El racismo en el fútbol español es un problema que funciona como la dinamita. La mecha prende con lo que se vende como un cántico aislado, que termina por convertirse en un corifeo de infractores que diseminan su odio por todo el campo. Las denuncias del clásico tras la xenofobia sufrida por Lamine Yamal, Balde o Raphinha evidencian que la discriminación está lejos de ser aislada o concentrada en sectores ultra. «Vete a vender pañuelos en un semáforo» o «moro de mierda» son ejemplos de violencia verbal que se diseminaron por el Bernabéu durante la derrota del Real Madrid ante el Barça en el clásico por 0-4.
Las primeras condenas judiciales por racismo en el fútbol
La acción frente a la reacción se ha acelerado. Son los propios aficionados los que denuncian a través de las redes sociales los incidentes racistas. Es el primer frente de combate contra un problema que no por ser señalado ha menguado. “Ahora la gente denuncia a quien lanza gritos de odio o racistas. Hace dos temporadas, eso no ocurría. El ‘caso Vinicius’ fue un punto de inflexión”, defendía Javier Tebas esta semana, en la firma del convenio de prevención y lucha contra los discursos de odio en el deporte con la ministra de Inclusión Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz.
«Lamentable lo que ha pasado ayer en Bernabéu con insultos racistas. No hay espacio para estos criminales en nuestra sociedad. Todo mi apoyo a Lamine, Ansu y Raphinha. Sé que el Real Madrid y la Policia van hacer todo lo posible para identificar y castigar a los culpables«, escribió Vinicius, de su puño y letra, sobre lo sucedido en el Bernabéu.
Es cierto que la repercusión del ‘caso Vinicius’, después de los incidentes de Mestalla, puso luz sobre un problema histórico del fútbol español. «Negro, cabrón, recoge el algodón», soportaba Wilfred, portero del Rayo, en 1993, cuando detuvo un penalti al Real Madrid. Su respuesta quel día fue la siguiente: «Es normal, soy moreno, y habiendo parado como hoy esperaba que la gente me chillase. Soy un futbolista y no pasa nada. Estoy muy concentrado con mi partido, no pasa nada». La intolerancia de alto grado ya no se consiente, pero sigue produciéndose. La frase «vete a vender pañuelos en un semáforo» contra Lamine Yamal encierra una mezcla de xenofobia y aporofobia tan pesada como el corte nazi que acabamos de recordar.
La forma de odiar no ha cambiado, porque parte de la misma abominación. Sí ha evolucionado la forma de combatir el problema. Lo que antes eran incidentes aislados hoy son multas de 60.000 euros, prohibición de acceso a los terrenos de juego y hasta petición de cárcel. En junio, por primera vez en España, tres aficionados fueron condenados a ocho meses de prisión por los insultos que recibió Vinicius en mayo de 2023 en Mestalla. LaLiga había denunciado hasta 22 episodios en contra del brasileño hasta conseguir una sentencia histórica.
De Mestalla al Metropolitano, pasando por el Bernabéu
Acorralar a los racistas apaga uno de los focos, pero no termina con el incendio, como demuestra el enésimo episodio que, esta vez, ha tenido como víctima principal a Lamine Yamal, jugador del FC Barcelona. En la semana previa al clásico se informó de la detención de cuatro hombres de entre 24 y 26 años, seguidores del Atlético, por orquestar una campaña en redes contra Vinicius los días previos al último derbi madrileño, que fue suspendido temporalmente por el lanzamiento de mecheros y otros objetos contra Courtois. La iniciativa de odio se difundió bajo la etiqueta #MetropolitanoconMascarillas.
Los promotores de la misma buscaban continuar con la persecución al jugador brasileño del Real Madrid mediante el gesto cobarde que impidiera la fácil localización en las gradas mediante el registro audiovisual. El que se usará, por ejemplo, para identificar al seguidor del Real Madrid que llamó «puto moro» a Lamine Yamal en el ‘clásico’. Este método, en el que colaboran LaLiga y la Policía, fue el mismo que sirvió para localizar a los que insultaron a Vinicius en Mestalla y al individuo reincidente que protagonizó incidentes xenófobos en Mallorca contra Vinicius y el exjugador del Villarreal Samu Chukwueze.
