Pequeños grupos de paracaidistas terminan de pintarse de negro y verde la cara, o esperan a pie la orden de partir, con el fusil colgando del torso, bocacha abajo. Los iluminan a ráfagas los faros de los Vamtac, medio centenar de esos vehículos de combate del Ejército que llevan ya un rato con el motor ronroneando, calentándose en medio de la noche. Gruesas salpicaduras de barro han acribillado ruedas, puertas, capós, acreditando que no es la primera vez que salen a la humedad montuna de alrededor. En la noche del 16 al 17 de octubre, en el campo de maniobras eslovaco de Lešt, arranca Falcata, ejercicio de guerra de lo que la OTAN denomina Multinational Brigade Task Force Slovakia, el despliegue de fuerzas de cinco países aliados que dirige España en el flanco Este y que se ha convertido en el compromiso militar más nuevo y trascendente de cuantos mantiene activos este país, por encima en magnitud y alcance -que no en lo delicado de su situación- de la misión de cascos azules en el Líbano.

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