La muerte de Ángel Asenov fue el cuarto y último asesinato hasta ahora de Dilawar Hussain. Antes había matado a tres hermanos (dos ancianas y un anciano) en Morata de Tajuña (Madrid). Fue detenido. Pero Dilawar cometió su último crimen dentro de la cárcel. Su víctima fue su compañero de celda. El arma fue el disco de una pesa del gimnasio. Y el lugar, la escena del crimen, la celda de la prisión Madrid VII donde decidieron que convivieran.
La investigación abierta en el juzgado número 8 de Arganda del Rey revela algunas carencias de seguridad y decisiones cuestionables por parte de los responsables de la prisión. El primer aspecto que se está investigando es quién ordenó que Dilawar, que entraba en prisión por matar salvajemente a tres ancianos víctimas de una estafa amorosa, pasara a convivir en la celda del módulo 12 con Ángel Asenov.
En los interrogatorios, a los que ha tenido acceso el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica, la jueza pregunta por esa decisión a varios funcionarios de Prisiones y a la Jefa de Servicio de la cárcel de Estremera (Madrid VII). La trabajadora que estaba de guardia aquella noche declaró que no sabe por qué estaban juntos, aunque apuntó a problemas de hacinamiento en la prisión (hay más de 1.200 reclusos en Madrid VII).
Por qué compartían celda
La Jefa de Servicio, por su parte, explicó a la jueza que «quien decide al módulo al que va es la Junta de Tratamiento. El módulo 12 es de presos preventivos (sin juzgar aún) reincidentes. La decisión de si comparten celda o no muchas veces viene determinada por ellos mismos. Si yo me llevo bien contigo, no me puedo pagar una televisión y quiero verla… Muchos no quieren estar solos, prefieren compartir (celda)».
A preguntas de Rodrigo López del Cerro, abogado de la familia de la víctima, la directiva de la cárcel añadió que «desconoce» si existía un informe que recomendara que Dilawar compartiera celda con otro recluso.
Los presos del módulo 12, sin embargo, tienen menos dudas cuando declaran ante la jueza. Así, José, que convivió con la víctima tiempo atrás en otra celda, declaró que «el búlgaro se quería cambiar de celda porque no estaba bien con el paquistaní, que le decía que era un guarro, eres un guarro, limpia. El paquistaní decía que le miraba cuando se duchaba, pero yo le decía: a ver si es porque estáis hablando y te está mirando a la cara». Añade que Ángel, el búlgaro, habló con una funcionaria y le pidió cambiarse de celda, pero no le hicieron caso.
«No le hicieron caso»
Más contundente es otro preso del módulo 12, el lugar del crimen. Este hombre, interno en la celda 35, conocía a los dos implicados. «El chaval búlgaro, que era buena gente, se quería cambiar y no le hicieron ni puto caso… Quería estar solo el chaval, que le quitaran al mataviejas, que tenía muchos problemas pa aguantar a ese mataviejas«. En opinión de ese preso veterano, el triple asesino de ancianos «tiene que estar en enfermería en observación o chapado (en régimen de aislamiento), que tiene tres muertes, señoría, y lo traen al módulo. No lo entiendo».
El recluso de la celda 37 también declaró ante la jueza. Y fue también contundente. «Ya se veía venir. Una persona que ha matado a tres personas en la calle, yo lo veía que no podía estar acompañado de un compañero de celda y yo lo estuve comentando dos semanas antes con algunos internos de que (sic) seguramente mataba a su compañero de celda, pero ¡yo qué sé! Era una hipótesis que a lo mejor no llegaba a ser realidad… y mira».
La jueza le preguntó por qué tenía esa sospecha y el preso, con muchos años ya de cárcel, contestó: «pues igual que sospecho que el paquistaní este no va a salir de aquí con los pies. Se va a ahorcar en alguna celda en alguna prisión de España. No sé, hipótesis que te vienen porque llevas ya tiempo en la cárcel y cosas que ves y que te imaginas», concluyó.
«Se comentaba en el patio»
El segundo aspecto que se investiga es de donde salió el arma del crimen, el disco de la pesa robado del gimnasio. El interno encargado del gimnasio ha declarado que un mes antes del crimen, más o menos, notó la falta del disco de dos kilos y medio. Añade que «lo comuniqué, pero no en el sentido de que falta eso, sino como muchas cosas que he comunicado que faltan en el gimnasio las cuales no se ha hecho ningún caso».
Otro preso del mismo módulo 12 de la cárcel de Estremera afirmó ante la jueza que se enteró de lo del disco de la pesa «al día después» del crimen. Luego, «me dijeron que llevaba desaparecida un par de semanas, por lo que se comenta en el patio».
El gimnasio, siempre abierto
Este recluso, veterano de varias prisiones españolas, contó a la jueza que el gimnasio de Estremera «estaba abierto siempre» y que era la primera «macro» (macrocárcel) que veía en que eso ocurría. «En todas se abre y se cierra, se recuenta el material», explicó, «ahora aquí lo están haciendo también» desde «estos hechos», en alusión al asesinato de Ángel.
Otro preso, Daniel, indicó a la jueza que la pesa «faltaba ya hace una semana y no hicieron caso los señores funcionarios… Faltaba una pesa pero no se cogió, pasaron totalmente». Un último recluso del módulo 12 declaró que «había escuchado que faltaba una pesa (del gimnasio), para mí era indiferente, a mí ni me iba ni me venía».
El asunto de la pesa desaparecida sí se comentaba en el patio de la cárcel, según el testimonio de este recluso: «nosotros pensábamos que alguien estaba fabricando un pincho con la pesa. En principio, intentamos conseguir la pesa por nuestros medios para evitar cacheos (registros de las celdas) y eso, pero como no dimos con la pesa, así se quedó. Creo que se lo comunicaron a un funcionario».
Cambiaron el protocolo
La jueza ha interrogado también a funcionarios de la cárcel y a la jefa de Servicio para saber qué ocurrió con la pesa y qué medidas se tomaron. Ambas rechazaron que algún preso les avisara del robo aunque la funcionaria admitió que «no teníamos hasta entonces un inventario detallado de todo el material de gimnasio«.
La pesa no figura en el inventario
La Jefa de Servicio explicó a la jueza que había un inventario del material del gimnasio en un documento de ordenador de 2018, pero que físicamente no había una hoja en la que se actualizaran los materiales que estaban allí. Este medio ha tenido acceso a ese inventario y en ese documento ni tan siquiera consta que el gimnasio de la prisión disponía de dos pesas de dos kilos y medio, como la del crimen.
Tanto la Jefa de Servicio como una funcionaria admitieron que después del asesinato se ha cambiado la organización del gimnasio: «en el inventariado del material, antes de abrir y cerrarlo sí que se corrobora específicamente que haya todo el material». La Jefa de Servicio explicó en qué consistían las nuevas normas dictadas por la dirección de la prisión después del asesinato de Ángel: «Se tiene que registrar en el libro oficial y tiene que estar la hoja física con la cantidad de pesas que hay puesta en la pared del gimnasio».