El chaval que en la posguerra se lanzaba al agua de la Albufereta entre pedrusco y pedrusco se retiraba tal semana como ésta pero hace 50 años. Aquel trabajador adolescente, llamado Luis Asensi Galiana, que cargaba piedras en la cantera, aprendió a nadar en aguas abiertas en sus descansos laborales. En poco tiempo su nombre comenzó a sonar en una ciudad donde el fútbol acaparaba el poco deporte que se practicaba. Ni hablar de piscinas municipales, tampoco las de las urbanizaciones que no existían. El que nadaba en Alicante en los años treinta y cuarenta era un autodidacta. Asensi se convirtió en un deportista de altura surgido por generación espontánea.
En 1974 ponía fin a treinta y tantos años de exitosa carrera, había decidido pasar al otro lado, al didáctico, a poder enseñar como nadie le enseñó a él. «Me dedicaré a entrenar a los más jóvenes», contaba en su adiós. Para ello se uniría con José Antonio Chicoy, otro alicantino que le había sucedido en los éxitos deportivos y que incluso disputó una final olímpica. «Queremos lograr la Federación Alicantina de Natación», decían ambos.
Asensi colgaba de esta manera el bañador, tres décadas después de haber despuntado en las carreras populares que la afición alicantina organizaba (Vuelta a la Escollera, Travesía del Puerto…). Su apodo de «tragamillas» le llegó tras realizar una empresa mayor, la travesía a Tabarca, y lograr también una retahíla de títulos nacionales en las distancias de 1.500 metros y 400 mariposa. Era un titán que comenzó a crear afición en la ciudad, sobre todo a partir de adjudicarse la travesía entre Capri y Nápoles, una de las más prestigiosas del planeta. Ahora que se retiraba de la competición estaría al frente del club que había abierto en San Gabriel. Cincuenta años después de su retirada y dieciocho de su fallecimiento, el nombre de Luis Asensi continúa presente en la ciudad y la piscina cubierta municipal, en el Monte Tossal, lleva su nombre.
Mientras, aquel mes de octubre de 1974 continuaba en Alicante con sus habituales obras y demandas vecinales. La Rambla de Méndez Núñez seguía con su renovación radical y aquellos días se derribaba la última casa al norte de la calle que cambiaría para siempre su fisonomía y también la de la ciudad. El Ayuntamiento buscaba la manera de ajardinar 30.000 metros cuadrados del Centro de Estudios Universitarios (CEU). «Queremos cubrir de plantas 30 tahúllas que están casi calvas», decían desde el gobierno local. Para ello una brigada del Patronato de la Vivienda se había desplazado para comenzar a sanear el lugar. Era el pistoletazo de salida de un campus que con el tiempo se convirtió en referencia de la educación pública universitaria a nivel autonómico y nacional.
Los operarios y los escombros también campaban en el Portal de Elche, inmerso en un proceso de rehabilitación integral que daría fin al quiosco central. Durante 1974 habían sido muchas las críticas vecinales a la situación del enclave, irregular, incluso peligroso para el viandante y semiabandonado. Relacionada con aquella obra magna que abarcaba el citado Portal y la Rambla, aparecía ahora la necesidad de reparar la Explanada, uno de los puntos neurálgicos del turismo alicantino y postal por excelencia de la ciudad para el resto del mundo. «La Explanada se hunde», expresaba el alcalde García Romeu, que aseguraba haber encargado un proyecto de «reparación total» porque se había filtrado una masa de agua que estaba reventado el paseo por excelencia al aparecer un socavón. Además, INFORMACIÓN se hacía eco de una donación de un particular, Alejandro Forner Vidal, para ayudar a financiar el paseo marítimo, un tema recurrente en aquellas semanas. En su escrito quería dejar constancia de que no tenía ningún interés económico para la construcción del paseo: «No soy propietario de ningún negocio que pueda beneficiarse». Puro amor por Alicante.
Malas noticias para la sanidad llegaban desde el Hospital de la Cruz Roja, abocado al cierre porque «los ingresos no alcanzan ni el 60 % de los gastos». Su director, Ramón Sancho, lamentaba la situación, sobre todo la de sus trabajadores, 17 más dos médicos de guardia. Sin salir del mundo de la medicina, el doctor Pedro Herrero celebraba 44 años de carrera profesional entregados a la devoción por el paciente: «Un niño nunca puede ser un número en una consulta».
Cambiando de tercio, la Sección Femenina también estaba de aniversario. «Cuarenta años de lucha por la formación y la promoción de la mujer», decían. Desde el organismo aseguraban que continuaban la doctrina joseantoniana: «Es nuestro eje y nuestro maestro permanente». Su delegada provincial, Mercedes Alonso, era la cabeza visible de la Sección, que celebraba el día de su patrona, Santa Teresa, el día 15.
Aquel fin de semana, el Hércules de Arsenio confirmaba su mejoría al empatar a cero en el Rico Pérez con el Barça de Cruyff, que dos meses atrás le había goleado en la inauguración del estadio. El choque fue grabado por las televisiones de Bélgica y Holanda. Además, el cómico Juanito Navarro actuaba en el Albany: «Me encanta hacer de paleto ibérico», decía al mismo tiempo que confirmaba que la censura prácticamente había desaparecido. «Han abierto la mano casi al límite».
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