Un ejemplar de lobo ibérico en el norte de España. / E. Press

Una de las noticias que más me ha llamado la atención esta semana es la que narraba la muerte de 17 cabras bajo las fauces de una loba en l’Alt Empordà. La cuestión, narraba el pastor, es que el perro que supuestamente debía proteger el ganado «se hizo amigo de la loba» y, simplemente, la dejó hacer. Se hizo amigo. Espectacular. La historia es apasionante y mejora con cada detalle. Se ve que el perro, un border collie ‘despistat’, siente a la loba como si fuera su madre y la persigue como un patito nada más la ve. Ella, que es muy pilla, se aprovecha de la ascendencia emocional que genera y se tira a la yugular de las cabritillas más rezagadas. Y como no hay perro que le tosa, ‘va fent’. 

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