«Vivir con TDAH es verte obligado a remar a contracorriente cada día de tu vida, pidiendo disculpas por todo cuanto haces y sintiendo la necesidad de demostrarle continuamente al mundo lo que vales», afirma la psicóloga Paula Rodríguez, que también padece TDAH.
Hoy, 27 de octubre, se celebra el Día Nacional del TDAH para visibilizar un trastorno del neurodesarrollo que provoca dificultades en la atención y en el autocontrol a las personas que lo padecen, ya sea en la infancia, la adolescencia o la edad adulta. Así, cuanto más precozmente se diagnostique, mejor será el pronóstico.
«Como he sido diagnosticado de pequeño, tengo una vida normal. La gente no percibe que tengo déficit de atención si no lo digo, porque tengo las herramientas que he adquirido durante la mitad de mi vida que llevo diagnosticado», expone Xoán Mayordomo, a punto de cumplir 21 años y que estudia Linguas Extranxeiras en la Universidade de Vigo.
Tenía 10 años cuando le detectaron déficit de atención. «En el colegio siempre me decían que estaba en mi mundo interior, como si estuviera en Babia», recuerda. «Uno, al ser pequeño, no entiende qué le pasa, pero yo no me veía diferente al resto», explica. Fue distinto cuando llegó al instituto: «Tuve que ir al psiquiatra para que me recetara la medicación». La señal de alarma llegó con las notas. «Eran muy dispares, podía tener un 10 en historia y un 1 en matemáticas», destaca. «Al ser adolescente, además, también te vas dando cuenta de cómo eres y tus diferencias con el resto de personas», destaca. La medicación fue una gran ayuda, sobre todo, a nivel académico. «La tomaba para estar atento en clase y pasé de suspender algunas a aprobarlas todas. También me sentía más seguro en la calle, más atento a todo».
«Lo que realmente me ha generado un cambio es ser consciente de lo que tengo. No ser consciente de que tenía un problema me repercutía, por ejemplo, en las comparaciones con los demás. Cuando ya tienes autoconsciencia, te das cuenta de que funcionas de una manera diferente y ya está», expone.
Las mayores dificultades que ha encontrado a lo largo de su vida han sido «de entendimiento»: «Mucha gente no sabe lo que es y lo resume en estar distraído, pero va más allá. Te repercute en todo, incluso en tu manera de ver las cosas; la gente piensa que estás en tu mundo, pero simplemente eres distinto. Esa es una de las cosas que más me ha costado, que la gente entienda que no estoy desconcentrado porque yo quiera, sino porque no puedo».
En cuanto a la medicación, aunque es consciente de que hay mucha controversia al respecto, afirma que a él le ha «ayudado mucho, sobre todo a nivel académico, aunque tener unas mejores notas también me ayudó con mi autoestima».
«Queda mucho camino por recorrer, pero está cambiando todo», reflexiona. «Antes mucha gente atribuía el déficit de atención a una capacidad intelectual baja, como si te trataran de tonto. Eso lo he vivido de pequeño y justamente tonto no soy, pero de pequeño sí que he sufrido ese estigma. Te da mucha rabia», dice molesto también por la gente que banaliza sobre el tema: «Hay personas que, sin tener un diagnóstico, afirman que tienen TDAH simplemente por ser distraídas. No creo que se deba jugar con eso», se lamenta: «Hace falta mucha comprensión todavía. Simplemente comprenderlo te ayuda a saber que esta persona funciona de manera diferente, ya está. Ni mejor ni peor, diferente».
Patricia (nombre ficticio), madre de un adolescente con TDAH, cuenta que a su hijo lo diagnosticaron con 13 años (ahora tiene 16) «después de 3 años de un auténtico calvario». «Ya a los 10 años tuvo una profesora que nos dijo que era un niño maleducado e indisciplinado. Lo tenía castigado todo el año. Fue un desastre». Pese a todo, siempre aprobaba con buenas notas. «En el instituto llegaron a decirnos que acabaría convertido en un drogadicto si seguía así, a la deriva», añade.
«Una profesora suya llegó a decirnos que acabaría siendo un drogadicto»
La pandemia, además, tuvo un efecto nefasto. «El pediatra me dijo que es como si le hubiera explotado el cerebro. Todo salió a la luz la segunda vez que se tuvo que quedar en casa sin poder entrenar. Jugar al fútbol era su obsesión», prosigue. «Empezó a no estudiar, no hacía los deberes… Nos llamaron del instituto y lo expulsaron durante tres días». «Terminó el curso como pudo y en 2º de la ESO todo saltó por los aires», continúa. «Su hiperactividad se convirtió en agresividad». Se vio obligada a recurrir al inspector educativo para que se le aplicara el protocolo de TDAH. Finalmente, optó por cambiarlo de centro y ahora estudia un ciclo de Formación Profesional.