El odio en el fútbol español se manifiesta dentro y fuera de los estadios. En mayo del año pasado, cuatro miembros relacionados con el Frente Atlético, el grupo ultra del equipo rojiblanco, fueron detenidos por colgar una muñeca hinchable con la camiseta de Vinicius de un puente cercano a Valdebebas, donde se ubica la ciudad deportiva del Real Madrid. Este mismo colectivo ha estado detrás de otros incidentes racistas, como el que se registró poco después de esa acción en los exteriores del Metropolitano. Era enero de 2024, y el «Eres un mono, Vinicius, eres un mono» se difundió por todo el mundo.
Incidentes racistas de aficionados españoles en Europa
El propio Frente Atlético le ha costado a su equipo diversas sanciones. No solo en España, también en Europa. Después del cierre parcial de la grada baja del fondo sur del feudo rojiblanco por los incidentes del derbi, el club madrileño recibió una sanción de la UEFA. El motivo: sus seguidores radicales hicieron saludos nazis en el Estadio da Luz del Benfica. Pero los racistas no entienden de siglas. Hace un mes, la UEFA le daba un tirón de orejas al FC Barcelona con una sanción de 10.000 euros y la prohibición de vender entradas a sus aficionados en el próximo partido europeo fuera de casa por el comportamiento de sus seguidores.
Durante el partido de la primera jornada de Champions en Mónaco, en el sector visitante del Estadio Luis II se vio una pancarta con el lema ‘Flick Heil’. Una comparativa entre el entrenador alemán del club azulgrana y Adolf Hitler. El club que preside Joan Laporta se convirtió en el primero de la temporada con un veto a los viajes de sus seguidores, debido a su carácter reincidente. La pasada campaña ya había sido amonestado por la UEFA debido a los conflictos similares sucedidos en el choque contra el PSG. Bajo amenaza de suspensión está ahora el Atlético.
El racismo del español no es un problema de ultras. Los comportamientos sancionados son, no pocas veces, individuales y parten de sectores muy diversos. Los vídeos denunciados de los incidentes del ‘clásico’ fueron tomados en varias localizaciones del Bernabéu. Las voces que profieren insultos como «negros de mierda» o «menas de mierda» son distintas. Lamine Yamal escucha perfectamente algunos de estos insultos, ante los que reacciona con estoicidad. Uno de los asistentes de Sánchez Martínez está muy cerca del córner desde el que se produce la violencia verbal que no se recoge en el acta arbitral.
El daño reputacional para LaLiga y el Mundial 2030
De haber sido consciente del equipo arbitral, debería haberse activado el protocolo que existe para estos casos, que consiste en advertencias desde la megafonía que terminan en suspensión si la actitud continúa. Las redes sociales, recipientes de odio, han servido como punto de partido para la denuncia del enésimo caso en el que también se han visto perjudicados Raphinha o Balde durante las celebraciones del tercer y cuarto gol de los azulgranas.
Desde el Real Madrid y LaLiga se han activado con rapidez investigaciones y condenas de estos episodios. El objetivo, como en anteriores, es localizar a los denunciados. Lo que ya no puede pararse es el daño reputacional que provocan las situaciones de racismo y que tuvieron uno de sus últimos puntos álgidos con las declaraciones de Vinicius en ESPN. El futuro Balón de Oro llegó a declarar que España no debería acoger el Mundial 2030 si era incapaz de avanzar en su lucha contra el racismo. El Santiago Bernabéu es el estadio preferido para la final, de ahí el terremoto generado.
El problema del racismo genera crisis institucionales que van más allá del fútbol y obligan al Gobierno a posicionarse. «Los insultos racistas dirigidos a Lamine Yamal en el clásico son todo contra lo que vamos a luchar. No vamos a permitir que en el deporte se normalicen agresiones que no toleramos en otros espacios«, expresaba Elma Saiz, ministra de Inclusión Seguridad Social y Migraciones. Hace apenas unos días, celebraba el convenio de tres años firmado con LaLiga para erradicar los discursos incívicos en los estadios. Una tarea para la que cada vez se ponen más medios, aunque incapaces de disuadir un problema que no pertenece a una «minoría ruidosa» o «cuatro gatos», sino que se ha convertido en sistémico.