Del mismo modo que se están descubriendo poblaciones de mosquitos que son cada vez más resistentes a los insecticidas, también se está comprobando la existencia de microbios en las ciudades que están evolucionando para resistir y adaptarse a los productos de limpieza que se utilizan para eliminarlos. Así lo ha desvelado una investigación científica, que también ha hallado nuevas cepas de microbios en ciudades como Hong Kong y que antes solo se encontraban en la Antártida.
Tras la reciente pandemia del Covid 19, se ha incrementado el uso de desinfectantes, pero ¿están siendo contraproducentes estos esfuerzos para crear entornos urbanos estériles?
Un estudio publicado en la revista ‘Microbiome’ ha identificado nuevas cepas de microbios que se han adaptado para subsistir incluso con los limitados recursos disponibles en las ciudades. La investigación ha demostrado además que nuestro comportamiento cotidiano está cambiando la composición de los microorganismos en los ambientes interiores.
Los científicos han identificado nuevas cepas de microbios que se han adaptado para subsistir con los limitados recursos disponibles en las ciudades
«Los entornos edificados ofrecen condiciones distintas que los diferencian de los hábitats naturales y artificiales», afirma Xinzhao Tong, profesor adjunto de la Universidad Xi’an Jiaotong-Liverpool (XJTLU), China, y autor principal del estudio.
Los lugares densamente construidos carecen de los nutrientes y los recursos esenciales que los microbios necesitan para sobrevivir, por lo que estos entornos construidos tienen un microbioma único.
«El uso de productos de limpieza y otros similares crea un entorno que ejerce una presión sobre los microbios, frente a lo que deben adaptarse o bien acabar eliminados, pero no se conocen bien los mecanismos por los que los microbios se adaptan y sobreviven en los entornos construidos», explica Tong.
Los investigadores recogieron 738 muestras de diversos entornos construidos, como estaciones de metro, residencias, instalaciones públicas, muelles y también piel humana en la ciudad de Hong Kong. A continuación, utilizaron la secuenciación metagenómica para analizar el contenido genómico de los microbios y comprender cómo se han adaptado a las difíciles condiciones urbanas.
Metabolizan los compuestos de los productos de limpieza
El resultado es que el genoma de esta nueva cepa de Eremiobacterota le permite metabolizar los iones de amonio presentes en los productos de limpieza. Además, la cepa también tiene genes de alcohol y aldehído deshidrogenasas para descomponer el alcohol residual de los desinfectantes habituales.
«Aquellos microbios que poseen capacidades mejoradas para utilizar recursos limitados y tolerar productos como desinfectantes y metales, superan a las cepas no resistentes, por lo que mejoran su supervivencia e incluso su evolución dentro de los entornos construidos. Podrían, por tanto, plantear riesgos para la salud si son patógenos», añade el experto.
El equipo identificó 11 cepas únicas de Micrococcus luteus no descubiertas hasta entonces, que normalmente no son patógenas, pero sí capaces de causar infecciones oportunistas en individuos inmunodeprimidos.
Preocupante para los hospitales
«La cuestión de su adaptación a nuestro comportamiento resulta especialmente crítica en entornos clínicos, porque los hospitales sirven de focos de diversos patógenos que causan infecciones adquiridas en el hospital (HAI). Las HAI suponen una amenaza importante, sobre todo en las unidades de cuidados intensivos, donde las tasas de mortalidad pueden alcanzar hasta el 30%», afirma Tong.
Los investigadores también descubrieron dos nuevas cepas de Patescibacteria, conocidas como ‘nanobacterias’, ya que tienen genomas diminutos que no contienen muchos genes para producir sus propios recursos.
Tong ha explicado: «Algunas cepas de Patescibacteria se consideran parasitarias, ya que dependen de huéspedes bacterianos para obtener sus nutrientes. Sin embargo, en este estudio, los investigadores descubrieron que una de las cepas de nanobacterias, recuperada de la piel humana, contiene genes para la biosíntesis de carotenoides y ubiquinona.
«Estos compuestos antioxidantes son vitales para los humanos, y normalmente los adquirimos a través de la dieta, lo que sugiere una posible relación mutualista entre las bacterias y nosotros como sus huéspedes».
Estudio de referencia: https://microbiomejournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40168-024-01926-6
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