Mies van der Rohe decía que «cuando a un collar de perlas le falta una, es mejor sustituirla por una esmeralda auténtica que por una perla falsa”. Una frase que le gusta utilizar a Luis Cercós, jefe de proyectos de la Biblioteca del Pompidou, para definir el emblemático edificio en el que trabaja: “Dentro de la ciudad de París, que siempre nos deslumbra, hay edificios como la Torre de Montparnasse, la Torre Eiffel o el Pompidou que son auténticas esmeraldas”, explica.
El Centro Pompidou de París es algo más que el museo de arte contemporáneo más importante de Europa. Forma parte de esa otra postal arquitectónica de la capital francesa, menos haussmaniana y más futurista, que despierta pasión y rechazo a partes iguales. Un diseño industrial proyectado por los arquitectos Renzo Piano y Richard Rogers con tuberías, escaleras mecánicas y elementos estructurales al descubierto, que esconden una de las bibliotecas más importantes de Francia: la Biblioteca Pública de la Información.
Cuando llegué a Francia, venía a trabajar al centro Pompidou para conectarme a internet, como lo hacen hoy miles de usuarios
Esta biblioteca ocupa una gran parte de los primeros tres pisos del edificio Pompidou, y ya en 1977 fue pensada como un espacio diáfano, abierto y moderno, que invita al usuario a explorar libremente: “El objetivo fue crear una biblioteca universitaria para los que no son universitarios. (…) Hay personas que se sienten intimidadas cuando entran en una biblioteca o en un museo. Si tú eres de esas personas, este espacio está a tu disposición. Sin ningún tipo de intermediario”, explica Cercos, mientras nos muestra los rincones de este histórico edificio, donde todo tiene un motivo de ser.
En su exterior, su incomprendido diseño para muchos, busca hacer del Pompidou un espacio en constante evolución. El edificio se puede desmontar fácilmente o ampliar, como si de un “lego” se tratase. En su interior, cada forma, cada objeto y cada color tienen un significado, por ejemplo; los tubos azules es por donde circula el aire, por los amarillos el circuito eléctrico, por los verdes es por donde va el agua que abastece baños y canaletas, y los rojos presentes en las escaleras, es la circulación de la sangre de las personas que caminan por ellas, y que son a día de hoy, “el motivo de la razón de ser del edificio”.
Cada 25 años, el edificio debe cerrar para evolucionar. Así lo estipulan los estatutos marcados por su creador
“El Pompidou tiene que cambiar al ritmo de la sociedad”, explica Luís. Es por eso, que el próximo año cerrará sus puertas hasta 2030, para someterse a un proceso de mantenimiento y renovación, dirigido por la mexicana Frida Escobedo. Cada 25 años, el edificio debe cerrar para evolucionar y adaptarse a las necesidades de la sociedad francesa. Así lo estipulan los estatutos marcados por su creador, Georges Pompidou, porque la magia del centro es esa, un engranaje que une la Francia del pasado con la del futuro.
Francia ya se prepara para lo que será su gran mudanza: parte de las colecciones, unas 140.000 obras, se albergarán en el Grand Palais. Luís se encargará del traspaso de la Biblioteca Pública de la Información al barrio de Bercy, que no es poco: “Es una biblioteca peculiar, no es patrimonial, es decir, cuenta con una colección de 400.000 volúmenes. Aunque, en su próxima remodelación, la colección se reducirá a un 10% para mantener el concepto de innovación de la biblioteca, con obras de absoluta actualidad”. En ese adiós estarán los CD’s, que ya no volverán a las estanterías del centro.
Un español a la cabeza de la Biblioteca del Pompidou
A Luis Cercos le apasiona su trabajo, pero tiene una especial fijación por este edificio con el que comparte una historia muy personal. “Cuando llegué a Francia, venía a trabajar al centro Pompidou para conectarme a internet, como lo hacen hoy miles de usuarios”, explica.
El Pompidou es uno de esos espacios que son de todos pero no son de nadie, como las iglesias
La biblioteca se convirtió en su nueva oficina, pero también en su salvación. Cercos llegó a Francia sin saber el idioma a la perfección, convirtiéndose en una desventaja que le cerró prácticamente todas las puertas, menos la del Centro Pompidou. La filosofía del edificio basada en la universalidad y el ansia de la directiva de crecer internacionalmente, encajaban perfectamente con el currículum de Luis, y su visión de hacer del centro un lugar aún más moderno e inclusivo. Tras varias pruebas, lo aceptaron y desde 2021, es el jefe de proyectos de la Biblioteca del Pompidou, pero también, el primer español en ocupar ese cargo.
“Aquí hay gente que ha cambiado su vida. Un grupo de jóvenes migrantes, sin padres, que venían diariamente a la biblioteca llamaron la atención de unos trabajadores, y se planteó la idea de formarlos de manera gratuita. Desde entonces, reciben clases en el atelier de la biblioteca”, cuenta Cercos, e insiste en que el edificio está cargado de una gran armonía y una “energía positiva de mucha gente trabajando con el propósito de avanzar”. El BPI no solo aspira a democratizar la cultura, también cuenta con salas donde se imparten cursos gratuitos o una habitación donde una vez a la semana, cualquier ciudadano puede ir a hablar con un psicólogo. “Es como esos espacios que son de todos, pero no son de nadie, como las iglesias”, señala Cercós. Sus fundadores se basaron en el concepto enciclopedista para crear el Pompidou, en el que la única manera de liberar al pueblo es mediante el acceso a la cultura sin ningún tipo de barreras.
La importancia de proteger el «patrimonio útil»
Las paredes del Pompidou esconden una gran lección: proteger el “patrimonio útil”. No podemos mantenernos esclavos de edificios solo por su antigüedad, opina Cercós. Por eso, la idea del Pompidou no se concibe de otra manera que en constante evolución, como su biblioteca, donde trabajan más de 200 personas revisando minuciosamente su catálogo. No se aceptan donaciones, y para que un libro esté en sus históricas estanterías debe pasar un importante filtro humano, además de ser “descralizado”. La mayoría de libros tienen fecha de caducidad y una vez dejan de ser de actualidad se donan a bibliotecas más pequeñas o a escuelas.
La biblioteca del Pompidou es un refugio para curiosos. Un rincón en medio de la vorágine parisina para descubrir e imaginar, en el que cada visitante deja su propia huella. Porque la magia del Centro Pompidou no reside en sus colecciones, sino en su manera de mirar el mundo.