El deporte de élite no existe, solo hay deportistas de élite. En la cúspide falta oxígeno, por lo que tiene plazas limitadas. Taylor Swift es única, ningún otro artista se debe relacionar con ella. Ocurrió en la Liga española con Messi, dios supremo que el espectáculo del balón perfeccionó al concederle un antagonista como Ronaldo. El cartel anunciador reseñaba en aquellos años un Madrid-Barça, pero se disputaba un Messi-Ronaldo. En efecto, el orden de los factores no coincide, pero el resultado es el mismo, ya se irán acostumbrando.
El exilio dorado de Messi-Ronaldo arruinó a los Madrid-Barça, sin desmerecer a secundarios como Benzema. Ninguno de ellos es Taylor Swift, simplemente. La honradez en el comentario obliga a agradecer a los programadores por haber cocinado otro Ali-Frazier futbolístico, que ahora se llama Mbappé-Yamal. El orden ha vuelto a cambiar, por favor manténgase atentos. El barcelonista se ha llevado por goleada el primer choque digno de tal nombre entre ambos. A sus órdenes, el bigoleador Lewandowski es como Demi Moore en La sustancia, ha encontrado una nueva piel en los adolescentes que le rodean.
El análisis futbolístico debe escabullirse de circunstancias aleatorias como el desarrollo del juego, ha de escapar incluso del resultado inapelable. Debe centrarse en la venta de camisetas, recuerde a Taylor Swift. De ahí el Mbappé-Yamal celebrado en el mismo Santiago Bernabéu que acogió a la cantante estadounidense a pesar de los vecinos. La sorpresa reside en que el espectáculo es el mismo, con o sin balón. Los entendidos deben cambiar de estadio.
¿Cómo funcionó el Mbappé-Yamal, ¿se mantuvo a la altura de los inolvidables Messi-Ronaldo? Y como todo Mozart debe cargar con un Salieri, también cabe preguntarse si el desagradable Vinicius se adueñó del protagonismo de su estrella, al igual que ya ocurriera esta misma semana en el Madrid-Dortmund. Conviene remitirse al programa inicial, sin interferencias. Nadie sale de un concierto de Taylor Swift señalando que el guitarrista es excepcional. Solo faltaría que fuera mediocre, pero toda la gloria se polariza en el protagonista único.
Es posible que Messi y Ronaldo no fueran los mejores de un Madrid-Barça, pero eran lo único relevante del encuentro. En cuanto a sus herederos, Mbappé se mostró literalmente en fuera de juego, en tanto que Yamal plasma en el campo el himno a la alegría o «joy» que Kamala Harris no logra imponer en su campaña electoral. En un partido a la carrera, el Mbappé-Yamal se vivió con una intensidad que recuperó la leyenda de sus predecesores, aunque se escoró brutalmente a favor del segundo. Ambos estaban obligados a marcar o como mínimo a remarcar ante dos guardametas suplentes, solo uno cumplió con su cometido.
Alrededor de los dos ejes del partido, Vinicius volvió a encadenar de nuevo más protestas dramáticas que jugadas de mérito, solo dejó su tarjeta y era amarilla. Ancelotti o mejor Angelotti, un gerente eficaz sin pretensiones de robar los focos a sus gladiadores, fue humillado por Flick, con su físico de estibador sin tentaciones estéticas.