Junto a Donald Trump, el multimilmillonario Elon Musk dijo a los republicanos «quieren quitarte la libertad de expresión, quieren quitarte el derecho a tener armas» y añadió que la Segunda Enmienda (la del derecho a las armas) está para garantizar que tengamos la Primera Enmienda (la de la libertad de expresión). Si hacemos caso a Musk (y a los datos de Small Arms Survey), hay 120 armas de fuego para defender la libertad de expresión por cada 100 habitantes, pero no se lo haremos porque es un genio loco y una magnate malvado, suma de las distintas encarnaciones de Lex Luthor, el enemigo terrestre de Superman.
Cada estadounidense toca a 1, 20 armas por cabeza: los niños estadounidenses tienen y las usan en el cole; la candidata Kamala Harris tiene una y lo dice, otros tienen más armas que manos para disparar. Al año mueren 40.000 personas en Estados Unidos y hieren al doble. El coste en vidas humanas se traduce (al cambio balazos-dinero) en 557.000 millones de dólares. Sale a cuenta: el negocio de las armas suma 20.000 millones. ¿Peligro? Han detenido a un hombre con un arma cargada cerca de un mitin de Trump en California, pero -sin verdadero peligro para el republicano- lo pusieron en libertad bajo fianza de 5.000 dólares. Huele a afán publicitario y recaudatorio. Estadísticamente debe de ser muy difícil que Trump, Kamala o cualquiera no esté a tiro de alguien armado si cada hijo de vecino tiene 1,2 armas.
Es raro el matrimonio libertad de expresión y tenencia de armas que hace Musk. Parecería que si usas las armas no quieres que te expresen más ni expresar otra cosa que no sea bang. Musk tiene X (antes Twitter), donde la gente dispara a ráfaga bulos de gran calibre y críticas desde el anonimato que equiparan al autor con un francotirador. La herramienta ha facilitado el derecho al uso de la palabra como armas y el crecimiento exponencial del anonimatón. Gracias, Elon, benefactor.
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