Un nuevo componente amenaza con unirse a la tormenta perfecta que erosiona la actividad de agricultores y ganaderos. La tendencia alcista de los insumos del campo, la sequía o los fenomenos meteorológicos extremos suman la debilidad de un factor humano imprescindible para las labores del sector primario: la mano de obra.

La necesidad de personas dispuestas a trabajar en las explotaciones agrarias es máxima. Una población envejecida en la que mueren más personas de las que nacen, el abandono de los núcleos rurales y un relevo generacional que no llega alimentan una problemática que ya está a pie de cultivo.

«Es una paradoja que haya más de dos millones y medio de parados y no haya gente para trabajar en el campo. Las condiciones son las que marca la ley y la negociación colectiva y por debajo no se puede trabajar. La solución que hemos tenido en los últimos años a la ausencia de mano de obra ha sido recurrir a los inmigrantes. Su aportación es fundamental», explica en conversación con El Independiente Juanjo Álvarez, director de ASAJA (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores).

La dificultad para conseguir mano de obra para las funciones agrarias encuentra recurrentemente un respiro en la inmigración. Miles de extranjeros buscan un futuro en España y, según apunta a este diario Florentino Felgueroso, investigador de mercado laboral de FEDEA (Federación de Estudios de Economía Aplicada), pueden ser la llave para uno de los obstáculos que se interponen en la supervivencia de los agrarios: «Hay una escasez de mano de obra que tiene que ver que son empleos no deseados por la gente de aquí. En este tipo de empresas familiares los hijos se han formado con la cabeza en otras profesiones y no quieren seguir la labor de las generaciones previas, pero además está el tema de las condicones y sobre todo la cuestión demográfica. No tenemos jóvenes para hacer el reemplazo de muchas ocupaciones, tanto cualificadas como no».

El experto señala que el fenómeno de escasez de mano de obra cada vez está más relacionado con la falta de población gente y no con las condiciones laborales. «A partir de que es un tema demográfico lo que hay que intentar es que la mano de obra que viene se quede. No se puede estar todos los años buscando personal porque el problema se va a perpetuar e impide la integración de estos trabajadores en España. Hay que evitar los errores cometidos por países con más recorrido en esta cuestión como Francia, Alemania o Italia», destaca Felgueroso.

¿Hay mano de obra para el campo en España?

La visión a pie de cultivo pone en entredicho la raíz del conflicto: «Pero qué pasa, ¿que en España no tenemos trabajadores? Con las cifras de paro que hay es una situación anómala. Hay gente cobrando subsidios de forma continuada y no van a trabajar a sectores que lo requieren. El Gobierno tendría que ver por qué esto es así», asevera Álvarez.

La crisis de la mano de obra lleva a los agricultores a recurrir a las contrataciones en origen. A través de acuerdos, se forma a trabajadores en otros países y se recurre a su trabajo para temporadas concretas; sin embargo, esta operación supone un coste extra e impide que esos empleados se integren en España y que se especialicen en una función concreta. «Funciona razonablemente bien, pero no es barato porque hay que proveer al trabajador de una vivienda. Para cultivos con margen para hacerlo es mejor opción, pero en otros es muy complicado», explica a este periódico Ricardo Serra, vicepresidente de Asaja a nivel nacional y presidente de la región andaluza, lugar donde más se acentúa la escasez de trabajadores para las labores agrarias.

Como principal impedimento a la contratación de contingencia, el campo condena la burocracia: «Irte al país de destino, contratar, y hacer la documentación para que estas personas puedan trabajar y luego se vuelven a casa. Es un tema muy caro y dificultoso en papeleo», expresa Serra. Álvarez pone el debe para los inmigrantes que ya están aquí: «Sobra burocracia y acortar papeleo y plazos para que estas personas puedan arraigarse social y laboralmente. Es un ecosistema complicado, pero lo más importante es que en el campo hay trabajo digno en el que se cumplen todos los requisitos y faltan manos».

La exigencia de los agricultores es para el Ministerio de Agricultura: «Tendrían sentarse con nosostros, conocer la realidad y buscar un sistema razonable para todos que protegiera a quien lo necesita. No podemos tener un sistema que induce a a la corrupción y a tirar de los subsidios».

Relevo generacional agrario

El rompecabezas demográfico, así como el desinterés por el sector primario como salida laboral, amplifica la dificultad para encontrar relevo en las explotaciones: «Necesitamos jóvenes que tengan hijos para equilibrar la sociedad, no solo puede haber mayores y población envejecida», reitera Felgueroso, que puntualiza: «Precariedad siempre hay, condicionada no solo por la avidez del empresario, sino por un entorno muy competitivo con altos costes que además van al alza. Lo que tenemos ahora muy encima es el problema demográfico puro».

El aprovechamiento de la inmigración, no solo como mano de obra sino también como relevo, se antoja como una posibilidad remota para los agrarios. «No somos capaces de transmitir nuestras empresas a nuestros hijos…. ¿cómo vamos a hacerlo entonces? Esto tiene que ir de padres a hijos y eso es lo que tiene que impulsar el Ministerio de Agricultura. Cada vez es más complicado apelar a ese arraigo», indica Álvarez.

Las deficientes condiciones de jubilación denunciadas de forma casi peredne desde el campo suman un ingrediente más que destroza el relevo generacional: «El agrario permanece más tiempo de lo que le corresponde porque la jubilación que le queda es ridícula y cuando lo hace es porque ya no puede físicamente o porque se muer. Sus hijos -si es que los hay porque cada vez nacen menos- tiene 45 o 50 años y ya se han buscado otro oficio. Es muy complicado que los inmigrantes den el relevo generacional, cómo van a acceder a la propiedad de la tierra. Los propietarios no están para regalar fincas», concluye Serra.

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