El chaval que en la posguerra se lanzaba al agua de la Albufereta entre pedrusco y pedrusco se retiraba tal semana como ésta pero hace 50 años. Aquel trabajador adolescente, llamado Luis Asensi Galiana, que cargaba piedras en la cantera, aprendió a nadar en aguas abiertas en sus descansos laborales. En poco tiempo su nombre comenzó a sonar en una ciudad donde el fútbol acaparaba el poco deporte que se practicaba. Ni hablar de piscinas municipales, tampoco las de las urbanizaciones que no existían. El que nadaba en Alicante en los años treinta y cuarenta era un autodidacta. Asensi se convirtió en un deportista de altura surgido por generación espontánea.

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