Fervor, tradición y fiesta se unieron este domingo en Elche en una romería de San Crispín, patrón de los zapateros, que superó las expectativas con una participación estimada en 3.000 personas.
Esta impresionante cifra la convierte en una de las romerías más multitudinarias de los últimos años, un testimonio de la profunda devoción por el santo y la vitalidad de esta celebración arraigada en la historia de la ciudad y, sobre todo, a la industria del calzado, fundamental en la transformación de Elche en el último siglo.
La festividad, que tuvo su origen en la década de los 50, cuando Elche consolidó su posición como referente en la industria del calzado a nivel nacional, continúa en el siglo XXI como un símbolo de la persistencia de la fe y las tradiciones, y un testimonio del orgullo y la identidad ilicitana.
La romería de San Crispín se convierte además en el punto de de unión entre fabricantes, trabajadores del calzado y al pueblo ilicitano.
La procesión, un vibrante despliegue de fe y color, serpenteó por las calles de barrio de Carrús con la imagen de San Crispín en su trono. El aire se llenó del aroma de la pólvora, mezclado con el sonido de las marchas de las bandas de música, las tracas y los petardos que marcaban el paso de la comitiva.
Miles de personas, ataviadas con el tradicional pañuelo verde adornado con la silueta del santo, acompañaron la romería, mostrando su devoción y participación activa en la tradición. Y junto a los pañuelos, la tradicional caña.
«Este año cuando faltaban más todavía cuatro días para la romería nos quedamos sin cañas», explicaba Loli Vilella, vicepresidenta de la Asociación de Amigos de San Crispín.
Entre la multitud, se destacaba la presencia de autoridades locales e importantes figuras del sector del calzado. El alcalde de Elche, Pablo Ruz, junto a miembros de la Corporación Municipal, compartieron este momento de celebración con Marían Cano, presidenta de Avecal (Asociación Valenciana de Empresas del Calzado), y la pregonera de las fiestas, Yrene Tomás, de la firma Nórdikas. Su presencia subrayó el significado de esta romería no solo como una festividad religiosa, sino como un evento clave que refuerza la unión entre la comunidad, la tradición y la industria zapatera, tan esencial para la identidad de Elche.
«La romería de San Crispín es una tradición ya muy arraigada en el corazón del pueblo de Elche. La gente ha respondido y son muchos los ilicitanos que han acudido a la romería por las calles de Carrús y la posterior misa y entrada a la ermita», declaraba el alcalde, Pablo Ruz.
Tampoco faltaron a la cita las entidades festeras de la ciudad y como novedad, este año participaron en la romería los crispinianos de Elda, representantes del sector zapatero en la localidad del Medio Vinalopó.
La jornada se desarrolló con un ritmo marcado por la tradición. Los devotos, con fervor, bailaron el santo en su trono, un gesto que refleja la profunda conexión entre la fe y la celebración.
Bendición de chinchetas
La llegada a la ermita de San Crispín fue un momento de especial intensidad. Allí, los asistentes participaron en la tradicional eucaristía y, como cada año, uno de los momentos más esperados fue la bendición de las chinchetas, un símbolo tradicional que se cree que aporta prosperidad y protección a los trabajadores del calzado.
Largas colas se formaron ante la ermita para recibir estas pequeñas piezas de metal bendecidas, un acto que representa la fe en San Crispín y la esperanza en un futuro próspero para la industria.
Almuerzo
Tras la misa y la recogida de chinchetas, la celebración continuó con un ambiente festivo y distendido. Familias enteras disfrutaron de un paseo por el mercadillo instalado junto a la ermita, donde se podrían adquirir productos locales y, por supuesto, la tradicional coca de mollitas, un alimento que se ha convertido en un elemento imprescindible de la romería, compartiendo un momento de confraternidad y alegría.
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