A cinco meses de Fallas, los talleres de indumentaria tradicional están en plena actividad. Es la temporada alta porque en las próximas semanas empiezan las exaltaciones de las falleras mayores de las comisiones, que son las que copan una parte importante del mercado. Sólo en la ciudad pueden generar fácilmente 1.500 trajes en un año. Pero no sería suficiente para cubrir las necesidades del sector, teniendo en cuenta que una buena parte de estos trajes, todo sea dicho, no se realiza en tiendas acreditadamente legalizadas, sino en economía sumergida.
Pero ahora hay un nuevo factor que viene a contribuir a la ola que mantiene a este sector artesano en excelente estado de forma. Lo que en pandemia se convirtió en un canto crítico, «Salvem la Indumentaria», ahora son tiendas que, ya en primavera, cuelgan el cartel de «agenda cerrada». Y es que hay también un nuevo cliente: el fallero nuevo. El que también se ha incorporado, dentro del efecto rebote del censo fallero, que descendió de forma alarmante durante los meses de oscuridad, pero que ahora no sólo ha vuelto, sino que ha incorporado nuevos efectivos. Es por todo ello que, en un sábado cualquiera la tranquilidad en el centro se viera alterada por colas a la entrada de comercios de la solera de Álvaro Moliner, tanto en su tienda tradicional como en la nueva línea de pret à porter. El motivo no era otro que la llegada de ofertas. «Días de…». Bastó una línea de precios especiales para generar unas colas que se reproducirán en próximas ofertas o de cara a la temporada de Navidad. Porque, a estas alturas, no sólo se piensa en hacer todavía trajes este año. También había clientas pensando en el año que viene.
Octubre también es el escenario de Espai Indumentaria, la feria del comercio de trajes para las Fallas, que reúne a miles de personas hasta hoy con la mirada puesta también en complementos de última hora o en las Fallas de 2026.