Georgia acaba de celebrar las elecciones más importantes desde la Revolución de las Rosas de 2003, que marcó el fin de Eduard Shevardnadze como presidente y el inicio de una etapa democrática. La anterior, con Ziad Gamsajurdia como protagonista, se frustró por la guerra civil y la guerra de Abjasia. Ambas sacudieron el país entre 1991 y 1993. Rusia tuvo entonces un papel desestabilizador más que evidente y conocido. El 51,4% de votos obtenido por Sueño Georgiano, en el poder desde 2012, ha sumergido a la oposición en la total incertidumbre. Las muestras de apoyo del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y de la directora de Russia Today, Margarita Simonián, no ayudaron a blanquear unas elecciones con notables muestras de fraude electoral.

Las elecciones del pasado fin de semana han sido precedidas por un clima autoritario, con agresiones a opositores, redadas contra ONGs e incluso acusaciones surrealistas sobre el posible origen armenio de un político opositor -vistas con estupefacción por parte de las nuevas generaciones, que no se han socializado bajo los pasaportes soviéticos y no se mueven por absurdos patrones discriminatorios.

No es sorprendente que el relato utilizado por parte del partido que ostenta el poder coincida con los utilizados por Hungría o Bielorrusia. En consecuencia buena parte de la campaña y precampaña de Sueño Georgiano se ha centrado en el miedo a una invasión rusa, la estigmatización del colectivo LGTB y las amenazas de ilegalizar a la oposición – otrora el Movimiento Nacional Unido de Saakashvili pero extendido a todos los partidos y organizaciones contrarias a Sueño Georgiano. 

Desde la primera hora del sábado las redes sociales ardían con todo tipo de evidencias de fraude electoral. En Marneuli, una pequeña ciudad de la región de Baja Iberia, miembros de Sueño Georgiano asaltaron una urna y agredieron a un observador de la oposición; en Zugidi una turba hacía lo mismo contra otro observador dentro de un colegio electoral; en la ciudad costera de Poti se sobornaba a los electores para votar al actual partido en el poder. En paralelo a estas evidencias también se publicaban fotos y vídeos con votos marcados para invalidar a la oposición mediante el sistema de conteo automático e incluso muestras evidentes de apoderados de Sueño Georgiano intentando «persuadir» de mala manera a un votante.

Malas perspectivas de la oposición

A última hora de la tarde del sábado la administración electoral de Georgia publicaba los resultados parciales que otorgaban a Sueño Georgiano la mayoría absoluta y daban manga ancha para pasar el rodillo en el Parlamento -ubicado en la conocida avenida Rustaveli y epicentro de las manifestaciones del país. La oposición quedó en shock y durante horas no corría ningún tipo de información. No se vieron movimientos opositores hasta bien entrada la noche y a lo largo del domingo.

El Movimiento Nacional Unido, la Coalición por el Cambio y Georgia Fuerte fueron los primeros en mover ficha y no reconocer la legitimidad de los resultados. Horas más tarde lo haría Giorgi Gajaria, quien fue primer ministro entre 2019 y 2021 por parte de Sueño Georgiano y que acabaría alejándose para acabar liderando una pequeña coalición opositora llamada Por Georgia. 

A primera hora del domingo los resultados parciales otorgaban a Sueño Georgiano un 54,1% de los votos. A su vez la oposición quedaba totalmente fragmentada, con los postsaakashvilistas de la Coalición por el Cambio obteniendo un 10,9% de los votos y la coalición de Unidad (los saakashvilistas del Movimiento Nacional Unido) relegada al 10,1% de los votos. La coalición de Georgia Fuerte -contraria a la deriva autoritaria del gobierno y sin vínculos tan directos con el eje de partidarios y detractores de la época de Saakashvili- conseguía un 8,8% de los votos. La pequeña coalición de Gajaria se quedaría con un 7,8% de los votos.

Una coalición frustrada y un futuro poco halagüeño

El fraude electoral, la violencia vivida el día de las elecciones y las semanas previas ha frustrado un gobierno a la polaca. Esto es, básicamente, una coalición de gobierno donde toda o casi toda la oposición se une para echar del poder al partido que ha ganado las elecciones – con margen pero sin mayoría absoluta.

No se puede explicar el intento de esta coalición sin entender el origen y las características de Sueño Georgiano, formación política creada y dirigida por Bidzina Ivanishvili, quién amasó toda su fortuna en la Rusia de los años 90 y que a efectos prácticos es el responsable del giro autoritario del país. Su candidato, el primer ministro, Irakli Kobajidze, ni rompe ni romperá con Ivanishvili porque gestiona el partido con puño de hierro.

Dentro de la formación no es de esperar que figuras como el alcalde de Tiflis, Kaja Kaladze, hagan algo diferente. La propuesta y aprobación de la ley de agentes extranjeros, pese a venir de una corriente paralela a Sueño Georgiano, tiene su origen en los vínculos de Ivanishvili -quien fuera jefe del ejecutivo georgiano entre 2012 y 2013- con el régimen de Putin. Muchos analistas también ignoran que en paralelo a la aprobación de la ley de agentes extranjeros -la cual provocó que las calles ardieran en marzo de 2023 y entre abril y mayo de 2024- se aprobó una ley ad hoc para legalizar una veintena de empresas offshore propiedad de Ivanishvili.

El actual Ejecutivo parte de una posición de fuerza con un control total los cuerpos de seguridad y con el apoyo velado de Rusia»

Lo que no esperaba Ivanishvili es que el actor que más problemas iba a causar a Sueño Georgiano no provendría ni del entorno de Saakashvili ni de aquellos no alineados. Sería la presidenta y en su momento candidata independiente del propio partido de Ivanishvili, Salomé Zourabishvili. Desde su posición de jefa del Estado ha hecho frente a la deriva autoritaria del gobierno (intentando retrasar sin éxito los intentos de aprobar la ley rusa, tal y como llaman al intento de hacer un copia y pega de la ley de agentes extranjeros rusa) y ha estructurado a la oposición a través de la Carta Georgiana, cuyos firmantes se comprometían a retirar esta norma y consolidar su acercamiento a la UE y la OTAN mediante las diferentes reformas necesarias. Las cuatro grandes marcas electorales de la oposición suscribieron esta carta.

Las perspectivas para los demócratas georgianos no son nada halagüeñas. El actual Ejecutivo de Irakli Kobajidze parte de una posición de fuerza ante la oposición del país, con un control total los cuerpos de seguridad y con el apoyo velado de Rusia. Como bien señalaban los analistas es factible que nos encontremos un escenario como el de Bielorrusia: con importantes manifestaciones y represión en las calles.

En caso de no consolidarse el giro autoritario la pelota queda en el tejado de los opositores: llevar a cabo una revolución como la de 2003 y echar por la fuerza a Sueño Georgiano o que la represión los vaya hirviendo a fuego lento. Ante un escenario gris es previsible que Polonia, República Checa, las Repúblicas Bálticas y Ucrania ayuden a la oposición georgiana y hagan presión sobre el gobierno de Tiflis para intentar mitigar el giro prorruso e incluso ofrecer una salida a la corte de Bidzina Ivanishvili. Su presión será clave para que otros países (Francia, Alemania y Estados Unidos) muevan ficha en el actual conflicto. A partir de aquí los dos escenarios posibles son muy duros.


Sergi Cristóbal Jané es politólogo (UAB) y especialista en estrategia política y electoral. Aquí puede leer su blog sobre Ucrania y el mal llamado espacio postsoviético.

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