Eduardo Zaplana, en una imagen de archivo. / EP

La Audiencia de Valencia ha resuelto cuando menos un asunto de nomenclatura. Eduardo Zaplana es el arquetipo de la corrupción del PP, pero pecaba de impropio colgarle esta etiqueta sin una sentencia en contra. Cayeron antes sus discípulos aventajados, como Jaume Matas. Una condena a más de diez años de cárcel en primera instancia, por no hablar de multas durísimas donde más duele, obligan a llamar corrupto a secas al expresidente valenciano. Cumplió su consigna de «me tengo que hacer rico», ahora empieza a pagar la factura. El nuevo ministro de Aznar con etiqueta penal no sigue entre los populares, solo faltaría, pero cabe preguntarse si subsisten los mecanismos que ya lo han llevado a la cárcel. El aznarismo llegó para curar al felipismo podrido, por lo visto a base de empeorarlo.

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