La represalia de Israel, que a primera hora de este sábado golpeó instalaciones militares iraníes y segó la vida de al menos cuatro soldados iraníes, añade una nueva capa a la guerra a cara descubierta que libran Tel Aviv y Teherán tras décadas moviéndose en zona de sombras. Mientras evaluaban los daños ocasionados por los ataques aéreos israelíes, la República de los Ayatolás se embarcó en la tarea de minimizarlos y dirimía su próximo movimiento.

¿Qué hacer ahora? Es la pregunta del millón a la que se enfrenta Irán. El dilema que debe dilucidar el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, y su círculo más cercano. Una respuesta seguiría alimentando la espiral de ataque-contraataque que ha marcado las últimas semanas y que va deslizando a Oriente Próximo hacia una escalada inédita, de repercusiones impredecibles. La ausencia de réplica, en cambio, podría proyectar la imagen de flaqueza, no solo a Israel sino también a los apoderados que Teherán ha ido construyendo en la región, desde Hizbulá o Hamás hasta los hutíes, el régimen de Bashar Asad en Siria y las milicias chiíes de Irak.

El anunciado ataque israelí, retrasado por una filtración de los planes iniciales por parte del Pentágono, siguió un esquema calculado: los cazas israelíes atacaron primero baterías de defensa aérea y radares en Siria e Irak. Tras despejar el camino, los aviones volaron en dirección a Irán, a una distancia de más de 1.600 kilómetros de Israel y atacaron los sistemas de defensa aérea de Irán y las instalaciones de producción de misiles de largo alcance. En un comunicado, el ejército iraní afirmó que Israel lanzó los misiles desde el espacio aéreo iraquí.

Atacar a Israel y elevar la escalada regional

A lo largo del sábado los líderes occidentales pidieron a Irán que practicara la contención mientras seguían defendiendo el derecho de Israel a defenderse, un mantra desde el 7 de octubre de 2023. El presidente estadounidense Joe Biden expresó en público su deseo: esperaba que los ataques israelíes contra Irán fueran el final. El demócrata mostró su satisfacción de que las arremetidas hubieran evitado instalaciones nucleares y petrolíferas, en la cuenta atrás de las elecciones estadounidenses, las más reñidas e imprevisibles en décadas.

El régimen teocrático debe ahora hacer los cálculos y definir la estrategia, en mitad de la guerra en siete frentes que libra el Estado judío. “Lo más probable es que Irán no responda por ahora”, apunta a El Independiente Ali Vaez, director del Irán Project del Crisis Group. “Cualquier intento iraní de tomar represalias tendrá que enfrentarse al hecho de que Hizbulá, su aliado más importante contra Israel, se ha debilitado significativamente y sus sistemas de armas convencionales han sido rechazados en gran medida en dos ocasiones”, arguye el analista.

Cualquier intento iraní de tomar represalias tendrá que enfrentarse al hecho de que Hizbulá, su aliado más importante contra Israel, se ha debilitado significativamente

“Por el contrario, Israel ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades de la defensa antiaérea iraní y conserva una capacidad de escalada sustancial. En otras palabras, parece haber un importante desajuste tanto en términos de la espada que empuña cada bando como del escudo que puede desplegar”, esboza gráficamente.

Si optan por responder, la réplica sería en forma de otra oleada de misiles balísticos como la que alcanzó Israel el pasado 1 de octubre. 181 misiles que ocasionaron escasos daños en territorio israelí. En ese escenario, el Gobierno de Benjamin Netanyahu ya ha amenazado con tomar nuevas represalias. Este camino seguiría avivando el fuego que consume Oriente Próximo desde el ataque de Hamás y la operación militar israelí en la Franja de Gaza, sin final en el horizonte.

La ruta opuesta es renunciar a un ataque, al menos en el corto plazo. Volver a ejercitar y presumir de “la paciencia estratégica” de la que ha hecho gala Irán, incluso ahora que el Eje de la Resistencia está bajo ataque y Netanyahu habla públicamente de modificar el mapa y el equilibrio de fuerzas que conocemos en Oriente Próximo. “Está claro que el gobierno iraní no quiere una escalada. Esto queda claro por la respuesta oficial y la cobertura mediática en los medios de comunicación iraníes”, argumenta en conversación con este diario Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson.

