En las primeras horas del estallido del caso de Íñigo Errejón -y con la carta del ya exportavoz de Sumar en el Congreso publicada- en la derecha aún reinaba la confusión. Ante el aluvión de comentarios -sobre todo en el entorno de Más Madrid, Podemos y Sumar, pero también del PSOE sobre si esto “se sabía desde hacía tiempo” o “ya había habido muchas veces runrún”- en el PP intentaban recabar información sobre lo que estaba pareciendo un caso de bastante más dimensión de lo que esperaban. En Vox sucedía algo similar.
Y mientras la primera denuncia se ha formalizado ante la Policía -con durísimas descripciones de escenas vividas con Errejón- y la izquierda intenta encajar un golpe muy duro para su imagen, la oposición ve ya este episodio como uno de los más complicados que pueda tener que gestionar el Gobierno.
En Génova reconocen que su oposición en otros temas -como la trama Koldo- no es “tan efectiva” como en un caso de este tipo, “que todo el mundo entiende”, “que genera empatía en las mujeres de forma transversal” y, sobre todo, que a ojos de los conservadores es “un golpe demoledor a la línea de flotación de la izquierda”. Y muy especialmente en el discurso del feminismo.
Dirigentes de la cúpula del PP y del grupo parlamentario, uno a uno, repiten: “Ni una lección más vamos a tolerar”. A continuación se preguntan cuál habría sido la reacción de la izquierda y del propio Ejecutivo si fuera la derecha la que hubiera tenido un caso así encima de la mesa, y además en uno de sus principales referentes.
En las comunidades autónomas también el discurso es muy duro. Si Isabel Díaz Ayuso aseguró que a Sumar “se le cae otra de sus grandes banderas que tiene ya que enrollar”, la balear Marga Prohens -desde el Palacio de la Moncloa- aseguró el viernes que “no se pueden tolerar ciertos comportamientos vengan de donde vengan” y que ya estamos ante “un ejercicio más de hipocresía política de la mal llamada izquierda feminista”.
En Vox, Santiago Abascal sacó la artillería pesada: “Estos miserables son los que quieren enseñar educación sexual a nuestros hijos. Los que hablan en nombre de la mujer. Los que sueltan violadores y pederastas por las calles. Y los que les encubren cuando son de su partido”.
La derecha tiene claro que el caso de Errejón “ejemplifica a la perfección” la batalla cultural “que hay que dar” y la duda que comparten ahora en los cuarteles generales de PP y Vox es intentar ver “hasta dónde puede llegar el asunto a nivel político”. Algunos dirigentes consideran que “esto puede llevar al Gobierno al hundimiento” por una incoherencia política que deja ya a Sumar completamente tocado, más si se comprueba “que lo habían ido conociendo y lo taparon”.
“El Gobierno de las lecciones”, ironizan en ambos partidos, dejando claro que esta será ya otra de las grandes batallas políticas en las próximas semanas. La presidenta de Extremadura, María Guardiola, también del PP y desde Moncloa, se refirió a lo ocurrido en los mismos términos llegando a pedir una reflexión sobre esas “lecciones” de la izquierda: “Tienen que dar explicaciones sus compañeros ante el silencio cómplice mientras nos daban lecciones de feminismo a los demás. Un partido tan puro”, ironizó.
El PP tiene claro que el foco debe seguir puesto -más allá de Errejón- en Yolanda Díaz y Sumar, formación sobre la que opinan “que ya no podrá levantar cabeza”. En Génova insistían este viernes -con los detalles que se iban conociendo de la denuncia y, sobre todo, por la reacción del partido- en que “esto no se va a quedar aquí”. Los conservadores sí reconocen que Sumar “ha dado pasos deprisa” para demostrar que actúan pero, sin embargo, lo ven del todo insuficiente: “Aquí lo que se está destapando es que durante mucho tiempo lo sabían y no hicieron nada”.
La oposición se prepara para presionar al máximo a los socios de la coalición, mirando de reojo también a Podemos, sin tener claro hasta qué punto Pablo Iglesias, Irene Montero y Ione Belarra -los tres grandes activos desde dentro y fuera de la organización- jugarán esta situación también para desestabilizar del todo a Sumar.
Lo que repiten en Génova es la sensación de “decadencia” de un Gobierno que “acumula escándalos” por distintos frentes y que ya resulta “incontrolable” cada semana.