Su apellido remite a uno de los primeros grandes hitos de la concienciación medioambiental. Félix Rodríguez de la Fuente enseñó la importancia de preservar la biodiversidad y los ecosistemas, acercándose de una manera sencilla y directa a todo tipo de gente. Ese es el legado que mantiene su hija Odile, en una de las intervenciones más esperadas del Ecoforum, recientemente celebrado en Castellón y organizado por Prensa Ibérica.
«Los seres humanos nos hemos convertido en la fuerza de la naturaleza que más impacto causa a nivel global». Esta fue una de sus frases más contundentes, en una intervención que dejó de lado los paños calientes.
Diagnóstico adverso
Su análisis de la situación no es positivo, con datos como el «crecimiento exponencial de la población, a costa de un crecimiento de la concentración de gases de efecto invernadero, la extinción de especies, la pérdida de ecosistemas o la contaminación de las aguas», expuso Odile Rodríguez de la Fuente. Una presión demográfica y humana «que es reciente y con un gran impacto en los últimos 100 años», un periodo muy breve en comparación con 12.000 años desde que desapareció la última glaciación.
A pesar de estos condicionantes, la intención de la ponente es conseguir un cambio social, con la finalidad de que cada ciudadano «se inspire y sea parte del movimiento del cambio».
Modificar el paradigma
Rodríguez de la Fuente expuso que hay «un sentido de derecho y obligación de explotar la naturaleza para nuestro beneficio, y luego está el consumo, que es el motor de la economía, que promueve cosas como la obsolescencia programada, que obliga a los compradores a cambiar una máquina cada cinco años, cuando podría funcionar perfectamente con pocas reparaciones; vivimos en una sociedad del derroche, con una visión de usar y tirar».
«¿Ningún economista se ha planteado que hay que cambiar la manera de medir el desarrollo y el bienestar?»
Sobre los fundamentos de la economía, dijo que la sociedad «se mide según el PIB», ante lo que se preguntó: «¿Ningún economista se ha planteado que hay que cambiar la manera de medir el desarrollo y el bienestar?».
Nuevo modelo
La conferenciante expuso que hay «un cambio de paradigma. El analítico sigue siendo el actual, surge de la revolución industrial y venera a las máquinas, y ahora hay que entrar en el sistémico, en el que empezamos a venerar los ecosistemas y la naturaleza». Una naturaleza «que no es una máquina, sino algo muy superior, donde se da el cambio y la adaptación».
Puso ejemplos. «En la naturaleza no existe la basura, porque cuando un organismo muere deja nutrientes», comentó. Algo muy parecido a lo que ahora se pretende con la circularidad de los materiales y su reaprovechamiento mediante el reciclado. Además, tuvo un guiño para la economía: «La circularidad crea nuevos nichos de emprendimiento».
Hay más ejemplos de este nuevo modelo, como el beneficio social que genera la compra de alimentos de proximidad y elaborados con unas condiciones laborales y medioambientales adecuadas, o fomentar el alquiler de productos en vez de su adquisición, para que haya más gente que los pueda utilizar sin destinar tantos recursos.
Ayuda en la transición
El proceso de observar la naturaleza tiene la capacidad de mejorar la tecnología más avanzada. Odile Rodríguez de la Fuente habló de biomímesis, «una corriente que surge en los años 90 y que me apasiona, de modo que los humanos no solo miramos a la naturaleza para inspirarnos, sino para aplicar soluciones».
Explicó cómo la observación de la cabeza de un ave, el martín pescador, mejoró el diseño de los trenes bala; o cómo los termiteros en África son capaces de generar estructuras que aprovechan la geotermia y consiguen que no haya variaciones de temperatura en su interior, cuando en el exterior hay diferencias de hasta 40 grados entre el día y la noche. «Todo esto puede ayudar en la transición», a la que tiene que dirigirse el planeta para salvar a la especie humana, defendió.
Una realidad que ya es presente
La parte final de su intervención estuvo basada en ejemplos que ya pueden percibirse en la sociedad, y que hablan de estos cambios. Uno de ellos es la irrupción de internet, «uno de los mejores ejemplos de vehículo de información», en el que hay una continua comunicación entre sus usuarios. También hizo alusión a la transparencia, y cómo «la monitorización por satélites permite saber el agua y fertilizantes que necesita una producción agrícola».
En cuanto a la energía, «empezamos a ver ahora la patita de lo que puede ser una revolución, no solo en el sentido de sostenibilidad y evitar gases de efecto invernadero como en la forma de producción». Recordó que, hasta ahora, los combustibles «han estado centralizados en unas fuentes de origen pertenecientes a unos pocos países, y esto ha influido en la geopolítica». En cambio, vislumbró un futuro «en el que cada casa, empresa o aeropuerto producirá su propia energía, que autoconsumirá, y los excedentes se compartirán en la red. Algo que será una liberación».
«A la economía hay que meterle el diente, con un sistema que valore más la calidad que la cantidad»
Para sostener todo este cambio, «a la economía hay que meterle el diente, con un sistema que valore más la calidad que la cantidad«. Un proceso en el que la ruralidad, advirtió, tiene mucho que decir.
El objetivo se cumplirá «con una buena ordenación territorial, saber cooperar, tener un sistema orgánico que premie al ser humano y a la tierra, y sepa pasar del despilfarro a un mundo más próspero y creativo».
Si Félix Rodríguez de la Fuente fue un ejemplo de defensa del conservacionismo, «este siglo debe ser el inicio del movimiento desarrollista y de la regeneración», mencionó siu hija. «Nuestra aliada es la propia naturaleza, que es la tecnología más barata y regeneradora», concluyó. Con todo ello se quiere evitar que vuelva a pasar como con los humedales, que han visto cómo desaparecía el 80% a nivel global por acción del hombre, «cuando son como los riñones del planeta».
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