En 2017, aguardaba la llamada de un amigo desde la Franja de Gaza mediante una videollamada de WhatsApp. Cuando finalmente se concretó, mi amigo Khaled estaba en la sala de estar de Yahya Sinwar, quien aceptó discutir mi propuesta de construir un aeropuerto en Gaza. En ese momento, yo abogaba por la creación de un aeródromo en Gaza bajo administración internacional y con la aprobación de Israel y las FDI, para resolver la falta de libertad de movimiento de los civiles de la Franja a través de puntos de acceso que no fueran ni egipcios ni israelíes. Un punto clave de mi planteamiento era que Hamás no participaría en la gestión del aeropuerto, y se tendría que aceptar la presencia de una fuerza internacional que controlaría la seguridad, asegurándose de que no hubiera contrabando ni actividades perjudiciales que favorecieran al grupo terrorista o pusieran en riesgo la seguridad de Israel. Sinwar me cuestionó sobre las verdaderas motivaciones detrás de mi iniciativa. Deseaba saber por qué me interesaba tanto la aviación como un medio para mejorar la situación de los habitantes de Gaza. Dio una aprobación inicial al proyecto, aunque me advirtió del peligro de que el lugar se convirtiera en un “centro de espionaje” para quienes intentaran debilitar a Hamás y su “resistencia”. Le aseguré que tanto Israel, como los países árabes y la comunidad internacional, ya cuentan con suficientes medios tecnológicos para vigilar a Hamás, y que un aeropuerto… Leer más
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