apretaron las tuercas, dieron un paso al frente y metieron el miedo en el cuerpo de su contrincante recortando diferencias. Un disparo de Reinier fue despejado por Andrés, pero el rechace cayó en las botas de un Ricard Sánchez que no perdonó. El tanto granadino llegó a falta de media hora para el final, por lo que al Levante le tocó sufrir para conservar su botín.
Todo el peligro pasó por las bandas, mediante centros laterales que buscaron socios que se acumularon en el área de Andrés Fernández. Entre los zagueros, y los guantes del arquero, aguantó el tipo un Levante que, entre el asedio, desaprovechó la oportunidad de poner tranquilidad y encarrilar los tres puntos. Iván Romero, recibiendo un pase de Morales y situándose solo ante el portero, se topó con Mariño para lamento levantinista. Sin embargo, el Levante no entiende de calma. Vive en el sufrimiento a pesar de las taquicardias que puede provocar entre sus fieles. No obstante, los de Julián Calero logró una victoria de las que retumban en la categoría. De las que te acuerdas. Quién sabe si marcará un antes y un después en su camino, pero este equipo, gigante de espíritu y de orgullo, siempre estará preparado para lo que se le ponga por delante.