En Canarias aún predomina la familia tradicional, pero cada vez ocupan es mayor el espacio que ocupan otro tipo de fórmulas, como la monoparentalidad, ¿a qué se debe este cambio de paradigma? 

Lo fundamental es el cambio importante que se ha producido a nivel de valores en la sociedad. Por un lado se está caminando hacia postulados más hedonistas donde la familia es importante pero el desarrollo personal también. En paralelo, la mujer ha ganado mucho terreno en cuanto a libertad y a sus derechos, por lo que puede decidir si tener hijos o no y cómo tenerlos (si en solitario o con una pareja). Una situación que, a su vez, ha venido favorecida por los distintos cambios legales, como la Ley del Divorcio, que ha derivado en un mayor índice de ruptura y monoparentalidad. Influyen, asimismo, los problemas económicos porque generan mucho estrés en los núcleos familiares y repercuten en el número de hijos por mujer, que se reduce. 

Según la OCDE, estos cambios se están produciendo por toda Europa, pero España lidera el movimiento y Canarias es la punta de lanza de nuestro país ¿por qué el Archipiélago se ha adelantado tanto?

Es complejo de entender. Al hablar de Canarias debemos tener en cuenta que estamos conformados en islas con una realidad distinta en cada una de ellas. En las capitalinas y en algunas no capitalinas, como Lanzarote, sí que se está dando este fenómeno y, en ellas, uno de los principales motores del cambio ha sido es el turismo. El turismo se ha vivido de forma intensa desde hace mucho tiempo, recibiendo en nuestras islas poblaciones significativas de gente que tiene una cultura diferente y más avanzada. Todo eso arrastra. 

¿La economía canaria ha tenido alguna influencia? 

La economía tiene un efecto curioso. Cuando entramos en crisis económica, en un primer momento, se frenan las rupturas. Sin embargo, poco tiempo después aquella experiencia crea una bomba a relojería que se suma a todos los problemas que pueda convivir la pareja y la dinámica familiar.

Imagino que tampoco ayudan las dificultades de acceso a la vivienda o la precariedad laboral. 

Los políticos tienen que ponerse las pilas de una vez con el tema. No solo con la situación económica y laboral de la población española, que es importantísima, sino con la conciliación. Mientras no haya conciliación entre la familia y el mundo laboral tenemos un gran problema. Está bajando la natalidad y se está perdiendo el subsistema familiar fraterno. Hace poco estuve en Croacia y vi un montón de gente joven con al menos con dos niños. Quizás su economía no es tan buena como la nuestra en algunos aspectos, pero es cuestión de mentalidad y compromiso político. 

¿Están las familias tradicionales en vías de extinción? 

No te sabría decir, pero desaparecer no puede desaparecer porque la gran mayoría empezamos por ahí. Lo que tenemos que hacer es educar a la sociedad para comprometer más a los varones en la crianza y a las madres a darles cancha a ellos para que formen ese vínculo y sientan y exijan ese derecho.

En los hogares monoparentales hay una clara brecha de género. En las Islas, siete de cada diez los forman madres ¿por qué se da este fenómeno? 

Si quiero ser madre puedo serlo con mi propio cuerpo. El poder de la naturaleza me da la opción para lograr esa meta sin grandes compromisos externos. Los varones no lo tienen tan fácil. O adoptan o tienen un hijo biológico a través de subrogación que, como sabemos, en nuestro país puede conllevar a ciertos problemas legales. Además, estos datos enlazan con el divorcio y la custodia. Estamos avanzando y ya casi la mitad de las custodias son compartidas. Sin embargo, cuando hablas de custodias en solitario, es abismal el porcentaje que recae sobre la mujer. 

¿Qué efectos tiene esta modificación de patrones en la sociedad?

La estructura familiar es más frágil y el esfuerzo para mantener la unidad se ha desdibujado. Además, como somos sujetos de costumbre, lo que antes era extraordinario -como las rupturas-, ahora se ve como común y ordinario. Lo encontramos cuando trabajamos con la construcción del conocimiento social relativo al tema de divorcio o al tema de la reconstitución. La gente ya lo ve mucho más a su alrededor.

¿Diría que esa fragilidad se alimenta del carácter hedonista de la sociedad moderna?

Sí y todo viene por el cambio de valores. Antes, los principios religiosos imponían que casarse debía ser para toda la vida, enfrentándote a carros y carretas. Ahora mucha gente ve la ruptura como algo habitual o, por lo menos, una posibilidad, sin tener esa presión tan extraordinaria de la sociedad. Por otra parte, estos planteamientos hedonistas también vienen acompañados de un pensamiento de lo que los hijos suponen para mí y dónde los pongo en mi lista de prioridades. Es curioso. Los estudios sociológicos siguen destacando la familia como el primer valor de la sociedad aunque ya, en muchos casos, no es así. Es lo que nosotros llamamos conocimiento explícito, es decir, lo que decimos porque está consensuado a nivel social. Pero lo que hemos elaborado en nuestra mente, sobre esas mismas realidades, a veces no coincide estrictamente con lo que decimos. 