No responder y reivindicar «paciencia estratégica»

Y esa estrategia inicial es la de restar importancia a la magnitud del ataque. “Minimizar su impacto proporciona al Gobierno iraní tiempo y espacio de alguna manera para desescalar y considerar su opción para la próxima ronda del conflicto con Israel”, agrega Hassan. “El hecho de que Israel esta vez no haya atacado instalaciones nucleares ni infraestructuras económicas críticas da al gobierno iraní espacio para restar importancia, evaluar el impacto y considerar sus opciones futuras”. El ejército iraní reconoció que en el ataque israelí resultaron dañados emplazamientos de radares militares, pero precisó que “algunos de ellos ya están siendo reparados”.

No obstante, el dilema resulta cada vez más desafiante para el régimen iraní. “Si responde, se arriesgará a represalias por parte de Israel, lo que agravará aún más la situación. Y en vísperas de las elecciones estadounidenses, esta opción es muy arriesgada para Irán. Así que Irán no quiere escalar más, al menos por ahora. Si no responde, entonces debilita aún más la imagen de Irán a los ojos de su población, a los ojos de sus apoderados y de sus aliados en toda la región”, detalla este analista.

El hecho de que Israel esta vez no haya atacado instalaciones nucleares ni infraestructuras económicas críticas da al gobierno iraní espacio para restar importancia

“Por ahora, parece que Estados Unidos ha conseguido utilizar de alguna manera su influencia sobre Israel para no atacar las instalaciones nucleares, para no atacar infraestructuras económicas críticas y, al mismo tiempo, gestionar de alguna manera esta ronda de escalada”, advierte Hassan. Un balón de oxígeno que permite a los ayatolás verse obligados a responder inmediatamente, en mitad de una coyuntura económica delicada.

En un comunicado remitido a este diario, el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní reivindica que “basándose en su derecho inherente a la legítima defensa —reflejado también en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas—, se considera en su derecho y con el deber de defenderse ante actos de agresión externa”. Pero, a renglón seguido, agrega: “La República Islámica de Irán, subrayando su compromiso de emplear todas las capacidades materiales y espirituales del pueblo iraní para proteger su seguridad e intereses vitales, y plenamente consciente de sus responsabilidades para con la paz y seguridad regionales, recuerda la responsabilidad individual y colectiva de todos los países de la región en la preservación de la paz y estabilidad regionales”. La nota concluye haciendo “un llamamiento a la comunidad internacional para que actúe de inmediato y de manera urgente para detener el genocidio, la guerra y la agresión contra Gaza y el Líbano, y para contener las tendencias belicistas del régimen sionista”.

En términos similares a la guerra de declaraciones que durante semanas ha empleado Israel, la semana pasada el ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi avisó que “cualquier ataque contra Irán se considerará cruzar una línea roja para nosotros”. “Un ataque así no quedará sin respuesta”, alertó. El viernes, como advertencia previa, el portavoz de Exteriores iraní Esmail Baqai reforzó la idea: “Cualquier agresión del régimen israelí contra Irán será respondida con toda su fuerza”.

En una difícil encrucijada: ningún opción es buena

Aplazar “sine die” la represalia iraní permite a la diplomacia actuar, a la espera del resultado de las elecciones estadounidenses y a la ventana de oportunidad para retomar las negociaciones nucleares. Teherán insiste en que su objetivo no es la bomba atómica, pero el enriquecimiento de uranio y su probada experiencia nuclear podrían estar acercando al país a una meta que usaría como arma de disuasión contra enemigos como el israelí y estadounidense.

Aunque la respuesta iraní sea la no respuesta, Hassan avisa a navegantes: “No debemos olvidar que, una vez más, se ha cruzado otro tabú, otra línea roja en esta guerra entre Irán e Israel. Y esa línea roja o tabú es que, por primera vez, Israel atacó a Irán en una operación directa. Esto es nuevo, y en realidad la primera vez desde el final de la guerra Irán-Irak, que también muestra las limitaciones de la estrategia de la doctrina de defensa hacia adelante de Irán. Así que de cara al futuro, Irán no tiene realmente demasiadas opciones. Se enfrenta a un dilema, y hará lo que pueda, al menos por ahora, para desescalar y esperar el resultado de las elecciones estadounidenses. Pero esta guerra entre Irán e Israel no ha terminado, en realidad. Y mi sensación es que no terminará pronto. Israel puede incluso tratar de considerar de alguna manera el modelo del Líbano para escalar gradualmente y ver hasta dónde puede llegar en su guerra, atacando abiertamente a Irán”.

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