«Iñigo Errejón y yo fuimos pareja durante varios años y, aunque llevábamos mucho tiempo distanciados, todo lo que ha ido trascendiendo esta semana me abruma y conmociona especialmente». Con estas palabras, la líder de Más Madrid en el Ayuntamiento, Rita Maestre, ha roto su silencio sobre las acusaciones que pesan sobre el expolítico. En una extensa carta, la también coportavoz de la formación madrileña confiesa sentirse «engañada» por un «misógino» que parecía «un buen novio» y que, a su vez, «volvía con normalidad a casa después de agredir a una mujer de 20 años en un hotel».

En el comunicado, que Maestre ha publicado en sus redes sociales a última hora de la tarde del domingo, traslada su «respeto y apoyo» a las mujeres que han contado los «episodios de agresiones y vejaciones» sufridas presuntamente por parte de Errejón. La dirigente de Más Madrid se abre ahora a hablar en público de su vida personal porque considera que una parte de ella «ha quedado expuesta» en los últimos días. 

Ahora está descubriendo «algunos de los episodios de comportamientos y violencia misógina denunciados por las víctimas, que sucedieron cuando el agresor era pareja». «Era una persona de apariencia normal, un ‘buen novio’, pero era a la vez un misógino que volvía a casa con normalidad después de agredir a una mujer de 20 años en un hotel», ha condenado.

Carta íntegra de Rita Maestre

Resulta complicado encontrar palabras después de días tan intensos y difíciles. Una vez he podido leer con detenimiento (y apenas empezar a digerir) los testimonios de varias mujeres que han dado el paso de contar distintos episodios de agresiones y vejaciones, lo primero es hacerles llegar mi respeto y todo mi apoyo. Y es extraño hablar en público de mi vida personal, pero desde hace días una parte de mi vida está ahi expuesta, asi que tengo la necesidad de contarme yo.

Como todo el mundo sabe, Iñigo Errejón y yo fuimos pareja durante varios años y, aunque llevábamos mucho tiempo distanciados, todo lo que ha ido trascendiendo esta semana me abruma y conmociona especialmente. Porque estoy descubriendo ahora que algunos de los episodios de comportamientos y violencia. misógina denunciados por las víctimas sucedieron cuando el agresor era aún mi pareja. Una persona de apariencia normal, un «buen novio», era a la vez un misógino que volvía a casa con normalidad después de agredir a una mujer de 20 años en un hotel. Y no es una novedad, porque el feminismo nos ha enseñado hace mucho tiempo que los agresores que se suelen presentar como seres monstruosos excepcionales son un padre, un hermano, un compañero de trabajo o tu expareja. Pero es sobrecogedor, porque ahora no una teoría ni un lema; es mi vida, y me resulta imposible no hablar desde ahí.

También desde ahí necesito contestar a quienes hoy especulan alegremente con el grado de conocimiento de sus acciones o complicidad en los espacios de convivencia personal o política de los que formaba parte. Evidentemente, es imposible que cada una de las personas que hemos compartido con él parcelas de nuestra vida (en el ámbito que sea) no pensemos cómo no pudimos ver que estábamos ante alguien con esas múltiples caras, cómo pudimos cegarnos ante ese nivel de manipulación. Porque eso es lo que es quien sostiene en su día a día una red de agresiones y vejaciones de esta magnitud: un manipulador. Ahora puede resultar muy fácil y tentador poner las diferentes informaciones que han trascendido bajo un foco de obviedad que, sencillamente, no es tal. Ni he sido parte ni tengo constancia de ningún encubrimiento de ninguna agresión ni acción violenta, porque no lo ha habido. Más bien me siento profundamente engañada, y ese engaño resulta devastador.
Ahora lo importante es el dolor de las víctimas, que tienen que sentirse respetadas y acompañadas. Lo importante es erradicar las conductas y agresiones machistas de la política y la sociedad. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Sea quien sea el agresor, y sea quien sea la víctima. Lo importante es terminar con cada espacio de impunidad, con cada pequeño detalle que minimiza los comentarios, las actitudes y las agresiones que no deben tener cabida.

Las mujeres estamos hartas de eufemismos, de evasivas, de que el foco se ponga sobre nosotras, de que la conversación pública gire en torno a la excepción de lo escabroso y no a la normalidad que sostiene tantas violencias cotidianas. Estamos hartas de sentirnos juzgadas cuando hemos formado parte del entorno personal del agresor. Estamos hartas de que no se nos crea y se nos cuestione cuando somos agredidas. De no saber adónde acudir cuando nos ocurre algo como cualquiera de las cosas que están ocupando portadas y titulares, en toda su escala de gravedad.

Quiero agradecer especialmente a todas las redes de mujeres, que ponen las herramientas, pero sobre todo el apoyo, la escucha y el cuidado para hacer que juntas tengamos la fuerza y la dignidad que intentan arrebatarnos.

Animo también a cualquier mujer que haya sufrido una situación de agresión o acoso a que se valga de las redes de apoyo feminista para seguir adelante, y reflexiono con sinceridad: puede que no haya tarea política feminista más importante que ponerse a disposición de ello. Nada va a poder amordazar esta ola de dignidad. Es otra de las lecciones de la fuerza del feminismo. Yo, desde luego, me voy a dejar la piel en que así sea.
Mucho ánimo, compañeras, y un abrazo enorme.
Sin todas no hay nosotras.

Rita Maestre

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