Puede que ni la propia persona sea consciente de esa dualidad.

No. Tienes que tener un buen nivel de autorreflexión para saber qué tienes elaborado en la cabeza. La gente joven tiene claro que si un día tiene hijos y se separa, apostaría por la custodia compartida. Pero a la hora de la verdad muchos siguen abogando por la custodia en solitario. Esto es un ejemplo de cómo la representación de lo explícito no tiene que ir en el mismo sentido que el conocimiento implícito. Lo implícito está más vinculado a lo que tú has ido elaborando a lo largo de tu historia de vida y no tiene por qué haber cosas tan avanzadas como las que a veces decimos. 

Nuestra cultura cambia muy rápido, pero nuestra mente no lo ha hecho al mismo ritmo.  

La cultura son las leyes y las normativas. La cultura impulsa. Pero de ahí a que eso se asimile dentro de la mente del ser humano, puede pasar un tiempo. Nos falta moldear el interior, el conocimiento implícito. Por eso los cambios sociales van muy lentos, aunque los legales o los socioeconómicos se adelante. No es fácil provocar un cambio radical. 

¿Cómo van a afectar los cambios que se están produciendo ahora a la generación del futuro?

Las nuevas generaciones están creciendo observando y recibiendo experiencias de diversidad familiar. Apuesto a que las generaciones del futuro serán más igualitarias y admitirán más esa diversidad, pero eso no es una garantía que el 100% acepte. La escuela tiene que ponerse las pilas y trabajar muchísimo más la diversidad familiar, apoyarla. Por otra parte, me preocupa que estos niños no están recibiendo la misma atención y dedicación que generaciones anteriores. No es por no querer, sino por no poder. Estos niños viven en unos hogares con una atención, en mayor o menor grado, que desde luego no es exquisita. Las personas tienden a construir una realidad en función de lo que viven de pequeños y si viven en una vorágine de estrés y de cambios profundos en sus unidades familiares (rupturas, reconstrucciones…) ¿cómo serán cuando sean padres? La familia no va a desaparecer porque en la naturaleza humana tenemos tendencia a proteger y atender, pero la cualidad de esas relaciones no va a ser la misma. 

Hace unos años se generó un debate muy intenso con relación a la celebración del Día del Padre en los centros escolares.  

El Día del Padre y el día de la Madre echa por tierra algunos modelos familiares. La escuela tiene la obligación de incluir a la diversidad sea por las razones que sean. Si celebras el día de la familia y aprovechas para decir con una sonrisa en la boca y sin ningún prejuicio: «aquí somos todos iguales», ya estarías ayudando a que esos niños avanzaran.

La nueva Ley de Familias intenta dar nombre a todas estas nuevas estructuras, ¿ayudará a aceptar mejor estas realidades?

Tenemos que mentalizarnos es que la sociedad española está constituida por una pluralidad de modelos familiares. Es tan heterogénea que dentro de la pluralidad de modelos hay incluso una pluralidad de estructuras. ¿Y por qué te digo esto? Porque hay que entender que cada modelo y cada estructura tiene retos particulares a los que se deben enfrentar para funcionar. Y no solo hablo de formación y preparación, sino de tener la convicción de querer que funcione. 

¿Qué debería hacer la política para cambiar la tendencia de rupturas y natalidad?

Esto es una bomba de relojería, por eso hay que atender a la familia en todos los ámbitos. La política debe apostar por la conciliación y por la mejora de la economía de las familias, porque ambas circunstancias generan muchísimos problemas. Es una gotita que va llenando el vaso de discusiones y de problemáticas. Intentemos que los hogares no tengan que enfrentarse a esa demanda para que pongan su esfuerzo en lo que es la propia dinámica familiar. Es imprescindible en este momento darle la posibilidad de tener un tiempo relajado y de calidad para dedicar a los hijos. Y en este sentido, sería interesante incrementar el tiempo de baja maternal. 

¿Cuánto debería extenderse la baja maternal? 

Yo creo que un año creo que sería ideal. Con un año el niño ya es bastante autónomo y puede incorporarse a la escuela. Que eso no quita que el niño pueda estar en ese periodo acudiendo a la escuelita porque allí aprenderá muchas habilidades. Pero desde luego una atención más intensa en ese primer año de vida me parecería ideal. 

Este cambio de patrones de familia también tiene influencia en la soledad de los mayores y la atención a la dependencia. 

Desde luego políticamente no están favoreciendo absolutamente nada. La Ley de Dependencia tiene que mejorar de forma significativa porque, cuando en el seno de la familia hay una persona dependiente, se genera una presión en los núcleos familiares tremenda. Es que no respira. En esto también influirá el descenso de la natalidad. Si no mejora el apoyo de la Ley de Dependencia, a medio plazo, tendremos a personas solas que se van a encargar de todo, de su padre y su madre. 

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