En su denuncia, presentada ante la Policía, la actriz Elisa Mouliaá cuenta un detalle que puede parecer trivial, pero que a quienes están acostumbrados a escuchar este tipo de conductas les suena a patrón repetido. Recuerda la joven que Íñigo Errejón le impuso tres condiciones para pasar la noche con él: que no se alejase, que si lo hacía no fuera más lejos de 20 metros y que le besara

«Lo que está haciendo es demostrar que ese juego, ese abuso de poder, le divierte. Esa frialdad que ella describe significa que lo hace con soltura, que lo hace de forma apabullante, natural, porque es la forma que le sale de relacionarse con los demás», expresa la psicóloga Ana Villarrubia en el pódcast En la Sabana de EL ESPAÑOL.

Resulta llamativo que en los comentarios en redes sociales, la primera vía por la que comenzaron a aparecer las acusaciones contra el exdiputado de Sumar, muchas mujeres aprecian conductas similares, que han sufrido ellas o alguna allegada. Y lo que hace Ana Villarrubia es trazar un perfil psicológico con los elementos que han ido apareciendo en las últimas 48 horas. 


En ese fragmento de la denuncia, la psicóloga ve un «divertimento», que puede comenzar como algo mutuo, pero que se convierte en «unilateral». «Me coloco casi en la posición de protagonista de una película Disney y te pido tres deseos. No es un juego compartido porque no está pensando en ella, aunque eso no le importa», ejemplifica.

Ese comportamiento, la psicóloga lo encuadra en un perfil muy reconocible. Es propio de individuos «que usan a la gente», tienen «actitudes despóticas» y se convierten en una especie de «consumidores de personas»

La experta recalca el concepto «personas», no habla sólo de mujeres, porque aclara que este tipo de perfiles pueden comportarse igual con ambos sexos. Lo importante es que los considere «inferiores en su ámbito personal o profesional«, aunque puede llegar a ocurrir que vea inferiores a las mujeres «sólo por el hecho de ser mujeres». 

Todo esto está relacionado, habitualmente, con el poder. «Parte de un privilegio por el que uno empieza a autoreferenciarse, a verlo todo desde un prisma muy egocéntrico, muy erótico y uno empieza a pensar que eso es lo que merece». 

Y entonces, desde esa visión del mundo tomada desde arriba, «la arrogancia, el despotismo se van sublimando, se van interiorizando y van formando parte de los mecanismos con los que yo me relaciono con el mundo». «Ahí surgen una especie de pseudo delirios de grandeza por los que uno se siente embaucado y casi se enamora de sí mismo».

Esos elementos aparecen también en la primera denuncia anónima, publicada en sus redes sociales por la periodista Cristina Fallarás, en la que una mujer tuvo sexo con Errejón aunque no menciona explícitamente su nombre asegura que «es una forma de ejercer poder, no es sexo». «Como si se estuviera masturbando con tu cuerpo«, describe en su acusación.

La carta de Errejón

Ante esto, Íñigo Errejón respondió con una alambicada carta donde incluye expresiones enrevesadas en las que denota una especie de culpa sin llegar nunca a pedir perdón. Así, el político habla de una «subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica» y escribe una frase lapidaria: «He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona».

Ana Villarrubia también analiza ese comunicado. «Refleja este momento en el que está asumiendo, todavía tibiamente, un comportamiento egoísta que ya no le cuadra con uno mismo, ya sea porque sufre reprobación social o porque él se avergüenza a nivel interno. Pero sí que hay un clic en el que piensa que le está superando», valora.

De hecho, Errejón lo reconoce de forma explícita y asegura que lleva «un tiempo trabajando en un proceso personal y de acompañamiento psicológico».

La psicóloga dice que «la carta es característica del tipo de persona que viene a consulta». «Todavía no es consciente del todo de lo que ha hecho o ha dejado de hacer, pero sabe que de un modo u otro le va a traer consecuencias o ha repercutido sobre otros». «Yo la vería incluso positiva a nivel terapéutico», opina Ana Villarrubia. 

La denuncia

Otra de las polémicas surgidas no sólo en este caso, sino cada vez que se produce un escándalo por abusos sexuales es por qué las supuestas víctimas sólo se atreven a contar su experiencia de forma anónima o denuncian años después de que ocurrieran los hechos. Lo relatado por la actriz Elisa Mouliaá pasó en septiembre de 2021. 

«Las mujeres se dan cuenta de lo que han vivido, toman conciencia de haber sido violentadas y hacen lo que pueden. Lo cuentan en casa, lo cuentan en redes, lo cuentan en función de la forma de poder afrontarlo», sentencia Ana Villarrubia. 

En algunos casos, incluso, se llega a victimizar o acusar a las denunciantes. La psicóloga valora especialmente que Elisa Mouliaá se haya atrevido a acudir a la Policía, cuando las circunstancias se lo han permitido, para «tener en consideración su testimonio» con mayores motivos.

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