La Audiencia de Valencia ha resuelto cuando menos un asunto de nomenclatura. Eduardo Zaplana es el arquetipo de la corrupción del PP, pero pecaba de impropio colgarle esta etiqueta sin una sentencia en contra. Cayeron antes sus discípulos aventajados, como Jaume Matas. Una condena a más de diez años de cárcel en primera instancia, por no hablar de multas durísimas donde más duele, obligan a llamar corrupto a secas al expresidente valenciano. Cumplió su consigna de «me tengo que hacer rico», ahora empieza a pagar la factura. El nuevo ministro de Aznar con etiqueta penal no sigue entre los populares, solo faltaría, pero cabe preguntarse si subsisten los mecanismos que ya lo han llevado a la cárcel. El aznarismo llegó para curar al felipismo podrido, por lo visto a base de empeorarlo.
Zaplana dejó de ser presidente valenciano en 2002, así que la condena llega un siglo después de los hechos, cuando las baterías de la actualidad apuntaban hacia su colega ministerial José Luis Ábalos. El PSOE ha explotado de modo vergonzoso incluso la retirada de Rafa Nadal, para resguardar a Pedro Sánchez. La estrategia facilona de recurrir al conservador recién condenado para cubrirse púdicamente tampoco funcionará.
Zaplana no mejora las posiciones de Ábalos, las agrava. Devuelve a la población el asco ante el aprovechamiento de fondos públicos por los políticos, vigente en las preocupaciones recogidas por las encuestas. En ambos casos, la condena es lo de menos, frente a la confirmación de un zaplanismo transversal que podía recaudar con la mano derecha mientras dialogaba con la izquierda. Es difícil no fantasear la simetría con los gastos pagados al ministro socialista de Fomento. También comparten la estirpe de dos tíos simpáticos de lengua suelta, convencidos de que su labia les protege de todo mal. De hecho, la intercesión de Zaplana rescató a alguno de sus colegas en el Supremo, pero ahora afronta una misión mas difícil. Ha de salvarse a sí mismo sin favores que ofrecer, el bipartidismo debe ser pétreo si resiste a Zaplana o Ábalos.