Regular la medicación fue otro desafío. «Empezó a crecer y no le llegaba la medicación. Volvió la agresividad y vivimos un infierno durante seis meses. Estaba descontrolado, no sabía lo que le estaba ocurriendo e incluso llegó a pensar en suicidarse«, revela. Después de mucho insistir a su psiquiatra, aportando incluso un informe de su psicóloga, consiguieron que le aumentaran la dosis. «Fue su salvación«. Ahora echa la vista atrás y lamenta los años perdidos por tantas trabas que se ha encontrado por el camino. «Yo la niñez de mi hijo no la viví, no la disfruté, porque fue una locura«. Su presente se centra en ayudar a su hijo en «intentar revertir su hiperactividad en cosas buenas, y en eso estamos».
Hasta los 54 años tuvo que esperar Begoña Fernández para tener su diagnóstico: «Intenté que vieran cuál era mi problema hace cuatro años. Me hicieron las pruebas y cuando llegó el resultado estimaron que todo era normal. No me dieron los baremos; pedí ver las gráficas, pero no han querido dármelas». Cuatro años después acudió por su cuenta a un gabinete privado: «Evidentemente, soy TDAH; lo que pasa es que tengo un coeficiente intelectual alto y creo que eso compensaba lo otro». El suyo fue un largo periplo en busca de respuestas: «Fui a asociaciones y a centros de psicología para ver si me valoraban, pero me decían que no, que a la gente mayor no la valoraban».
Aunque ahora presume de ser celadora, recuerda que «siempre he sido un fracaso escolar». «En octavo suspendí cuatro en verano, me metieron en un FP de Administrativo y en segundo curso, antes de acabar, me pusieron a trabajar», se lamenta. «Siempre me han hecho sentir que era tonta y eso te enfada y te frustra, porque te pasas la vida pensando que tienes un montón de limitaciones y luego resulta que esas limitaciones, con terapia y con medicación, te permiten vivir mucho mejor».
«Este verano ha sido el mejor de mi vida», proclama tras empezar con la medicación. «Hasta ahora no me había permitido nunca el lujo de descansar, estresándome hasta tal punto que en febrero rompí: empecé con taquicardia, palpitaciones… Acabé con medicación para la ansiedad y la depresión, cuando yo nunca había tenido ese problema».
«Ahora he sustituido una medicación por la otra, solo tomo la del TDAH, y estoy genial, mejor que nunca», celebra. «Cuando llegué a la consulta de mi actual psicóloga lo único que quería era descansar, y una rotonda o una calle a mi nombre», bromea. «Necesitaba un reconocimiento como las actrices a su larga trayectoria, a todo su esfuerzo. Necesitaba que me reconocieran lo que me había costado llegar hasta aquí».
Begoña Fernández asegura que «el TDAH adulto está muy desatendido«: «Nos sentimos solísimos. No lo hubiera pasado tan mal si hace cuatro años me hubieran dicho cuál era mi diagnóstico. Ahora tengo una paz que no había tenido nunca. Sigo siendo yo, pero mi vida ha cambiado un cien por cien. Es una pena que llegara a tener que pasarlo tan mal».
Una realidad que «no puede seguir siendo ignorada»
Con motivo de la celebración del Día del TDAH, desde la Federación de Asociaciones del TDAH (FEAADAH) lanzan un mensaje claro: «¡Es hora de que los políticos y responsables actúen!«. «Con 4.276.175 personas afectadas por el TDAH en España, ya no podemos permitir que se ignore una realidad tan evidente y extendida. Exigimos que se utilice el término correcto, que se reconozca el impacto del TDAH y que se implementen soluciones efectivas ahora, porque el TDAH es una realidad». Según la OMS, afecta al 8,8% de la población mundial. Sin embargo, el TDAH sigue siendo malinterpretado y, casi siempre, invisibilizado: «Es hora de que legislen de verdad, que ponga en marcha soluciones a un trastorno real que se conoce y se invisibiliza año tras año. «Con 4.276.175 personas afectadas en España, el TDAH es una realidad que no puede seguir siendo ignorada. La indiferencia no es una opción».
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