Elisa Mouliaá, actriz española de 35 años, ha revolucionado el panorama político español. Tras denunciar a Íñigo Errejón por presunto acoso sexual, se convierte en la presunta primera víctima pública del expolítico. En la denuncia, Elisa ha detallado todo lo que ocurrió la noche de los hechos y el origen de su relación con Íñigo.
Ambos se conocieron en redes sociales. Llevaban un año intercambiando mensajes y se conocieron la noche de la presentación del libro de Iñigo, en 2021. Este la invitó a que asistiese y, al terminar, la invitó a tomar una cerveza.
La actitud de Íñigo la desconcertó desde el primer momento, ya que no coincidía con lo que le había dejado ver por redes. «Mostraba una actitud seria y fría que la sorprendió», dicta la denuncia.
Al terminarse la cerveza, Elisa decidió irse a la fiesta de unos amigos, a la que, por educación, invitó a Errejón. Para su sorpresa, este accedió y se desplazaron en un coche hasta allí.
Cuando se montaron en el vehículo, todo cambió. Íñigo adoptó un rol dominante que no había mostrado hasta ahora y le impuso tres reglas: «Que no se alejase de él esa noche», «que, si lo hacía, no se fuese a más de veinte metros de él y regresase en un minuto» y «que esa noche le diese un beso».
A partir de ese momento, creció la incomodidad en Elisa, hasta que llegaron a casa de los amigos de esta. En el ascensor, Íñigo le dijo «la tercera regla la voy a romper ahora» y procedió a agarrarla de la cintura fuertemente y besarla.
En la fiesta, bailaron, bebieron y hablaron con el resto de invitados, hasta que Íñigo, según la denunciante, se puso celoso de un asistente. «La agarró fuertemente del brazo y la llevó por la fuerza durante unos seis metros, por un pasillo, hasta introducirla en el interior de una habitación de la casa», clama la denuncia.
Allí, Errejón comenzó a tocarla y a besarla, hasta que se sacó el miembro mientras le lamía los pechos. Ella se sintió paralizada y asegura que no consintió los hechos. Intentando frenarle, le dijo que quería volver a la fiesta e Íñigo accedió, con una condición: que se marchasen a su casa a los 20 minutos.
Elisa accedió con el fin de que parase y, tras 20 minutos, se marcharon en un vehículo hacia el domicilio del expolítico. Allí, volvió a tocarla y besarla, hasta que ella le comentó lo incómoda que se sentía. «Solo sí es sí, parece mentira que me esté pasando esto contigo«, le dijo.
Fue entonces cuando Errejón le dio las gracias y le dijo que aquella experiencia le serviría para futuros encuentros. ¿Saldrán a la luz esos «encuentros» con más víctimas?